Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) —la única entidad gubernamental que ha publicado datos sobre los secuestros de los migrantes—, 9.758 migrantes fueron secuestrados en 33 “incidentes” diferentes, entre septiembre de 2008 y febrero de 2009. En un estudio de 2011, la CNDH estimó que 11.333 migrantes fueron secuestrados entre abril y septiembre de 2010, en 214 incidentes diferentes. Extrapolando los hallazgos de la CNDH en 2011, se puede suponer que alrededor de 20.000 migrantes son secuestrados cada año en México.
Las estimaciones de la CNDH se basan en cientos de visitas a centros de refugiados, iglesias y otros lugares donde se concentran los migrantes. Sin embargo, los analistas gubernamentales cuestionan las cifras, aduciendo que éstas son anecdóticas y provienen de fuentes no confiables y parciales. Algunos observadores sostienen que la metodología utilizada por la CNDH puede ser fácilmente manipulada —por ejemplo, en los casos en los que un mismo migrante cuenta una historia a investigadores de diferentes comisiones, que la registran como un nuevo incidente cada vez—. Sin embargo, la cifra de la CNDH es la única estimación disponible, e incluso si no están de acuerdo sobre el número exacto, todos los expertos y funcionarios del gobierno coinciden en que los peligros para los migrantes que cruzan México son cada vez mayores, especialmente en lo que respecta al secuestro extorsivo.
Sin embargo, muchos migrantes continúan emprendiendo el viaje. La mayoría de ellos buscan la ayuda de los intermediarios tradicionales, popularmente conocidos como “coyotes”, y sus redes de tráfico que operan en toda la región. Los coyotes varían en profesionalismo y precio. Algunos de ellos incursionan en otras actividades, incluyendo el narcotráfico.
Este artículo hace parte de una serie sobre la violencia contra los migrantes. Vea la serie completa aquí.
La capacidad de los coyotes para operar ha estado sujeta a su habilidad para moverse por el nuevo panorama criminal. Eso implica lidiar con dos actores principales, recientemente involucrados en el tráfico de migrantes, y un tercer actor más tradicional. Los nuevos jugadores son las pandillas callejeras y las organizaciones criminales grandes y diversificadas. Como se describió anteriormente, estos dos actores tienen diferentes raíces y diferentes objetivos, pero ambos participan en el negocio del tráfico de personas. El actor más tradicional es el sector público, los funcionarios gubernamentales corruptos y los miembros de las fuerzas de seguridad.
Organizaciones Criminales
En la parte superior de la nueva jerarquía del tráfico de migrantes se encuentran las organizaciones del crimen organizado que cobran piso a cualquier actor que mueva mercancía (en este caso cargamento humano) a través de su territorio. El más famoso de ellos en México son Los Zetas. En su núcleo se encuentran exoficiales de seguridad pública que desertaron a finales de los años noventa, para formar parte del equipo de seguridad privada del Cartel del Golfo. Durante los primeros años, su trabajo principal era proteger al jefe del cartel, Osiel Cárdenas Guillén, y su principal producto, la cocaína. Ellos resultaron ser bastante eficaces, especialmente tomando y ocupando el territorio de los carteles enemigos, y con el tiempo se les asignó la tarea de expandir los intereses del Cartel del Golfo en otras partes de México. (El Cartel del Golfo está involucrado en una amplia gama de negocios, que van más allá del tráfico de drogas y de la trata de personas, en particular, la estafa de seguros.)
Cuando crecieron las fuerzas de protección, Los Zetas aprovecharon las nuevas oportunidades de negocio, y comenzaron a cobrar piso a quienes vendían drogas y contrabandeaban en el mercado local, o a los que manejaban bares ilegales o prostíbulos. Ellos utilizaron el dinero de este impuesto para contratar y entrenar a más soldados. Pronto Los Zetas fueron lo suficientemente grandes como para enfrentarse al Cartel del Golfo. Las primeras señales de una ruptura llegaron después de que Cárdenas fuera arrestado en 2003. Para cuando Cárdenas fue extraditado a Estados Unidos en 2007, Los Zetas habían formado su propia organización independiente. Aunque técnicamente todavía respondían a los dirigentes del Cartel del Golfo, Los Zetas eran ahora una amenaza abierta. Los Zetas se separaron definitivamente del Cartel del Golfo a principios de 2010, después de que el cartel asesinara a un comandante de Los Zetas y se negara a entregar a los asesinos.
VEA TAMBIÉN: Parte I: El surgimiento de pequeños ejércitos de México
En todo momento, Los Zetas se han mantenido fieles a su misión central: tomar y controlar el territorio donde ellos cobran piso a otras organizaciones criminales y, cada vez más, a negocios legales. En la mayoría de los casos, Los Zetas no montan una infraestructura para manejar estos negocios ilegales, aunque sí ofrecen servicios de “seguridad”. Su singular enfoque en el aspecto militar de esta ecuación es una fortaleza y a la vez una limitación. Su flujo de ingresos es variado y sus finanzas complicadas, y quizá sea por eso que se sabe que tienen un sistema de contabilidad estricto que funciona de forma completamente independiente del brazo militar de la organización.
Los Zetas han adoptado la estrategia del Cartel del Golfo de otorgar autonomía a los trabajadores contratados —los lugartenientes, asesinos y halcones—. Algunos de estos trabajadores contratados forman parte de las pandillas, lo que ocasionalmente da lugar a situaciones confusas y complicadas en el terreno. La mayoría son de tiempo parcial (la gente en Monterrey los llama zetillas), y usan sus conexiones con Los Zetas para cometer otros crímenes como el robo de vehículos y los atracos a mano armada. Distinguir los crímenes de Los Zetas de los crímenes motivados localmente es algo difícil, sino imposible.
No es claro cuándo exactamente Los Zetas empezaron a cobrarles dinero a los coyotes, pero en 2008 el grupo se había consolidado en zonas a lo largo de la frontera con Guatemala (especialmente en Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo), desde donde ellos podían lanzar ataques sorpresa sobre los migrantes. Desde entonces, sus zonas de operación se han extendido a lugares como Veracruz, San Luis Potosí y, sobre todo, Tamaulipas. Este último estado se ha convertido en una parte del viaje especialmente difícil para los migrantes, ya que la lucha entre Los Zetas y el Cartel del Golfo se ha intensificado. En agosto de 2010, presuntos integrantes de Los Zetas mataron a por lo menos 193 migrantes en una hacienda abandonada; las razones de ese asesinato aún se desconocen [3]. A principios de 2011, la guerra involucró a cientos de personas más, quienes fueron sacadas de buses públicos y reclutadas a la fuerza como “soldados”, o fueron asesinadas por ser presuntas colaboradoras del Cartel del Golfo, y luego enterradas en fosas comunes.
Los Zetas no es la única gran organización criminal que victimiza a los migrantes. Las facciones de muchas organizaciones participan en actividades similares, bien sea directa o indirectamente. El Cartel del Golfo parece ser el más activo, y trabaja tanto con la policía mexicana como las autoridades de migración mexicana, con el fin de capturar a sus víctimas. Facciones de los carteles de Juárez y Tijuana también cobran piso a los traficantes locales, y pueden, en el caso de Juárez, estar directamente involucrados en el tráfico. Algunas fracciones de la antigua Familia Michoacana, ahora llamada Caballeros Templarios, y del cartel de Sinaloa, supuestamente también han desplazado a los coyotes que operan en sus territorios, y han intentado tomar el control de este negocio.
También hay grandes grupos independientes y semiindependientes que operan en toda la región fronteriza entre México y Estados Unidos. El autor de este artículo tuvo acceso a un archivo en el que se documenta el caso de una red de secuestro de Baja California que engañaba a migrantes mexicanos que pasaban a través del vecino estado de Sonora, haciéndoles creer que cruzarían la frontera cerca a Tijuana. En lugar de esto, el grupo secuestraba a los migrantes, y sus parientes debían depositar dinero en las cuentas controladas por la red. Los integrantes de esta red además abusaban físicamente de las víctimas, violando a las mujeres y golpeando fuertemente a los hombres.
Pandillas
La participación de las pandillas en el negocio del tráfico de personas no es uniforme a través de la región, pero parece estar dividido en dos grandes categorías: los depredadores y los informantes. Existen numerosos informes sobre miembros de pandillas que acosan, roban y violan a migrantes que se desplazan hacia el norte. Los pandilleros viajan o se hospedan junto a los migrantes, algunas veces en casas de refugio establecidas por organizaciones no gubernamentales (ONG) al lado de rutas conocidas, y reúnen información sobre las potenciales víctimas. Estos informantes luego pasan la información a organizaciones criminales más grandes o a fuerzas de seguridad corruptas, que acorralan a los migrantes en masa para robarles o extorsionarlos a ellos o a sus familias. En general, las pandillas parecen ser trabajadores contratados para tales proyectos.
Diversas pandillas aparecen para controlar diferentes segmentos de las rutas. Sin embargo, a pesar de la masiva presencia de las pandillas callejeras en el Triángulo del Norte, no hay evidencia de que éstas cumplan algún papel hasta que los migrantes cruzan a México. Su presencia en México es especialmente fuerte a lo largo de las vías férreas, la cuales son frecuentemente utilizadas por los migrantes. Sus blancos, como los grupos criminales más grandes, son usualmente los migrantes centroamericanos que intentan el viaje sin los servicios de un coyote.
Las pandillas continúan acosando a los migrantes en Estados Unidos, donde parecen tener más autonomía que en México, y a menudo imitan las actividades de grupos como Los Zetas. Esto se debe a que Los Zetas no controlan el territorio en el cual operan las pandillas en Estados Unidos. En un caso reciente en Houston, las pandillas le exigieron el pago de piso a un contrabandista y retuvieron su cargamento humano hasta que él accedió a sus demandas [4]. Las autoridades de Estados Unidos llaman a esto “coyote rip”: una pandilla que comanda un grupo de inmigrantes y luego los retiene para cobrar su rescate. Según las autoridades de Estados Unidos, varios casos de secuestro en Phoenix están conectados con “rips” similares o con traficantes que les exigen más dinero a sus clientes. Según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, en Phoenix se reportaron cerca de 300 secuestros por año entre 2006 y 2009 [5].
A lo largo de esta cadena, funcionarios estatales corruptos y fuerzas de seguridad públicas parecen estar prestos a aprovecharse de los migrantes que han logrado eludir a las organizaciones criminales. Esto incluye unidades del Instituto Nacional de Migración (INM), quienes el año pasado supuestamente entregaron al menos 120 migrantes a miembros del Cartel del Golfo para que fueran retenidos para luego exigir un pago por su rescate. Seis funcionarios del INM fueron eventualmente arrestados por el crimen[6]. Al parecer, algunos policías estatales y locales también establecieron operativos de captura de migrantes. En algunos casos, la policía parece estar trabajando con los criminales. En Reynosa, cuatro oficiales de la policía fueron arrestados después de que 68 migrantes fueran rescatados de supuestos miembros del Cartel del Golfo [7]. Los puestos de control del ejército también son puntos de paso difíciles para los coyotes y migrantes, y personal del ejército ha estado conectado con extorsiones y secuestros masivos [8].
Lograr abordar este desafío requiere una combinación de dinero, experiencia, y suerte. Los migrantes tienden a ser categorizados en tres grupos:
- Aquellos que pueden darse el lujo de organizar los viajes por vía aérea, bien sea utilizando un coyote o algún otro servicio especializado;
- Aquellos que tienen que combinar viajes por aire, agua y tierra, usando un coyote;
- Y aquellos que viajan por tierra y no pueden pagar un coyote.
Coyotes
Basándose únicamente en evidencia anecdótica, tanto aquellos que pagan un servicio especializado o un coyote para organizar el viaje, como aquellos que no lo hacen, están en riesgo, aunque la percepción es que al contratar un coyote las probabilidades de ser victimizado se reducen significativamente. (Este artículo no examina la primera categoría de migrantes mencionados, y en su lugar se enfoca en las otras dos categorías, ya que los que viajan por vía aérea no enfrentan los mismos riesgos que los que viajan por vía terrestre).
Para aquellos que viajan solos, sin coyotes, los peligros empiezan casi inmediatamente inician el viaje. Sus enemigos a menudo son sus compañeros de viaje. Tanto los miembros de las pandillas como otros migrantes que trabajan como informantes obtienen información acerca de sus compatriotas mientras viajan, y luego pasan esta información a los oficiales corruptos, las pandillas o las organizaciones criminales. Los grupos criminales detienen a los viajeros independientes y los retienen o secuestran en grupos. Luego usan la información obtenida para reclamar un pago por su rescate, o una extorsión.
VEA TAMBIÉN: Parte II: Pandillas, deportación y violencia en Centroamérica
Estas “detenciones” pueden durar horas, días o incluso semanas. Los grupos criminales más sofisticados han desarrollado una extensa infraestructura para acomodar numerosas víctimas. Existen historias de decenas de víctimas secuestradas que han sido retenidas en grandes bodegas o apartamentos, hasta que puedan arreglar el pago para sus captores [9]. Los pagos se hacen a cuentas bancarias en Estados Unidos o México, o son transferidos directamente, a través de servicios como Western Union [10]. Las cantidades varían pero pueden llegar a los miles de dólares.
Incluso quienes disponen del dinero para contratar coyotes no tienen garantizado un viaje seguro y libre de incidentes. A quién contraten y cuánto puedan pagar para hacer su recorrido por este paisaje criminal puede establecer la diferencia entre la vida y la muerte. Usualmente, el proceso empieza en el país de origen de los migrantes; un coyote recauda el dinero al comienzo del viaje y envía un representante para que acompañe a los migrantes. La tarifa general oscila entre 2.000 y 10.000 dólares americanos, y puede incluir transporte y alojamiento para grupos pequeños y grandes. En el mejor de los casos, esta tarifa también incluye sobornos a personal de empresas privadas (conductores de autobuses, gerentes de hoteles y otros empleados) y de fuerzas de seguridad (policía, ejército y aduana), así como comisiones para las pandillas y las organizaciones criminales en el camino.
Es especialmente complejo saber cómo los coyotes garantizan un viaje seguro. Según una fuente familiarizada con los arreglos, los coyotes pagan 30.000 dólares americanos semanalmente a Los Zetas, quienes garantizan un paso seguro a un número específico de migrantes que crucen su territorio durante esa semana [11]. Otro coyote le dijo a un investigador que pagaba 500 dólares americanos por cabeza, una vez llegaba a una zona determinada (en este caso, la ciudad de Monterrey, Nuevo León) donde él sabía que grandes grupos criminales tenían el control [12]. A cuál grupo le debía pagar dependía de lo que estuviera ocurriendo en la zona. Sin embargo, los coyotes responsables puede llevar dinero extra en efectivo a la mano para cualquier imprevisto. No importa cuál sea el sistema, siempre hay una gran posibilidad de que se presenten confusiones acerca de quién le pagó a quién y cuándo. Además, en un panorama cambiante, es difícil para los coyotes y sus representantes identificar apropiadamente la función de un determinado grupo criminal y de los informantes.
Mezcla de 'cargas'
Hay evidencia de que numerosas organizaciones criminales en México se lucran de la migración humana, pero la mayoría parecen más interesadas en recolectar piso que en pasar personas por las fronteras. Sin embargo, algunas organizaciones criminales de Centroamérica parecen haber ampliado su portafolio para incluir el tráfico de personas.
El ejemplo más claro de esto es José Natividad Luna Pereira, también conocido como “Chepe” Luna, de nacionalidad salvadoreña, que opera en el Triángulo del Norte. Luna comenzó su carrera transportando productos lácteos de contrabando de Honduras a El Salvador durante la década de los ochenta. Estas hazañas la valieron a Luna y sus colaboradores el apodo de Cartel de los Quesos. Luna luego incursionó en el tráfico de personas y más tarde se inició en el tráfico de drogas.
En la región, Luna sigue siendo uno de los más importantes traficantes de mercancías legales e ilegales, incluyendo mercancías de contrabando, carros robados y cocaína. Al igual que sus homólogos, mueve sus productos a través de una serie de empresas de transporte que operan en todo el istmo. Su infraestructura legal le ha permitido aprovechar numerosas iniciativas empresariales, utilizándolas para cooptar agentes de la policía judicial y de los sistemas de inmigración. El resultado es una vasta red criminal multinacional y multidimensional que incluye el tráfico de personas.
Otras organizaciones cumplen roles más pequeños en la cadena del tráfico humano. Exmilitares de Guatemala utilizan sus contactos o su control sobre ciertas oficinas gubernamentales para suministrar documentación legítima de los migrantes, en su mayoría de viajeros con medios suficientes y que utilizan el país como punto intermedio. Estas personas pueden obtener la documentación de funcionarios corruptos antes de comenzar su viaje hacia el norte.
No parece que haya muchas pandillas centroamericanas implicadas en el tráfico de personas, pero algunas están presuntamente relacionadas con la trata de personas, y en especial con la prostitución forzada. Los Zetas también se han conectado a la trata de personas en los países del Triángulo del Norte y en México. Según el cónsul de Honduras en Chiapas, Los Zetas han obligado a numerosas mujeres hondureñas a prostituirse en el sur de México [13].
Hay algunos informes de que los migrantes están siendo utilizados para traficar pequeñas cantidades de drogas. El Departamento de Justicia de Estados Unidos, en su evaluación de la frontera entre Texas y México, dijo que los traficantes utilizan lanchas “tiburón” para pasar drogas y migrantes, aunque no está claro si los migrantes y las drogas se transportan en los mismos viajes [14]. Otras evaluaciones de seguridad del Departamento de Justicia también observan esta mezcla de “cargas” [15].
Funcionarios de la agencia estadounidense de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP por sus iniciales en inglés) no le proporcionaron al autor datos específicos sobre la materia, y la mayoría de los informes de inteligencia del Departamento de Justicia no mencionan o no entran en mucho detalle sobre la conexión entre el tráfico de personas y drogas. También puede haber cierta confusión, ya que los grupos de narcotraficantes contratan a migrantes para pasar mochilas llenas de drogas por la frontera, especialmente en las zonas desérticas, como la frontera con el estado de Arizona [16]. Sin embargo, esto parece ser otro tipo de operación. En otras palabras, es distinto traficar grandes cantidades de seres humanos, algunos de los cuales pueden llevar pequeñas cantidades de drogas, a utilizar a un individuo para pasar de contrabando una mochila llena de drogas.
Los informes mexicanos también parecen corroborar la teoría de que los migrantes son utilizados para el contrabando de narcóticos, aunque, de nuevo, es difícil evaluar la prevalencia de esta práctica. Una de las teorías acerca de la masacre de agosto de 2010 en San Fernando, por ejemplo, señala que los migrantes se habían negado a llevar drogas a Estados Unidos. Aunque hay poca evidencia en este caso, los funcionarios de inteligencia mexicanos le dijeron al autor que las organizaciones del narcotráfico utilizan a los migrantes para llevar pequeñas cantidades de drogas. Dichos funcionarios también señalaron que los migrantes son reclutados por las bandas criminales mexicanas en gran número. Algunos de ellos van voluntariamente, dijeron, mientras que otros son reclutados a la fuerza. Los que se niegan se arriesgan a ser ejecutados.
Los migrantes también parecen estar conectados a la compra de armas al por mayor y al transporte de éstas a través de la frontera entre Estados Unidos y México. Las redes de traficantes de armas suelen tener familias en ambos lados de la frontera, muchas de las cuales tienen doble nacionalidad y cuentan con conexiones con las operaciones criminales en México. Los traficantes utilizan testaferros (por lo general personas que no tienen antecedentes penales) para comprar varias armas, que luego son traficadas a México en grandes cantidades, a través de la frontera, y vendidas a las organizaciones criminales, tanto grandes como pequeñas. Los migrantes pueden ser utilizados como compradores, aunque realmente no llevan ningún producto a ningún lado de la frontera. Sin embargo, la necesidad de encontrar compradores y vendedores de armas “limpios” hace que el uso de los migrantes ilegales sea menos probable.
Conclusión
El viaje de los migrantes desde Centroamérica hacia el país del norte, atravesando México, siempre ha sido peligroso e impredecible, pero en los últimos años han surgido varios obstáculos nuevos. Estos son el resultado de una transformación de las organizaciones criminales de la región. En México, lo que eran grupos pequeños, de gestión familiar, se han transformado en grandes organizaciones delictivas con capacidad militar y un amplio portafolio de actividades criminales, incluyendo el secuestro de migrantes para pedir rescates. Al mismo tiempo, las pandillas han proliferado en la región, sirviendo como los “ojos y oídos” de estas grandes organizaciones criminales, de modo que puedan apoderarse de un gran número de migrantes en sus trayectos.
Estos actores criminales, a menudo en connivencia con las fuerzas de seguridad y funcionarios del gobierno corruptos, se aprovechan de miles de migrantes. Las estimaciones de cuántos son víctimas no son fiables, pero todas las fuentes consultadas por el autor durante un período de dos años señalan que el riesgo de ser secuestrado ha aumentado de manera exponencial para los migrantes. Muchos de los que no pudieron o no quisieron pagar el rescate han sido asesinados. Una vez más, no hay estadísticas confiables, pero hay fosas comunes, específicamente en el norteño estado mexicano de Tamaulipas, donde operan Los Zetas.
Por su parte, Los Zetas son el más claro ejemplo de una organización criminal mexicana que ha diversificado su portafolio. Este grupo, que comenzó como un brazo armado del Cartel del Golfo, se ha convertido en una organización criminal multifacética que se centra en el control del territorio y cuenta con entrenamiento y tácticas avanzadas. Otras organizaciones criminales que operan en territorio de los Zetas deben pagar un alto costo. El territorio de Los Zetas abarca las rutas más frecuentadas por los migrantes que se dirigen a Estados Unidos.
Grupos como Los Zetas han cambiado las reglas del juego. Los coyotes que transportan a los migrantes deben acordar el pago a Los Zetas (o a los otros grupos criminales) o arriesgarse a perder su carga. Los migrantes sin coyotes corren el mayor riesgo de ser víctimas, aunque contratar un coyote no garantiza un paso seguro. La naturaleza semiautónoma y amorfa de los grupos criminales de hoy en día hace que el viaje del migrante sea más impredecible que nunca. Mientras tanto, el dinero de los rescates mantiene el interés de los grupos criminales y, en algunos casos, las usuras llegan a hasta Estados Unidos. Por ejemplo, las pandillas en Estados Unidos pueden victimizar a los migrantes después de su llegada.
El negocio del tráfico humano se cruza con otras actividades criminales. Algunos traficantes también entran en el negocio de la trata de personas, muchas de las cuales se ven obligadas a ejercer la prostitución; otros traficantes han incursionado en el tráfico de drogas. Los migrantes son reclutados a la fuerza por parte de las bandas criminales, especialmente en México. Algunos de estos migrantes se han convertido en “soldados” para las grandes organizaciones delictivas, mientras que otros se ven obligados a transportar pequeñas cantidades de drogas por vía terrestre.
Este artículo hace parte de una serie sobre la violencia contra los migrantes. Vea la serie completa aquí.
Notas:
[1] Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Informe Especial de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre el Secuestro contra los migrantes (Ciudad de México: CNDH, febrero de 2011), /news/briefs/mexican-national-commission-on-human-rights-special-report-on-immigrant-kidnapping-in-mexico
[2] Ibíd., 26.
[3] En un principio, sólo se descubrieron 72 cadáveres, pero tras una investigación complementaria el recuento corporal total se encontró que era 193.
[4] Steven Dudley, 'Coyote' Rips in Houston Give Migrants Another Headache," InSight Crime, mayo de 2011 /news/analysis/ms-13-coyote-rips-in-houston-give-migrants-another-headache
[5] Departamento de Justicia de Estados Unidos, Unidad de Inteligencia Nacional sobre Drogas (NDIC), US Southwest Border Smuggling and Violence (Washington, DC: USDOJ, 2010), www.justice.gov/ndic/pubs38/38661/swb.htm
[6] Geoffrey Ramsey, "Migrants Accuse Mexico Immigration Officials in Kidnap Case,” InSight Crime," Crimen InSight, mayo de 2011 /news/analysis/migrants-accuse-mexico-immigration-officials-in-kidnap-case
[7] Dudley, "'Coyote' Rips in Houston Give Migrants Another Headache,"
[8] Amnistía Internacional, Invisible Victims: Migrants on the Move in Mexico (London: Amnesty International, 2010), www.amnesty.org/en/library/asset/AMR41/014/2010/en/8459f0ac-03ce-4302-8bd2-3305bdae9cde/amr410142010eng.pdf.
[9] Óscar Martínez: "Somos de los Zetas", El Faro, de noviembre de 2009, https://m.elfaro.net/es/200911/migracion/386
[10] En 2010, Western Union pagó US$94 millones a las autoridades estatales para ayudar a resolver una investigación de 10 años sobre sus prácticas. Parte del dinero fue usado para las iniciativas contra el lavado de dinero en Arizona, Nuevo México, Texas y California. Véase Jonathan Stempel, “Western Union to Pay $94 million in Laundering Probe,” Reuters, February 2010, www.reuters.com/article/2010/02/11/westernunion-moneylaundering-idUSN1119905220100211.
[11] Entrevista del autor con ex funcionarios del consulado salvadoreño, mayo de 2011.
[12] Southern Pulse, “Inside Illegal Entry — From San Salvador to Houston,” InSight Crime, March 2011, /investigations/inside-illegal-re-entry-from-san-salvador-to-houston
[13] Geoffrey Ramsey Geoffrey Ramsey, “Trafficking, Force Prostitution Denounced in Chiapas,” InSight Crime, Abril 2011, /news/analysis/with-human-trafficking-up-in-southern-mexico-zetas-emerge-as-major-culprits
[14] USDOJ, NDIC, Houston High Intensity Drug Trafficking Area Drug Market Analysis (Washington, DC: USDOJ, 2007), www.justice.gov/ndic/pubs23/23932/outlying.htm#Figure_3.
[15] USDOJ, NDIC, Arizona High Intensity Drug Trafficking Area: Drug Market Analysis (Washington, DC: USDOJ, 2007), www.justice.gov/ndic/pubs22/22934/22934p.pdf.
[16] Ibíd.
*Este trabajo se elaboró y se publicó a pedido de Migration Policy Institute, que junto con el Woodrow Wilson Center for International Scholars está dirigiendo una iniciativa de investigación de tres años sobre México, Centroamérica y Estados Unidos. Vea otros informes de la misma iniciativa aquí.