Además de ser el país más grande de Latinoamérica en términos de población, economía y extensión, Brasil es base de algunas de las organizaciones criminales más poderosas de la región.

El país comparte fronteras porosas con todos los países de Suramérica, con excepción de Chile y Ecuador, y la gran cantidad de puertos de gran calado hacen de Brasil un punto de salida importante para el tráfico global de cocaína. Sin contar con la importancia de su mercado local de consumo de drogas.

Las dos pandillas más grandes de Brasil, el Primer Comando de la Capital (Primeiro Comando da Capital, PCC) y el Comando Rojo (Comando Vermelho, CV), han usado las cárceles como bases de operaciones, y desde allí han incrementado su participación en el tráfico internacional de narcóticos, armas y contrabando.

Las milicias, en su mayoría conformadas por agentes de policía activos y en retiro, son otra fuente de delitos violentos, como la extorsión a barrios enteros y las ejecuciones extrajudiciales.

Geografía

Brasil tiene una frontera terrestre de 16.000 kilómetros y un litoral de 8.000 kilómetros de extensión, y sus activos puertos se usan para enviar cocaína hacia Europa, Asia y África.

Los vecinos de Brasil incluyen los tres mayores productores de coca del mundo: Colombia, Perú y Bolivia, así como uno de los principales productores de marihuana, Paraguay.

Además de eso, Brasil contiene la porción más extensa de la cuenca del Amazonas, una región crítica por el tema ecológico que ha atraído traficantes de madera, mineros ilegales, traficantes de vida silvestre y de droga, y otros.

Historia

Los orígenes de Brasil como colonia del imperio portugués, no español, le dan un legado cultural y lingüístico distinto a la mayoría de sus vecinos latinoamericanos. El país se independizó en la primera mitad del siglo XIX.

Brasil vivió un éxodo masivo de población rural hacia los principales centros urbanos entre las décadas de 1950 y 1970, lo que motivó la expansión de asentamientos informales conocidos como “favelas”. La concentración de la pobreza y las desigualdades en las favelas, sumado a su falta de presencia estatal clara, hizo de estos sectores terrenos fértiles para el crimen organizado.

En la década de 1950, comenzó a conformarse una poderosa mafia criminal en torno al jogo do bicho, o juego del animal, una red de apuestas ilegales que ganó mucha popularidad. Los dueños del juego amasaron grandes fortunas y blanquearon sus ganancias por medio de empresas legítimas. Con el tiempo, diversificaron sus actividades incursionando en el sicariato y las redes de prostitución, sobornos a policías y políticos. El poder de los bicheiros, o dueños del juego del animal, llegó a la cima en la década de 1980, cuando empezaron a blanquear el dinero en las famosas celebraciones del Carnaval de Río de Janeiro.

Por otro lado, comenzaron a formarse organizaciones criminales como respuesta a la intensa represión estatal y brutalidad que caracterizaron las prisiones del país durante la dictadura militar entre 1964 y 1985. Las dos pandillas más poderosas de Brasil, el Comando Rojo y el PCC, nacieron en las prisiones a comienzos de la década de 1970 y en los 90, respectivamente, y terminaron por llegar a las calles de Río de Janeiro y São Paulo.

En los 70, comenzaron a crearse vínculos entre bicheiros, redes internacionales de tráfico de drogas y traficantes locales. Con el boom del mercado global de cocaína en los 80, Brasil atrajo a los más importantes productores de la droga en busca de un punto de tránsito para el producto con destino a los mercados europeo y estadounidense. Los grupos colombianos incursionaron en territorio brasileño, atraídos por su ubicación y por la oferta de químicos precursores. Comenzaron introduciendo la cocaína al país en forma de pasta base e instalando laboratorios cerca de las plazas en el territorio nacional y de los puertos internacionales que usaban para el despacho del alcaloide a mercados en el exterior.

Bajo la premisa de combatir las pandillas traficantes de drogas, empezaron a surgir en las zonas urbanas grupos de autodefensas que se dieron a conocer como milicias, conformados por miembros activos y retirados de la policía. Actualmente, estos grupos de autodefensa representan una amenaza criminal importante. Manejan sus propias empresas ilícitas, la extorsión y el secuestro incluidos, especialmente en el área metropolitana de Río de Janeiro. Algunos también han incursionado en narcotráfico.

Desde comienzos del siglo XXI, los grupos criminales de Brasil han afianzado su presencia en sus bastiones tradicionales, como las prisiones y las favelas, y a la par se han expandido hacia la Amazonía y países vecinos, en especial Paraguay. En respuesta, recientes gobiernos nacionales han adoptado en gran parte políticas contra la delincuencia centradas en operativos policiales y militares de mano dura, y en encarcelamiento masivos.

Los delitos ambientales se dispararon de 2019 a 2022 durante la administración del presidente Jair Bolsonaro, quien se opuso firmemente a las medidas de protección ambiental, alegando que se oponían al crecimiento económico. La administración de Bolsonaro también redujo de manera significativa las restricciones sobre la posesión de armas, lo que dio a la delincuencia acceso a armas de alto poder.

El sucesor de Bolsonaro, Luiz Inácio Lula da Silva, quien ya había fungido como presidente entre 2003 y 2010, tomó medidas al inicio de su mandato para revertir esos aspectos del legado de su predecesor. Lula lanzó operativos militares contundentes contra quienes infringieran las leyes ambientales en la Amazonía y prometió restablecer las restricciones sobre la posesión de armas. Sin embargo, su postura general frente al crimen se ha mantenido en los esquemas tradicionales.

Grupos criminales

Las dos principales pandillas carcelarias de Brasil, el PCC y el Comando Rojo, llevan años con dominio del crimen organizado de ese país.

El PCC surgió en la década de 1990 en los centros penitenciarios de la ciudad más grande de Latinoamérica, São Paulo, y ahora se encuentra firmemente establecido como uno de los actores criminales más poderosos de la región. La pandilla se ha convertido en una amenaza transnacional, por el trasiego de gran parte de la cocaína que se lleva de Brasil a Europa y el establecimiento de una base de poder secundaria en el vecino Paraguay.

El Comando Rojo se creó en la década de 1970 con grupo de autodefensa de varios presos en Río de Janeiro, y sirvió como inspiración para el PCC. Los dos grupos mantuvieron una tregua a lo largo de la década de 2000 y los primeros años de la década de 2010, pero se disolvió en 2016, lo cual desató una violenta realineación del hampa a nivel nacional.

El Comando Rojo ha usado su fuerte presencia en su territorio original de Río Rio de Janeiro para hacerse a una influencia importante en las prisiones de todo el país. También tiene presencia en Bolivia, de donde se abastece de buena parte de su cocaína. Sin embargo, tiene competencia en Río de dos pandillas que se formaron como disidencias: el Tercer Comando Puro (Terceiro Comando Puro) y Amigos de los Amigos (Amigos dos Amigos).

La Familia del Norte (Família do Norte, FDN) ha sido por mucho tiempo el tercer grupo criminal más grande de Brasil, con fuerte presencia en el norte del país, aunque no se compara con la presencia nacional del PCC y el Comando Rojo. A comienzos de la década de 2020, la FDN sufrió un ataque sostenido del Comando Rojo en Manaus, la ciudad más grande del estado de Amazonas. Aunque aún no se determinan a cabalidad las consecuencias/ de esta guerra, es probable que la FDN haya quedado muy debilitada.

Bala en la Cara (Bala na Cara, BNC) es una importante agrupación criminal con base en Rio Grande do Sul, estado en el extremo sur de Brasil, que tiene presencia en el sur de Brasil, en Uruguay, Paraguay y Argentina.

Oficina del Crimen (Escritório do Crime) y la Liga de la Justicia (Liga da Justiça) se cuentan entre los grupos milicianos más numerosos y poderosos de Río de Janeiro, con el control de muchos aspectos de la vida en los sectores del occidente de la ciudad. Su portafolio criminal se extiende al narcotráfico y otras actividades de crimen organizado. En el último par de años, estas milicias han empezado a dejar de lado sus rivalidades tradicionales con el Comando Rojo y han pasado por una metamorfosis para convertirse en estructuras criminales híbridas.

Brasil también alberga sofisticadas redes de corrupción, muchas de las cuales se han organizado alrededor de la política y la industria de la construcción.

En Brasil también tienen presencia grupos criminales extranjeros, principalmente las redes nigerianas y la ‘Ndrangheta italiana.

Fuerzas de seguridad

El ejército brasileño es el más numeroso de Latinoamérica. Su principal función es el control fronterizo, pero la gran extensión del país, combinada con la distancia de sus regiones limítrofes y cierta falta de capacidad por parte de los países vecinos, dificulta la tarea.

La policía brasileña se divide en fuerzas federales y estatales, que incluyen cuerpos armados militares y civiles. La Policía Federal tiene a su cargo investigar delitos internacionales y estatales. La Policía Militar está a cargo de vigilar el orden público entre estados. La Policía Civil dirige investigaciones criminales a nivel estatal. La Policía Federal de Carreteras también ha empezado a asumir funciones de lucha contra la delincuencia.

Los cuerpos policiales brasileños tienen reputación de abuso de fuerza, falta de rendición de cuentas y bajos niveles de confianza entre la población general. Con frecuencia, enfrentan acusaciones de ejecuciones extrajudiciales y muchas veces transeúntes inocentes caen en el fuego cruzado de los tiroteos entre estas fuerzas y las bandas delincuenciales.

La corrupción también plantea un desafío para muchas instituciones de seguridad brasileñas. Es común que policías y soldados trabajen en colusión con grupos criminales o que formen sus propias organizaciones criminales, como es el caso de las milicias.

Sistema judicial

El sistema judicial en Brasil cuenta con juzgados federales y estatales, así como con juzgados especializados en jurisprudencia militar, laboral y electoral. La corte suprema del país es el Supremo Tribunal Federal.

La mayoría de los juzgados son lentos, corruptos y en general inoperantes. La detención preventiva es común para sospechosos de delitos, lo que contribuye a los problemas del sistema penitenciario.

Prisiones

Brasil tiene una de las poblaciones carcelarias más grandes del mundo, dividida en los sistemas federal y estatal. Las prisiones por lo general sufren de hacinamiento, falta de presupuesto y el control de una o más bandas. Es frecuente ver abusos contra personas privadas de la libertad y brutales enfrentamientos entre grupos criminales, que usan las prisiones como bases de operaciones.

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