La captura en Colombia de un importante narcotraficante ecuatoriano y la desarticulación de su organización, hasta el momento desconocida para el público, ilustra la fragmentación del negocio de la droga y el bajo perfil adoptado por los actores criminales para escapar del radar de las autoridades.

El 11 de abril las autoridades colombianas anunciaron el arresto de Washington Prado Alava, alias “Gerard” o “Gerald”. Prado, de ciudadanía ecuatoriana, se le acusa de dirigir una organización narcotraficante desde los departamentos de Nariño y Valle del Cauca,  sobre la costa Pacífica en Colombia.

Se dice que él y su grupo criminal son responsables del tráfico de nada menos que 250 toneladas de cocaína a Centroamérica y Estados Unidos, países habían solicitado su detención. El director de la Policía Nacional de Colombia, el general Jorge Hernando Nieto Rojas, comentó que Prado “lideraba la organización mafiosa más sofisticada y tecnificada del Pacífico colombiano”.

Según un comunicado de la policía, la organización es sospechosa de despachar hasta 10 lanchas rápidas por semana con cargamentos entre 800 y 1000 kilos de cocaína. Las lanchas rápidas se recargaban de combustible de otros barcos que esperaban en coordenadas estratégicas durante la ruta, como estaciones de combustible mar adentro. Los cargamentos de droga se abastecían de laboratorios ubicados en zonas rurales del municipio de Tumaco, en Nariño, los cuales producían entre 10 y 12 toneladas de cocaína a la semana.

Además de la captura de Prado, las autoridades detuvieron a dos colombianos y otro ecuatoriano. La policía acusa a los hombres de manejar las rutas de tráfico marítimo, los laboratorios de grupo y la tecnología para el grupo, que podría incluir rastreadores por GPS para seguir la ubicación de los cargamentos.

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Según la policía, Prado inicialmente trabajó bajo la protección del grupo criminal colombiano Los Rastrojos. Pero tras la caída de los cabecillas de la banda en 2012, Prado decidió crear su propia organización, haciéndose cargo de todos los eslabones de la cadena de narcotráfico, desde la producción y el transporte hasta la distribución. La policía afirma que la red de Prado utilizaba diversas rutas por Ecuador y Centroamérica para traficar los narcóticos hasta Estados Unidos.

Las autoridades colombianas conformaron una fuerza de tarea en 2015 con ayuda de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) para dar de baja a Prado, informó El Tiempo. Desde entonces, las autoridades dicen que se han incautado cerca de 150 toneladas de cocaína de su organización y arrestado a casi un centenar de sus integrantes.

Prado también es requerido en Ecuador, cuyas autoridades sospechan que participó en el homicidio de varios fiscales, jueces y agentes de policía, según la agencia de prensa EFE.

Análisis de InSight Crime

El volumen de narcóticos que presuntamente traficaba la organización criminal desmantelada en esta operación encubierta —250 toneladas— es sorprendente.

Esa supuesta cantidad de droga traficada por el grupo equivale a casi una quinta parte del total de cocaína incautada por las autoridades colombianas en los últimos cuatro años, 1.135,2 toneladas, según los informes de Estrategia Internacional para el Control de Narcóticos. La lógica indica que si Prado conformó su organización luego de la caída de Los Rastrojos en 2012, como afirman las autoridades, su grupo ha estado operando aproximadamente por unos cuatro años.

La policía colombiana dice que se han incautado de 150 toneladas de cocaína asociada a Prado en los dos últimos años, desde que se creó el grupo especial para su captura. El país registró decomisos totales de 716 toneladas de cocaína y base de cocaína en 2015 y 2016.

Aun cuando estas cifras lleguen a rebajarse eventualmente, esto demuestra que el grupo narcotraficante era enorme. La aseveración de la policía, de que ha capturado a casi un centenar de integrantes del grupo en los dos últimos años apunta a una estructura criminal considerablemente mayor. Pero pese a esa magnitud, nunca se habló de la organización de Prado y fue desconocido para el público hasta su detención.  Las autoridades admitieron que solo habían comenzado a fijarse en él en 2015. El anonimato del grupo muestra cómo él y sus cómplices lograron mantener un bajo perfil que les ayudó a operar por fuera del radar.

La red criminal desarticulada muestra características cada vez más comunes en el actual negocio de la droga. La fragmentación del modelo tradicional de carteles en toda la región ha dado pie al surgimiento de grupos criminales más pequeños que por lo genera trabajan juntos en diferentes partes de la cadena de tráfico.

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No es claro si Prado en persona controlaba toda la cadena de narcotráfico transnacional, como lo afirma la policía. Los tres “cómplices” suyos arrestados en la operación encubierta podrían haber estado trabajando para él, pero también podrían ser parte de otras células criminales que trabajaban con la de Prado.

La idea de una red de grupos criminales dispersos que trabajan juntos se inserta en las tendencias observadas en la región desde la caída de la primera generación de carteles colombianos. Se dice que la organización de Prado transportaba entre 800 y 1.000 kilos en cargamentos individuales. Según la policía una señal, junto con otros decomisos recientes de varias toneladas ,de que se podría estar ante un resurgimiento de cargamentos a granel.

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Hay algunas semejanzas notables entre el modus operandi de la operación de Prado y la de otro narcotraficante que cayó hace poco en custodia de las autoridades estadounidenses.

En marzo de 2017, El Tiempo presentó un perfil de José Feliciano Góngora Solís, alias “Chano”. Se dice que su organización fue una de las primeras en poner narcóticos en bolsas impermeables con rastreadores por GPS que les permitían arrojarlas por la borda en caso de una intervención de la policía, para luego recuperarlas.

Góngora operaba desde Tumaco, donde logró evadir el escrutinio y mantener un bajo perfil. Según El Tiempo, el sospechoso se entregó a las autoridades estadounidenses en diciembre de 2016 sin haber estado nunca en la mira del gobierno colombiano.

Góngora presuntamente usaba a ecuatorianos para reabastecer de combustible los barcos cargados con drogas de su organización, que zarpaban de Nariño. Esto se hacía en mar abierto, tal como se dice que hacía la organización de Prado.

La importancia de estos actores puede estar siendo exagerada; se describió a Góngora como partícipe del 80 por ciento de los cargamentos de drogas que salían de la costa Pacífica de Colombia, una cifra que parece coincidir con las afirmaciones oficiales sobre la cantidad de estupefacientes que transportaba Prado.

Pero la captura en un lapso de menos de cuatro meses de ambos presuntos criminales es una ilustración convincente de la fragmentación del negocio de la droga. Y sugiere la pregunta de cuántos otros criminales anónimos, de bajo perfil hay operando redes de narcotráfico a gran escala en la región.

6 respuestas a “Captura de ecuatoriano anónimo ¿Bajo perfil, gran capacidad?”