La entrevista exclusiva de Sean Penn con Joaquín “El Chapo” Guzmán puede haber ayudado a la captura del capo de la droga mexicano, pero ese es apenas un error de los que cometió el intrépido actor, que se describe como “periodista”, cuando se internó en la Sierra Madre.

Unas cuantas advertencias. En primer lugar, de verdad me agrada Sean Penn, el actor. Me gustan sus películas y su actuación. Tiene una presencia única y arrebatadora en la pantalla. En segundo lugar, siento celos. Por supuesto, yo —y muchos otros periodistas— queríamos esta entrevista.

Ningún periodista llegó tan lejos como Penn, precisamente porque El Chapo no tenía interés en hablar con un periodista. Pero Penn está tan involucrado en su papel protagónico como “periodista” que olvida que en realidad no nos representa a ninguno de nosotros, y mucho menos a nuestra profesión.

Ese es su error —y resulta que también el del Chapo— fatal. Es el ego el que incita este artículo, no el periodismo.

Estas son las cinco razones por las que Penn falló como periodista:

1. Penn dio una falsa impresión. Penn suelta algunas pistas sobre sus motivos y los de la mediadora para entrevistar a El Chapo, pero nunca es directo.

La mediadora es Kate del Castillo, actriz mexicana que interpretó a La Reina del Sur en una telenovela. Ella es, según la explicación de Penn, un poco más realista sobre sus motivos: le interesa “hacer una película” sobre el capo e incluso logra colar una colocación de producto para una marca de tequila “que ella está promoviendo”.

Penn, por otro lado, disfraza sus esfuerzos de “periodismo”. Pero su interés real parece ser ganarse a Hollywood, que sin duda irá tras proyectos que involucren a El Chapo “con o sin su participación [de El Chapo]”.

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El Chapo parece entender esto e interroga a Penn sobre el negocio del cine. Penn nunca confiesa la verdad. En lugar de eso le dice al capo, “cuando hago periodismo, no cobro”.

Pero al reunirse con El Chapo, Penn se posicionaría para hacer el relato definitivo, así que llama al editor de una revista cuyo mismo origen es una mezcla de entretenimiento y periodismo, Rolling Stone. Es la combinación perfecta.

2. Penn confundió el coraje con el ego. A lo largo del artículo, el actor se muestra muy interesado en asegurarse de que se sepa que tiene miedo. El ejemplo más excesivo fue cuando Penn, mientras orina, cavila sobre la posibilidad del peor tipo de tortura.

“Lo considero entre las partes de mi cuerpo más vulnerables a los cuchillos de narcos irracionales, y le doy una última mirada de afecto, antes de metérmelo de nuevo en los pantalones”, escribe.

Pero ese temor es una fachada. Está ahí para recordarnos (y recordarse) que es valiente.

Hay sólo dos momentos en las que me parece que se encuentra en peligro real: cuando va en un auto rápido y cuando hay una posibilidad real de que las fuerzas mexicanas puedan allanar el campamento. Ninguna de esas circunstancias involucran a nadie que le haga picadillo su sagrado miembro. Y aun cuando está en peligro en el auto, les recuerda a sus lectores que “me gusta la velocidad. Pero no sin mis manos al volante”.

Si fuera un periodista mexicano, esos temores serían racionales. Los periodistas mexicanos enfrentan amenazas, son asesinados y huyen de sus hogares cada día, como lo ilustra este excelente artículo que apareció recientemente en el Washington Post.

Pero él es Sean Penn. Él es una celebridad, no un periodista de algún pueblecito mexicano que se interpuso en la agenda de los narcos. Él es la agenda.

3. Penn acomoda a El Chapo a su interpretación. El actor invierte bastante tiempo discutiendo sobre la guerra contra las drogas a lo largo del artículo. Esta es una visión considerada, aunque superficial y en cierto modo un cliché de lo que todo eso implica en el panorama global. Pero se enfoca acertadamente en los defectos, las hipocresías y las políticas egoístas de Estados Unidos.

El subtexto del relato de Penn es que algunas víctimas simplemente sacan provecho de “nuestro insaciable apetito por las drogas ilícitas”.

El Chapo es una de esas víctimas. Aunque hace referencia a cosas como “carne asada” o “carne a la parrilla”, como una manera de recordarnos que hay sangre humana en las manos de El Chapo, se lo describe como un hombre simple, pero carismático —un verdadero caballero que se toma la molestia de cuidar que sus invitadas lleguen sanas y salvas a sus dormitorios.

(La revista lo glorifica también con una barra lateral de sus “escapes por los pelos y fugas espectaculares“).

Además de traficar toneladas de cocaína, metanfetaminas y heroína —que Penn ya justificó en su anterior argumento sobre la guerra antidrogas— no oímos ni una cosa sobre algún crimen cometido por El Chapo.

Penn pasa la mayor parte de su tiempo adulando el poder de El Chapo: sus camionetas, sus armas, el reloj de su hijo, los cientos de hombres esperando órdenes suyas. Puedo entender que no quiera confrontar a un criminal del que se dice que es responsable de MILES de asesinatos de personas, pero creo que es necesaria una exploración de ese aspecto.

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Puede ser directo o sutil. Eso depende del momento. Y es por esto que es importante entender que Penn no es periodista. No tiene la experiencia para saber cuándo insistir, cuándo callarse; cuándo halagar un ego y cuándo cuestionarlo; cuándo hacer una pregunta directa y cuándo ponerla en boca de otros. Dice que pasaron siete horas juntos empapados en tequila. Bien podrían haber pasado siete minutos.

“Sea cual sea la infamia atribuible a este hombre y su indiscutible genio callejero”, escribe Penn, “También es un humilde mexicano rural, cuya percepción de su lugar en el mundo brinda una mirada al extraordinario enigma de la disparidad cultural”.

La entrevista real, que Penn y Del Castillo luego aseguraron por video desde las montañas es aún peor. Allí, El Chapo está en total control (su hombre formula las preguntas de Penn) y refuerza esta interpretación: él “se defiende”; nunca ha provocado una pelea con nadie; tan sólo quiere pasar tiempo con su familia; y, sólo en caso de que se lo estén preguntando, la relación con su madre es “perfecta”.

4. Penn no nos dice nada que no sepamos ya. Después de leer el artículo de 10.000 palabras, no sé nada nuevo sobre El Chapo, la madre de El Chapo, los hijos de El Chapo, el Cartel de Sinaloa, la manera como se trafican drogas, la guerra antidrogas, la corrupción en México, los esfuerzos de México por capturar a El Chapo, la política de Estados Unidos en México, etc., etc.

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En lugar de eso, el artículo trafica en figuras retóricas accesorias del macho: autos rápidos, relojes grandes, bajarse para una meada en la selva; hasta se le escapa un pedo en cierto punto (lo cual El Chapo, un total caballero, ignora).

5. Este artículo trata de Sean Penn. Después de leer esto, es difícil saber cuál es el ego más grande: el de El Chapo o el de Penn.

Es El Chapo quien busca a Del Castillo para hacer una película sobre su vida, y lo que hubiera debido delatar su pose de campesino humilde y realista a quien “de alguna manera le desconcierta la idea de que pueda interesarle a alguien más allá de las montañas”.

Pero Penn, como ya lo mencioné, no tiene interés en descubrir a la persona de Guzmán, sólo a El Chapo, el boleto a Hollywood. En una forma de retribución divina, esto puede ser la ruina de El Chapo. Las autoridades mexicanas declararon a Associated Press que Penn y Del Castillo les ayudaron a localizar a El Chapo.

Sin embargo, sin importar lo arrogante que es El Chapo, Penn lo iguala. Como una típica cinta de Hollywood, es el gringo quien se encuentra en el centro de la historia que aparentemente mostraría el sufrimiento de otros.

Es Penn quien enfrenta la travesía de todo un día (ya les gustaría a la mayoría de los periodistas salir de su mansión en Los Ángeles en la mañana para reunirse con el hombre más buscado del mundo esa noche); es él quien come tacos y bebe tequila con el cerebro criminal; él quien se pregunta si debería intentar acompañar a Del Castillo cuando El Chapo va a llevarla a su dormitorio; él quien mediante mensajes en código envía preguntas difíciles del tipo: “¿Es cierto eso que dicen de que las drogas destruyen la humanidad y causan daño?”

Señor Penn, a eso es a lo que en nuestro gremio llaman “pregunta retórica”…

Steven Dudley is the co-founder and co-director of InSight Crime and a senior research fellow at American University’s Center for Latin American and Latino Studies in Washington, DC. In 2020, Dudley...

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