El control que ejercen las Bacrim sobre territorios como el Bajo Cauca en el norte de Colombia surge del poder de las armas, y la muerte es el precio constante de dicho poder.
En los sectores rurales, los miembros uniformados de las Bacrim armados con rifles de asalto todavía patrullan en unidades que recuerdan sus orígenes paramilitares. Pero en los centros urbanos, su capacidad de agresión radica en sus redes de sicarios.
La vida de un sicario
El sicario es uno de los roles más especializados dentro de las filas de las Bacrim. Su único trabajo consiste en matar o torturar cuando se le solicita. En el Bajo Cauca, se les paga un salario mensual de entre 1,5 y 3 millones de pesos (entre US$500 y 1.000), dependiendo de qué tan valoradas sean sus habilidades, y ganan un bono por cada asesinato realizado, que oscila generalmente entre 200.000 y 300.000 pesos (unos US$70 o 105). En casos especiales, estos pagos pueden llegar a ser de millones de pesos.
Los sicarios independientes (es decir, aquellos que no están en la nómina de Los Urabeños) suelen ganar mucho más que los asalariados, aunque ello depende del objetivo. En el Bajo Cauca hay varios sicarios independientes especializados, a quienes los jefes de las Bacrim suelen llamar cuando no pueden confiar en sus propios hombres, o cuando éstos no tienen las habilidades o los recursos necesarios.
La mayoría de los sicarios son reclutados cuando son adolescentes. Los miembros de la red de las Bacrim identifican en sus comunidades a los niños con problemas o vulnerables, que suelen ser los que tienen problemas familiares o económicos, y los abordan con ofertas de dinero fácil.
"Juan", un muchacho de quince años de edad que prefirió no usar su nombre real, dice que cuando tenía 13 años le ofrecieron 100.000 pesos (unos US$35) para matar a alguien.
"Sabían que yo estaba en una situación desesperada y que estaba buscando trabajo. Al principio dije que no, pero me siguieron durante varios días y finalmente acepté", explicó.
Ese asesinato fue la iniciación de Juan en las Bacrim. Actualmente vive con otros ocho reclutas jóvenes en una casa proporcionada por Los Urabeños. La pequeña y destartalada casa tiene sólo dos habitaciones, y un pedazo de hierro corrugado sustituye la puerta frontal.
"No sé a quién maté o por qué, pero no me importa", dice Juan. "Es más fácil si no sabes nada sobre la víctima".
Tal indiferencia no es inusual. A los sicarios no les suelen decir a quién van a matar o por qué.
"Tomy", quien también prefirió dar un nombre falso, tiene 18 años y también vive en la casa. Se desempeña como "campanero".
"No tenía dónde vivir. Me dijeron que me podrían dar un lugar para vivir", dijo. "Me dieron un teléfono y me dijeron que vigilara a todo el mundo".
Una casa en el barrio de Caucasia conocido como "El Camello"
Los campaneros, también conocidos como "puntos", patrullan sus zonas en busca de caras desconocidas o actividades extrañas, y reportan cualquier irregularidad a su comandante mediante un teléfono proporcionado por los líderes de su unidad. Los campaneros también juegan un papel clave en la recopilación de inteligencia para los asesinatos.
Quienes comienzan en los primeros eslabones de la cadena como campaneros o "extorsionistas" saben que continuarán la carrera como asesinos. Y un día cualquiera los comandantes deciden probar su temple, poniendo un arma en sus manos y ordenándoles que maten a alguien. El entrenamiento, si es que se ofrece, consiste generalmente en una tarde de manejo básico de armas y práctica de tiro al blanco con un veterano de las Bacrim.
"Sé que algún día me pedirán que mate a alguien. Pero estoy listo para eso", dice Tomy.
En las filas de la Bacrim, los sicarios son vistos con respeto y temor al mismo tiempo; son duros, pero también locos. Sin embargo, el precio que pagan suele ser alto. Algunos usan sustancias psicoactivas, e incluso consumen drogas para prepararse para los ataques, y son atormentados por los rostros de las personas a quienes matan. Otros muestran poco remordimiento por lo que han hecho. Pero entre el peso de sus acciones, las presiones de la ley y la organización y la pugna entre poder social y aislamiento, la suya es a menudo una carrera corta y azarosa.
Anatomía de un asesinato
Los sicarios de las Bacrim no operan solos; hacen parte de un equipo dentro del cual cada integrante tiene sus propias funciones y responsabilidades. Hasta hace poco, la red de asesinos de Caucasia constaba de más de 25 individuos, pero muchos de ellos fueron detenidos recientemente en una redada de la policía.
El primer paso para cualquier asesinato consiste en recopilar inteligencia sobre la víctima. Si bien los campaneros son los que suelen realizar esta tarea, en el caso de víctimas de alto perfil o bien protegidas, también puede implicar obtener información sensible proveniente de contactos en las fuerzas de seguridad, las instituciones locales o las empresas.
Los sicarios solamente están armados mientras cumplen su misión, de modo que su primera tarea consiste en encontrarse con los "guarda armas". En Caucasia hay dos pistolas calibre .38 y un revólver de 9 mm a disposición de los sicarios. Hay dos mujeres que trabajan como guarda armas. Ellas mantienen las armas ocultas, pero se aseguran de que haya acceso fácil y rápido a ellas en todo momento.
El día del asesinato, el campanero suele coordinar la acción, informándole al "piloto" (el conductor de la misión) dónde debe reunirse con el guarda armas y dónde se encuentra la víctima.
Los asesinatos suelen llevarse a cabo en lugares públicos, sin considerar quién pueda estar presenciándolos. Los sicarios saben que la mayoría de los testigos se sienten demasiado atemorizados como para hablar. Sus principales preocupaciones son la ausencia de policías, la posibilidad de que el sicario huya fácilmente y el hecho de que la víctima no tenga escapatoria posible. El piloto lleva al sicario lo suficientemente cerca de la escena para que identifique al objetivo, y lo espera con el motor de su motocicleta encendido. El sicario derriba a la víctima con disparos preliminares y luego, si tiene oportunidad, la remata con disparos en la cabeza, para luego volver donde el piloto y emprender la huida.
Hay numerosas razones para convertirse en objetivo de las Bacrim. Ellas deben mantener su monopolio territorial y criminal vigilando violentamente las más mínimas confrontaciones a su autoridad.
Cualquier venta de drogas sin la debida autorización, incluso en los niveles más bajos de ventas callejeras, puede desencadenar una sentencia de muerte. Cualquier miembro de las Bacrim que sea atrapado robando o realizando actividades paralelas, como utilizar el nombre de Los Urabeños para constituir sus propias redes de extorsión, es igualmente castigado con la muerte. Cualquier comerciante que oponga resistencia a sus extorsiones o a otras actividades criminales también puede convertirse en un objetivo.
Para mantener el control también resulta clave la vigilancia de los "sapos", o soplones. Los informantes, bien sean miembros de la organización, rivales o civiles, representan un grave riesgo para los miembros de las Bacrim y para sus intereses económicos.
Las personas que representen un obstáculo para las Bacrim, como los políticos o los periodistas, o los policías y jueces incorruptibles, también suelen terminar en las listas negras. Dado que tales personas están a menudo bien protegidas y su eliminación no siempre es un asunto prioritario, los comandantes suelen poner un precio sobre sus cabezas, que puede ser reclamado por cualquier sicario de dentro o fuera de la organización.
Las Bacrim también llevan a cabo campañas de "limpieza social", según su propio código moral y religioso, y movidas por su deseo de ejercer autoridad e intimidar a la población.
Arresto de alias "Taison", presunto sicario de Caucasia
Los violadores y ladrones —excepto los grupos de las Bacrim que se dedican a robar motos para realizar los asesinatos y luego revenderlas— son objeto de una pena de muerte instantánea. Los drogadictos —a pesar de que son clientes de las Bacrim— suelen ser asesinados, y la comunidad LGBT es rutinariamente amenazada, aunque no se ha demostrado que haya habido asesinatos directamente relacionados con la limpieza social de los miembros de la comunidad LGBT en años recientes.
En varias comunidades del Bajo Cauca, los ciudadanos han informado que las Bacrim también actúan como jurado y jueces de hecho en conflictos vecinales o de familia. Los comandantes dictan sentencias, pero los sicarios son quienes hacen el trabajo. Otros civiles son asesinados como parte de venganzas personales por haberse enfrentado con miembros de las Bacrim, o con sus familiares o amigos.
Sin embargo, las únicas víctimas de las Bacrim no son las personas que han ofendido a la organización. Esta también brinda servicios de asesinato a sueldo a cualquiera que tenga las conexiones adecuadas o el dinero suficiente.
Entre sus clientes se encuentran políticos y destacados miembros de las élites sociales y económicas de la región, así como ciudadanos del común que se mueven en los círculos adecuados. Muchos tienen acceso a los servicios de los sicarios gracias a los pagos voluntarios de protección que hacen a las Bacrim, y otros los pueden contactar para poner una recompensa sobre la cabeza de un rival o de una persona que amenace sus intereses políticos o comerciales. Y otros más buscan los servicios de las Bacrim para crímenes pasionales, a menudo para contratar un sicario que se vengue del amante de una esposa infiel.
*Informe realizado por James Bargent y Mat Charles. Filmado y editado por Mat Charles. Filmación adicional de Sven Wolters.