El concepto de crimen organizado no es abstracto para mí. Crecí en Oak Park, un arborizado suburbio de Chicago con una población de unos 60.000 habitantes. En general, era una ciudad con muy poco crimen, razón por la cual quizás muchos mafiosos establecieron allí sus residencias, entre ellos Sam “Mooney” Giancana.
Las conexiones de Giancana con la mafia databan de décadas. Durante los años sesenta fue uno de los principales líderes de lo que fue conocido como la "Familia de Chicago" de La Cosa Nostra. Sus encontrones con las autoridades y el descuidado manejo de sus operaciones lo pusieron en conflicto con algunos de sus pares, y en 1975, tres años después de que mi familia y yo nos mudáramos al barrio, fue asesinado en su casa en Oak Park.
La noticia despertó el interés nacional en esa época. El 4 de marzo de 1983, un subcomité del Senado estadounidense convocó a un encuentro en Chicago para hacer frente al difícil tema del crimen organizado en la ciudad. Abrió con una declaración alarmante:
“El alcance de las actividades que involucran al grupo, mafia u organización delincuencial en el área de Chicago está realmente extendido”, declaró al comité el miembro del subcomité y senador William Roth, republicano de Delaware. “El crimen organizado en Chicago toca prácticamente la vida o los medios de vida de todos. Y la evidencia demuestra que los tentáculos de la actividad de las pandillas en esta ciudad llegan al gobierno, los organismos de orden público, los sindicatos y otras funciones políticas, sociales y económicas legítimas”.1
Los testigos llamados por el subcomité pasaron a describir las profundas raíces del crimen organizado en Chicago, sus variados intereses comerciales legítimos e ilegítimos, sus tácticas de coerción, su influencia en la sociedad y sus conexiones políticas.
“La sombrilla que protege al hampa de Chicago y la pieza clave que los mantiene unidos y les permite funcionar es su alianza con la política”, anotó William F. Roemer, exagente del Buró Federal de Investigaciones (FBI) y consultor de la Comisión Anticrimen de Chicago, en una declaración escrita. “El crimen organizado no puede operar efectivamente en ningún lugar sin la connivencia de los funcionarios públicos. Esto incluiría oficiales de la policía, legisladores, jueces y dirigentes públicos claves. Creemos que en ningún lugar del país ha sido esto tan cierto como en Chicago.”2
El capo de Chicago Anthony Accardo, alias “Big Tuna”, vivía en River Forest, la ciudad vecina de Oak Park. Accardo había pertenecido al crimen organizado desde los años veinte, cuando se hizo asesino de Al Capone.3 Su apodo en ese entonces era “Joe Batters” (Joe Bateos), un reconocimiento de su tendencia a usar bates de béisbol para suministrar disciplina y terror.4 Un testigo en la reunión del subcomité en 1983 describió a Accardo como el asesor o “consigliere” de la Familia de Chicago.5 “Fue el mejor líder que jamás hubiera tenido la mafia en Chicago”, escribió Roemer en su declaración.
Todos en la zona sabían que Accardo estaba involucrado en la mafia. Sus nietos jugaban fútbol americano con mis hermanos mayores, y en ocasiones él asistía a los juegos acompañado de sus guardaespaldas. Cuando éramos adolescentes, pasábamos conduciendo a baja velocidad por su casa, común y corriente, de una planta, de la que se decía que tenía varios pisos subterráneos y túneles para facilitar su escape en caso de que las autoridades fueran a arrestarlo. Nunca lo hicieron.
Michael Spilotro, hermano de Anthony Spilotro —a quien hizo famoso el retrato que le hizo Joe Pesci en la película “Casino”— vivía en la parte sur de Oak Park. Los testigos en la audiencia del subcomité dijeron que Anthony Spilotro, con ayuda de Michael, guiaron la "invasión" de la Familia de Chicago a la zona de Las Vegas (y más allá).6
Una vez un amigo mío robó cerveza del sótano de Michael Spilotro. Cuando Spilotro lo descubrió, llamó a la casa de mi amigo y amenazó a su madre. Mi amigo tuvo que desviarse camino a la escuela para evitar esa casa hasta el día que se anunció en las noticias que los hermanos Spilotro habían sido encontrados muertos por estrangulamiento y golpes, y que luego fueron enterrados en un campo de maíz en Indiana.7 Se los vio vivos por última vez saliendo en un auto de la casa de Michael Spilotro en Oak Park.8
Cuento estas historias porque suele haber una percepción distante de la manera como periodistas e investigadores estudian estos temas en otros países. Tendemos a olvidar lo integrado que está el crimen organizado en todas nuestras vidas. Ya sea que creciera en el Chicago de los años ochenta o que viva en la Honduras, Guatemala, Nicaragua o Colombia de hoy —los cuatro países del presente estudio—, el crimen organizado hace parte de nuestras sociedades, está integrado a los lugares en los que vivimos, trabajamos, hacemos deporte y pasamos tiempo con nuestras familias y amigos.
“Podrían preguntar dónde está el crimen organizado tradicional, ¿dónde pueden verlo?”, afirmó el entonces superintendente de la Policía de Chicago Richard Brzeczek en su testimonio escrito al subcomité.
Miren alrededor. Hay muchas personas en esta sala ahora… Ciudadanos y empresarios preocupadas, oficiales de la policía, legisladores y diferentes representantes de los medios. Todos tenemos hipotecas, planes de pensión y amigos y conocidos con quienes nos comunicamos abiertamente y con quienes probablemente nos sentimos en deuda. ¿Dónde compramos nuestros productos? ¿Quién lava nuestra ropa o recoge la basura de nuestros establecimientos comerciales? ¿Compramos cigarrillos o dulces todos los días de ciertas máquinas dispensadoras? ¿Quién es el propietario del estacionamiento donde deja su auto? Esto es totalmente independiente de la ciudad en que vivan, y es en estas preguntas donde descubrimos el lugar en el que puede hallarse el crimen organizado tradicional. Cada persona de esta sala tiene sin duda algo de dinero en su bolsillo o en su cartera. Estén seguros de que un porcentaje de ese dinero terminará en manos de los líderes del crimen organizado tradicional.9
También tendemos a sobresimplificar lo que es el crimen organizado, dividiendo a los personajes de la historia en "buenos" y "malos”. Pero el crimen organizado existe porque llena necesidades en nuestras economías y sirve de telón de fondo a mucha parte de nuestras vidas sociales. Y porque beneficia a muchas personas mucho más allá de los directamente involucrados.
Obviamente, el crimen organizado también es perverso, violento y destructivo. En ese sentido, la audiencia del subcomité de 1983 señaló que una reciente oleada de asesinatos en el área metropolitana de Chicago estaba conectada con la actividad del crimen organizado. Entre 1919 y la audiencia de 1983, la Comisión Anticrimen de Chicago documentó 1.081 asesinatos relacionados con el crimen organizado.10 En términos de muertes, la situación no se compara con la de Honduras, Guatemala, Nicaragua y Colombia hoy en día. Solo Honduras —un país con una población equivalente a la del área metropolitana de Chicago— padece cerca de 6.000 asesinatos al año, muchos de ellos relacionados con este flagelo.
Esta es la primera de una serie de varias partes que estudia la relación entre élites y crimen organizado. Descargue la introducción completa (pdf). Vea las otras partes de la serie aquí.
Aun así, las semejanzas entre los problemas presentados en la audiencia del subcomité del Senado y las encontradas en nuestra investigación de dos años sobre élites y crimen organizado en Centroamérica y Colombia son estremecedoras. La audiencia del subcomité trató el tema de Chicago, pero podría fácilmente haber estado hablando de Guatemala, Colombia, Honduras o Nicaragua. Los “impuestos” callejeros, los esquemas de cuotas, la corrupción en los contratos de obras públicas y el financiamiento de campañas políticas con dineros ilegales, son todos parte del crimen organizado en ambos lugares.
Lo más importante es que la principal razón por la que el crimen organizado prospera sigue siendo la misma sin importar el lugar o la época: la corrupción.
“De manera consistente, se ha reconocido que el crimen organizado florece gracias a la sofisticada actividad criminal de cuello blanco, combinada con la corrupción pública”, dijo al subcomité Edward Hegarty, agente especial a cargo de la oficina del FBI en Chicago. “El crimen organizado prospera… por su relación con la corrupción y los delitos sofisticados de cuello blanco”.11
Estas relaciones llegan a lo más alto de la cadena alimenticia política y económica. Los testigos señalaron las profundas conexiones entre los concejales y algunos alcaldes de Chicago y la Familia de Chicago. Uno citó un caso en Nueva York en el que un reconocido gángster, que eventualmente fue condenado, llamó como testigos de carácter al gobernador de ese estado, a dos exalcaldes de la ciudad de Nueva York, y al presidente del sindicato más poderoso del país.12
Es por eso que en InSight Crime decidimos abordar la cuestión de las élites y el crimen organizado. Esta parece ser la clave olvidada para entender la actividad del crimen organizado, ya sea que estemos hablando del Chicago de los ochenta o de la Centroamérica o Colombia de hoy en día. Las élites controlan la manera como están construidas nuestras sociedades y nuestros sistemas políticos y económicos. Ellas deciden adónde canalizamos nuestros recursos públicos, cómo procesamos el delito y regulamos la industria y el comercio. Si toleran o se dedican a la corrupción y al crimen para perseguir sus propios fines, están participando en el debilitamiento del Estado y sembrando las semillas para que el crimen organizado florezca.
El resultado de esta corrupción y negligencia era tan evidente en el Chicago de los ochenta como lo es en Latinoamérica hoy en día. Como en el Chicago de esa época, los agentes de la policía local de la región cuentan con herramientas legales y forenses inadecuadas y con graves limitaciones de recursos en los programas de protección a testigos. En un esfuerzo por mantener a raya la corrupción, hay continuas rotaciones de personal, lo cual entorpece seriamente su capacidad de desarrollar fuentes de inteligencia o de llevar a cabo investigaciones largas y complicadas. Quienes están encargados de combatir el crimen organizado no tienen entrenamiento adecuado y se encuentran en una posición vulnerable, pues por lo general viven en comunidades vecinas a las figuras del hampa.
Sin embargo, el subcomité señaló la necesidad de sacar a la luz pública el crimen organizado, y las redes que crea. La Comisión Anticrimen de Chicago fue la primera en declarar a Al Capone enemigo público número uno, según su presidente Gail Melick, lo cual, dijo, llevó a la eventual condena del gángster. “Una valoración tan abierta de las figuras del crimen organizado, y esa publicidad, fue efectiva entonces y podría serlo ahora", atestiguó Melick.13
En InSight Crime —y nuestros equipos de investigación aliados en Guatemala, Honduras y Nicaragua— pensamos lo mismo. No somos fiscales ni agentes de la policía. Somos un equipo multidisciplinario de investigadores de diferentes países que buscan entender la dinámica entre el crimen organizado y las élites. En lugar de identificar un “enemigo público”, tratamos de exponer cómo interactúan estas élites con el crimen organizado, queriendo o sin querer, y los peligros que plantea dicha interacción para el desarrollo económico, la gobernabilidad democrática y los derechos humanos.
El tono de la reunión del subcomité de 1983 era de urgencia y desesperación. No es distinto al tono de las audiencias públicas de hoy sobre la situación en Colombia y Centroamérica. Pero las cosas pueden cambiar. Chicago es un buen ejemplo de ello. Desde entonces, el gobierno ha arrestado a numerosos capos de la Familia de Chicago, y la mafia está muy debilitada, aunque sigue funcionando. La corrupción y la violencia del hampa también se han reducido de manera considerable. Los cambios comenzaron con la discusión pública de estos temas, como durante la audiencia del subcomité en 1983 en la Corte Federal de Estados Unidos.
En ese entonces, como ahora, necesitamos saber de qué, y de quién, hablamos antes de que podamos abordar los vínculos de las élites con el crimen organizado, y esa es la tarea que comenzamos con esta investigación.
Notas al pie
[1] Senado de Estados Unidos, “El crimen organizado en Chicago: Audiencia ante el Subcomité Permanente para Investigaciones del Comité sobre Asuntos del Gobierno” 4 de marzo de 1983, p.1. Disponible en: https://catalog.hathitrust.org/Record/002762658
[2] Ibid, p. 187.
[3] Ibid, p. 50.
[4] Vease: William F. Roemer, Accardo: The Genuine Godfather (Nueva York, NY, 1996).
[5] Ibid, p. 24.
[6] Ibid, p. 50.
[7] Bill Dwyer, “Details of Spilotro murders revealed in mob trial,” Wednesday Journal, 14 de agosto, 2007. Disponible en: https://www.oakpark.com/News/Articles/8-14-2007/Details-of-Spilotro-murders-revealed-in-mob-trial/
[8] Larry Green, “Mobster Spilotro, Brother Found in a Grave in Indiana,” Los Angeles Times, 24 de junio, 1986. Disponible en: https://articles.latimes.com/1986-06-24/news/mn-20919_1_spilotro-brothers
[9] Senado de Estados Unidos, “El crimen organizado en Chicago: Audiencia ante el Subcomité Permanente sobre Investigaciones del Comité de Asuntos de Gobierno”, 4 de marzo, 1983, pp. 137-138.
[10] Ibid, p. 12.
[11] Ibid, p. 26.
[12] Ibid, p. 72.
[13] Ibid, p. 10.
El trabajo presentado en esta investigación es el resultado de un proyecto financiado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá (IDRC, por sus iniciales en inglés). Su contenido no es necesariamente un reflejo de las posiciones del IDRC. Las ideas, pensamientos y opiniones contenidas en este documento son las del autor o autores.