Cerca del 85 por ciento de los miembros de las pandillas de El Salvador han pensado en distanciarse de sus pandillas o salirse permanentemente de ellas, pero dado que no existen suficientes informes de casos exitosos, se sabe poco sobre este proceso. En marzo de 2017, un estudio realizado por Florida International University (FIU) examinó la dinámica en torno a la peligrosa decisión de abandonar las pandillas y a los desafíos que enfrentan los expandilleros que buscan reintegrarse a la sociedad.

InSight Crime habló con José Miguel Cruz, el investigador principal del informe, para profundizar sobre este tema. La siguiente es una transcripción de la conversación.

IC: Usted realizó docenas de entrevistas y encuestó a más de mil pandilleros activos y retirados. Casi el 70 por ciento de ellos dijeron que habían pensado en abandonar la pandilla. ¿Qué es lo significativo de ese hallazgo?

JMC: Es una proporción alta y está muy relacionada con la literatura de psicología del desarrollo. Cuando se llega a cierta edad y se sale de la adolescencia, nuestra visión del mundo cambia significativamente. Y eso determina la opinión sobre las pandillas.

La mayoría de los chicos se unen a las pandillas cuando tienen cerca de 14 años, en un momento en el que sólo quieren ser parte de un grupo, encontrar estabilidad y una identidad que les pueda ayudar a responder ciertas preguntas sobre lo que son o sobre su posición en la sociedad. Pero una vez superan esa fase, esas cosas pasan y piensan: “Bueno, las decisiones que tomé hace tres o cuatro años son cosa del pasado. No debí haber hecho eso. Ahora estoy aquí y tengo que enfrentarlo. Pero si tuviera la oportunidad, me gustaría abandonar la pandilla y cambiar mi vida porque ahora me doy cuenta de que no tengo ningún futuro”.

Esto ocurre sobre todo porque algunos de ellos se unen a las pandillas pensando que serán asesinados muy pronto. Cuando cumplen los 18 o 19 años, no han sido asesinados, continúan vivos y tienen que enfrentar la pregunta de “¿qué voy a hacer con mi vida ahora?”. Quizá en ese momento ya tienen hijos a los que quieren cuidar, lo que también cambia su opinión sobre la pandilla. Y por eso es que la mayoría dicen que les gustaría salir de la pandilla, especialmente a medida que se hacen mayores.

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IC: ¿De qué manera un pandillero puede salirse de una pandilla o distanciarse de ella?

JMC: La principal forma de desertar o abandonar la pandilla consiste en vincularse a la Iglesia y convertirse en cristiano evangélico. Ese es el motivo aceptado y aprobado por la mayoría de las pandillas. O también pueden huir del país o cambiarse de barrio. En un país tan pequeño como El Salvador, dado el control territorial de las pandillas, es muy difícil mudarse de un barrio a otro. Así que la mejor solución en muchas ocasiones consiste en salir del país.

Otra posibilidad es una especie de negociación con la pandilla para obtener la condición de “calmado”. En esta situación, el pandillero no abandona completamente su pandilla, no puede renegar de ella, y tiene que permanecer fiel al grupo, pero no participa en sus actividades, ni es considerado ya como parte de su estructura.

IC: La descripción que en el informe se hace de un “calmado” trae a la memoria la de un reservista del ejército que se puede llamar si la pandilla está en una situación difícil.

JMC: Es una condición similar, pero con una diferencia: cuando el calmado es convocado, no es para participar en un acto violento, en un ataque o en un asesinato. A los calmados generalmente se les llama de nuevo para esconder armas (pero no para usarlas) o para pasar información sobre alguien, transportar dinero o servir como mensajeros.

IC: ¿Son llamados sobre todo para servicios logísticos?

JMC: Sí. No los llaman para entregarles un arma y pedirles que maten a alguien. Las pandillas tienden a respetar la condición de calmado una vez que la han otorgado, y no les piden que participen en las actividades más violentas de la pandilla.

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(Gráfico cortesía de FIU)

IC: ¿Por qué las pandillas respetan tanto a las iglesias? ¿Hay comunicación directa entre los funcionarios de la Iglesia y los líderes de las pandillas? ¿O siempre ha sido así, una regla tácita?

JMC: Es una buena pregunta y mi respuesta honesta es que no sé. Todavía no entiendo por qué las pandillas respetan tanto a las Iglesias, especialmente a las evangélicas. Pueden decir que tienen el mismo respeto por la Iglesia Católica o las otras Iglesias, pero, en realidad, las únicas en las que permiten que sus miembros se rehabiliten sin mayores consecuencias para ellos son las Iglesias evangélicas.

Puedo explicar por qué resulta ventajoso desde la perspectiva individual del pandillero: básicamente, la Iglesia sustituye la experiencia de la pandilla. Se convierte en un tipo de experiencia integral, casi totalizadora. Abarca todo en la vida, de la misma forma en que lo hace la pandilla con sus miembros activos. Pero desde la perspectiva de las pandillas, todavía no tengo una respuesta satisfactoria en cuanto a por qué aceptan las Iglesias evangélicas.

IC: ¿Y esto aplica para todas las pandillas?

JMC: Sí; pero ¿qué mecanismos llevan a todas estas organizaciones a permitir este proceso? ¿Por qué los líderes de las pandillas lo aceptan? Tal vez —y aquí estoy especulando— porque los líderes pueden pensar que quieren seguir ese mismo camino en algún momento.

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IC: El mayor desincentivo para abandonar las pandillas es la inseguridad, pues más de la mitad de los encuestados dicen que ellos o sus familias habían sido amenazados. E incluso cuando han logrado salir, los desertores pueden recibir amenazas de las pandillas rivales, ser acosados por las fuerzas de seguridad gubernamentales, o discriminados por la sociedad. ¿Qué medidas adoptan las autoridades para ayudar a los pandilleros en su proceso de rehabilitación?

JMC: No creo que el gobierno salvadoreño esté haciendo ningún esfuerzo significativo en absoluto. Básicamente, el gobierno está permitiendo que algunas organizaciones de la sociedad civil lleven a cabo algún tipo de rehabilitación, pero sólo en cierta medida y con algunas dificultades. El sistema penitenciario cuenta con algunos programas, pero realmente no les presta mucha atención. En mi opinión, está más interesado en endurecer las medidas y sanciones contra los pandilleros.

Es posible que los funcionarios del gobierno digan que están trabajando en la rehabilitación, que quieren que los miembros de las pandillas se reintegren a la sociedad, e incluso pueden tener algunos programas sobre el papel, pero, en realidad, veo que no sucede nada, y pienso que el gobierno no está realmente interesado en adelantar programas de rehabilitación. La idea que prevalece entre los organismos policiales —que actualmente están encargados sobre todo de las políticas relacionadas con las pandillas— es que los pandilleros no pueden ser rehabilitados, así que ¿para qué desperdiciar recursos en estos intentos si estos chicos no tienen redención posible?

IC: Como en estudios previos, este informe señala que los jóvenes se unen a las pandillas en busca de un sentido de pertenencia y vínculos sociales. Pero usted descubrió además una nueva dinámica: que un número creciente de personas se unen a las pandillas en búsqueda de recursos económicos —en otras palabras, como una elección de carrera—.

JMC: Sí, eso es nuevo. Actualmente no hay oportunidades económicas para muchos jóvenes. La mayoría de ellos han desertado del sistema educativo. Dado que no hay posibilidades económicas, las pandillas se convierten en una opción de carrera, como usted dice, porque les puede proporcionar recursos, no sólo para ellos mismos sino, además, en algunas ocasiones, también para sus familias.

IC: Las estadísticas de su informe parecen indicar que existe una división o grieta en la MS13. Por una parte, los jóvenes se vinculan a la pandilla buscando una segunda familia, pero, por otra parte, los pandilleros mayores buscan respeto, poder y beneficios económicos. El informe incluye una cita ilustrativa sobre esta dinámica. ¿Podría ampliar este tema un poco más?

JMC: Estoy de acuerdo con eso, y recuerdo la cita. El pandillero dijo que el líder ve a los más jóvenes como una fuente de ingresos, y por esa razón no permitirá que abandonen la pandilla.

La MS13 es particularmente interesante porque, debido a su nivel de estructura y organización, en esta tensión se aprecia más una organización criminal tradicional que una pandilla. Siguen siendo una pandilla y la mayoría de sus miembros son jóvenes, pero los líderes tienen que lidiar con estos chicos y asegurarse de que hagan lo que ellos quieran que hagan, aunque la mayoría de ellos se unen a la pandilla para ser parte de algo. Esto es muy particular en la MS13, aunque también se puede ver algo similar en la pandilla Barrio 18, especialmente en Los Sureños.

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IC: ¿Podría esta división interna aumentar con el tiempo y llegar a fracturar la MS13?

JMC: Este tipo de organizaciones criminales siempre tienen la posibilidad de dividirse debido a los conflictos por el control territorial y, especialmente, por el control de los mercados criminales. Pero con base en la información que apunta a la intervención del gobierno para tratar de fracturar la MS13, creo que es muy poco probable.

Puede haber algunas deserciones y tentativas separatistas de algunos líderes, pero ya que se ha hecho evidente que el gobierno estaba buscando algunas de esas divisiones, creo que es poco probable que se logre porque ello ha deslegitimado a los “amotinados”. Y el gobierno continúa enfrascado en esta guerra contra las pandillas. Es probable que las pandillas no se fracturen, sino que se aglutinen en torno a líderes fuertes.

IC: Su informe muestra que, en general, un gran número de pandilleros quiere desertar o calmarse, pero eso es algo muy difícil de hacer. ¿Qué acciones deben tomar el gobierno, los expertos, la sociedad civil y los académicos en relación con la rehabilitación de los pandilleros?

JMC: Es una pregunta difícil porque no hay respuestas fáciles para el problema de las pandillas en El Salvador. Lo que se necesita es crear las condiciones para que los pandilleros que quieran desertar y rehabilitarse puedan hacerlo de una manera segura y sostenible. Ello implica, en primer lugar, detener la guerra y reducir la violencia. En segundo lugar, es importante crear mecanismos de justicia para hacer frente a la problemática de los comportamientos criminales previos. En otras palabras, tenemos que enfrentar el hecho de que muchos pandilleros han cometido crímenes y que la sociedad debe encontrar la manera de tratar con ellos de manera que no se ignore a las víctimas, a pesar de que resulte muy difícil. Y, en tercer lugar, es importante proporcionar oportunidades de vida, como educación, trabajo y servicios de rehabilitación para quienes deseen abandonar las pandillas.