La captura en Buenos Aires de uno de los máximos líderes del grupo colombiano de los Urabeños resalta el estatus de Argentina como santuario para los grandes capos colombianos y al mismo tiempo genera dudas sobre cómo afectará su arresto a la expansión del grupo.

Henry de Jesús López, alias “Mi Sangre”, fue arrestado en un supermercado de Buenos Aires el 30 de octubre mientras se encontraba en la compañía de su esposa y 10 guardaespaldas, según reportó El Tiempo. Él era uno de los principales líderes de los Urabeños, una organización narcotraficante cuyo poder se encuentra concentrado a lo largo de la costa caribeña de Colombia. Mi Sangre habría estado a cargo de liderar la incursión de los Urabeños en Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia, donde el grupo criminal ya controla parte de los barrios periféricos.

Según El Tiempo, Mi Sangre llegó a Argentina en 2010 y viajó frecuentemente entre Colombia, Ecuador, Venezuela y Uruguay. Él se encontraba en Buenos Aires posando como un empresario venezolano y estaba presuntamente solicitando una visa para vivir en Ecuador.

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El Tiempo señala que este líder urabeño fue finalmente arrestado gracias a información de inteligencia de un informante, quién seguramente recibirá una recompensa de USD$ 1.2 millones. El diario también describe la sofisticada operación de inteligencia que se llevó a cabo para rastrear los movimientos de Mi Sangre en Buenos Aires, incluyendo un artefacto satelital que fue escondido en uno de sus carros.

Mi Sangre cuenta con un largo prontuario criminal. Fue parte del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), desmovilizándose formalmente de ese grupo en 2005. Pero, como muchos otros combatientes desmovilizados, volvió a entrar al mundo criminal, para hacer parte de las operaciones de los Urabeños en la región del Urabá en el norte de Antioquia. Su importancia en la jerarquía de los Urabeños fue aumentando luego de que el líder del ala militar del grupo, Juan de Dios Úsuga, alias “Giovanni”, fue muerto en enero de 2012.

Análisis de InSight Crime

Mi Sangre, de 41 años, era conocido en Colombia por su habilidad de evadir las capturas y de sobrevivir en el mundo del hampa, aún cuando muchos de sus compañeros eran dados de baja o capturados. El hecho de que finalmente haya sido arrestado en el extranjero (no tenía una orden formal de captura en Colombia hasta marzo de 2012) es un testimonio del tipo de cooperación transnacional e interinstitucional que se necesita para capturar a capos narcotraficantes escurridizos. Según El Tiempo, la policía judicial colombiana, la inteligencia argentina, la DEA y la Interpol participaron en las operaciones de inteligencia que llevaron al arresto de Mi Sangre.

La captura llama la atención al número de criminales de alto perfil colombianos que han buscado refugio en la capital argentina. Un sicario que trabajaba para Daniel “El Loco” Barrera fue asesinado en Buenos Aires en abril. La esposa de Barrera también fue arrestada ese mes en la misma ciudad. Según El Tiempo, el líder de los Urabeños, Darío Antonio Úsuga, alias “Otoniel”, le ordenó explícitamente a Mi Sangre que se fuera de Colombia por razones de seguridad, y que usara Argentina como su nuevo escondite. Todo esto apunta al estatus de Argentina como un área para descanso y recuperación de narcotraficantes colombianos que buscan guardar un bajo perfil.

La cuestión es ahora si el arresto de Mi Sangre va a frenar la expansión proyectada de los Urabeños. Virtualmente, todos los grandes grupos narcotraficantes de Colombia han perdido a sus líderes en operaciones llevadas a cabo en los últimos dos años: Barrera fue arrestado en septiembre, los Rastrojos perdieron su líder militar y su máximo líder, el grupo de Medellín conocido como la Oficina de Envigado vio caer a su comandante (y de paso a su rival). La captura de Mi Sangre es prueba de que los Urabeños no son inmunes.

Todos estos casos reflejan la habilidad de las autoridades colombianas de rastrear y arrestar las cabezas de las organizaciones criminales. Pero, mientras es claro que las autoridades policiales colombianas han probado que pueden “decapitar” las organizaciones, el reto que queda es desmantelar las redes criminales que quedan atrás.

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