Cuando el Presidente Barack Obama aterrice en Latinoamérica el 19 de marzo para su primera visita, desde que asumió la presidencia, encontrará una región en una guerra de baja intensidad que es prácticamente invisible y desconocida en el resto del mundo.
Para citar sólo algunos ejemplos: el crimen organizado, y la lucha para sofocarlo, deja más muertos en Centroamérica que las guerras civiles de los años ochenta; para el momento que el Presidente de México, Felipe Calderón, deje el cargo en diciembre de 2012, habrá más homicidios relacionados al narcotráfico registrados en México, que los muertos durante la guerra de Vietnam; una epidemia de crack, muy parecida a la que se extendió por las ciudades de Estados Unidos en los años ochenta, está desgarrando a Brasil; Bolivia se enfrenta a los criminales de Europa del Este; Venezuela está luchando para acorralar a su propio ejército, que cada vez está más vinculado al crimen organizado.
El impacto del crimen organizado en la región amenaza con deshacer 30 años de progreso económico y político. Democracias incipientes y experimentadas por igual se están doblando bajo la presión de los delincuentes (y las contribuciones de campaña). Los militares están siendo llamados para patrullar las ciudades. El consumo de drogas se está extendiendo y los servicios de salud y educación están por ceder.
Hasta ahora, Obama ha ignorado la creciente amenaza de las organizaciones criminales en Latinoamérica. Estado Unidos está eliminando la ayuda a Colombia, y sus paquetes a Centroamérica, el Caribe y México son aún en gran parte simbólicos. En el caso de Centroamérica, por ejemplo, la administración Obama está dando un promedio de US$12 millones para cada uno de los siete países que participan en la iniciativa de seguridad regional.
Pero quizás después de su corta visita, de cinco días, cuando se encuentre cara a cara con algunas de las realidades sobre el terreno y escuche las voces políticas de estas naciones implorando por ayuda, entenderá que estos países están luchando contra fuerzas que ya no pueden ver, nombrar, o arrancar de raíz; que es el momento de Estados Unidos para mirar hacia el sur de nuevo con la misma urgencia que tenía cuando el enemigo se llamaba comunismo, no sea que, algunas de estas frágiles naciones entren en un descenso que los lleve a asemejarse a algo más cercano a la anarquía.
InSight Crime ha estado siguiendo las noticias, los grupos, los jugadores y el alcance de las tendencias regionales y, a través de esta colección de informes, ofrece una visión de los desafíos que enfrenta la región. También estaremos agregando historias y análisis mientras avanza la semana.