Una nueva generación de exparamilitares se encuentra en el centro de la guerra contra las drogas en los Llanos Orientales de Colombia. Rastrear el pasado de un líder en particular, arroja luces sobre las etapas evolutivas del conflicto en la región.
Martín Farfán, alias "Pijarbey", ha tenido una larga carrera criminal en los Llanos Orientales; la cual en muchos aspectos es representativa de las mutaciones sufridas por los grupos paramilitares de Colombia en las últimas dos décadas. Al igual que muchos de los que fueron reclutados por los paramilitares, Pijarbey ya tenía algún tipo de formación militar. En 1993, formó parte de un batallón militar con sede en la ciudad más grande de los Llanos Orientales, Villavicencio. Ese mismo batallón luego sería el responsable de la desactivación de muchos de los laboratorios de cocaína manejados por el grupo criminal de Pijarbey.
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En algún momento, luego que su carrera militar terminara, Pijarbey formó parte de un bloque paramilitar dedicado a desafiar la influencia de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Conocido como el Bloque Centauros, dominó los departamentos de Casanare y Meta, el corazón económico de los Llanos Orientales. Esta fue sólo una de las muchas facciones paramilitares que formaron parte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Pero, en septiembre de 2004, el líder del Bloque Centauros fue emboscado y asesinado por un hombre que más tarde se convertiría en el indiscutible capo de la región: Pedro Oliveiro Guerrero, alias “Cuchillo”. El Bloque Centauros se dividió en dos facciones, de las cuales sólo una se desmovilizaría en abril de 2006 bajo el nombre del Bloque "Héroes de los Llanos".
Pijarbey estaba entre los que entregaron sus armas, sólo para retomarlas después. Se convirtió en uno de los principales hombres del grupo criminal de Cuchillo, el ERPAC. Este grupo era sólo una de las muchas facciones de las AUC que no se desmovilizaron completamente, y que continuaron traficando drogas y sembrando el terror en el campo. En el apogeo de su poder, el grupo forjó una alianza para traficar drogas con sus antiguos rivales, las FARC, y manejó una empresa capaz de exportar entre dos y tres toneladas de cocaína mensuales a Venezuela.
Pijarbey fue asignado para manejar las exportaciones de droga en el departamento fronterizo de Arauca, uno de los cuatro departamentos que conforman los Llanos Orientales de Colombia. También actuó como el principal contacto de Cuchillo con los diversos agentes de seguridad que protegían al ERPAC, y sus operaciones de narcotráfico, alimentando el conocimiento de Pijarbey de cualquier redada inminente de la policía en la zona.
El arresto de Pijarbey en diciembre de 2009 fue sólo el comienzo de una larga serie de capturas y muertes que se supone que representan el desmantelamiento del ERPAC. En ese momento, el propio presidente Álvaro Uribe elogió la operación conjunta entre la policía y el ejército, que logró la captura de Pijarbey en el municipio rural de Mapiripán, Meta. Cuatro helicópteros de la policía y unos 300 miembros de una unidad militar de élite entrenada en combate en la selva participaron en la redada, una señal de la importancia de la captura de Pijarbey para el gobierno. También había una recompensa de 1,7 millones de pesos por su cabeza en ese momento, lo que puede haber ayudado a las autoridades a obtener la información necesaria para arrestarlo.
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El ERPAC sufrió golpes por su propia cuenta con Pijarbey tras las rejas. Cuchillo fue asesinado en una redada en 2010 en la víspera de Navidad. Su sucesor oficial decidió entregarse al gobierno, junto con cientos de seguidores, aproximadamente un año después.
Ahora, como se destaca en un reciente informe del International Crisis Group, Pijarbey ha vuelto a sus antiguas áreas de operación, liderando un grupo de al menos 100 combatientes, que se hacen llamar Libertadores de Vichada. Según informes, están luchando contra otra facción del ERPAC, el Bloque Meta, por el control de los laboratorios de procesamiento de cocaína y las rutas de tráfico en Venezuela.
La saga de Pijarbey es representativa de las muchas transformaciones sufridas por las poderosas facciones de las AUC en la última década. El fenómeno no es diferente a lo que ocurre en México: mientras el gobierno mejora en el desmantelamiento de los grupos criminales organizados, ya sea a través de un proceso de desmovilización formal (como en el caso de las AUC), o a través del derribo de los líderes, estas organizaciones reaccionan dividiéndose como amebas. El ERPAC en sí, se formó a partir de una escisión en el Bloque Centauros; con el regreso de Pijarbey a los Llanos Orientales, parece como si la región estuviera entrando en una nueva generación del conflicto. Como señala el International Crisis Group, el fracaso del gobierno para llevar correctamente hombres como Pijarbey a la justicia, una y otra vez, es una de las razones clave por las cuales el ciclo de la violencia aún no se ha roto.