Los Zetas tienen muchas caras. El grupo es a la vez sofisticado y despiadado; coordina emboscadas multicaravanas envía matones para lanzar un ataque a una estación de policía. Cuenta con pandilleros y francotiradores de las fuerzas especiales en su nómina. Puede utilizar un sofisticado sistema de radio y un machete en una misma operación. Cuenta con una plataforma política que consiste en sacudir a toda la clase política. Y tiene el sistema de contabilidad de una empresa multinacional, pero la extraña habilidad de destruir sus propias fuentes de ingresos.

Es, en esencia, más un organismo que una organización. Por esta razón, se tiende a ver lo que se quiere cuando se los mira, incluso cuando se analiza el mismo evento. Tómese, por ejemplo, el asalto al Casino Royale el 25 de agosto de 2011 en Monterrey, cuando ocho hombres entraron al casino en cuatro autos con armas automáticas, gasolina y encendedores; dos veteranos analistas de seguridad vieron cosas totalmente diferentes.

*Este artículo hace parte de una serie sobre la presencia de Los Zetas en la ciudad de Monterrey. Vea la serie completa aquí. También puede descargar el PDF completo aquí.

Para un analista, el grupo era una unidad de choque sofisticada y bien entrenada. Un video de las cámaras de seguridad del ataque, obtenido en YouTube, mostró “un despliegue de profesionalismo”, dijo a InSight Crime vía correo electrónico. También estableció que el primer vehículo era “el camión blindado artillado”, que protegía al comandante en su Mini Cooper. Los “elementos” entran en el edificio con rapidez, mientras que otro coche bloquea el tráfico paralelo. Luego el camión artillado cierra. El analista se maravilló de cómo diversos centinelas y vehículos despejaron el espacio cerca de donde se llevaba a cabo la operación y se preguntó cuántos centinelas más podría haber en la zona.

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No obstante, otro analista de seguridad con mucha experiencia, dijo que los incendiarios de Monterrey eran aficionados con poca capacidad para contenerse.

“Estos chicos son una broma”, comentó a InSight Crime el exoficial de inteligencia mexicano Alejandro Hope* en ese momento. “Ellos se dejaron filmar. Dejaron huellas digitales por todas partes. Fueron capturados por la policía de Nuevo León. ¿Cómo puedes ser sofisticado si dejas que la policía de Nuevo León te capture?”.

YouTube video

Aficionados o no, el resultado fue el mismo: 52 muertos, en su mayoría mujeres de mediana edad que quedaron atrapadas por las llamas que envolvieron el edificio en cuestión de segundos. El escándalo que siguió sobre el control criminal de los casinos envolvería al alcalde de Monterrey, cuyo hermano fue filmado recibiendo una gran suma de dinero de un casino, en lo que parecía ser el pago de una extorsión. Pero su caso era tan desconcertante como el ataque del incendio provocado. Los periodistas y los políticos de la oposición dijeron a InSight Crime que el pago era parte de la red de extorsión de los Zetas, mientras que un oficial antinarcóticos local dijo que era un asunto diferente y un esquema de extorsión separado.

Desde refugio hacia Punta de Lanza

Cómo y por qué se establecieron los Zetas en Monterrey, es el comienzo de una larga explicación de lo que son y de la manera como operan. El grupo, como se ha documentado, no siempre fue libre de hacer lo que quisiera. Era parte de una estructura mayor, uno de los muchos ejércitos privados que estaban en deuda con el Cartel del Golfo. Este cartel había trabajado mucho tiempo en y alrededor del área metropolitana de Monterrey (En adelante, cuando hable de Monterrey o de la zona, me refiero al área “Metropolitana de Monterrey”, la cual, según la definió la agencia gubernamental de estadísticas, INEGI, comprende los municipios de Apodaca, García, Escobedo General, Guadalupe, Juárez, Monterrey, San Nicolás de los Garza, San Pedro Garza García, Santa Catarina y Santiago). El primer líder del Cartel del Golfo, Juan García Abrego, fue capturado a las afueras de esta ciudad. Pero su sucesor, Osiel Cárdenas, estaba menos interesado en Monterrey y mantuvo su distancia. Según se dice, los Zetas también lo hicieron.

De hecho, Monterrey no es la cuna de Los Zetas. No es de donde provienen sus altos mandos. No tiene ninguna conexión especial con la tradición Zeta. Ni siquiera lo consideraban un lugar para hacer negocios hasta hace poco. Monterrey ha sido considerado más como un refugio para grandes narcotraficantes —un lugar donde podían enviar a sus familias para protegerlas de la violencia de Juárez, Tijuana o Culiacán—. Amado Carrillo, el legendario “Señor de los Cielos”, presuntamente mudó a su esposa e hijos a San Pedro Garza García, a las afueras de la ciudad, en los años noventa. Otros hicieron lo mismo.

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Con la clase alta más rica per cápita del país, San Pedro es atractivo por muchas de las mismas razones que el resto del área metropolitana de Monterrey. Se encuentra cerca de Estados Unidos. Empresas mexicanas y estadounidenses, como Caterpillar y Callaway Golf, fabrican desde hace mucho tiempo sus productos en la zona, antes de llevarlos hacia el norte, a varios cruces fronterizos. La presencia de empresas extranjeras ha significado grandes flujos de dólares que entran y salen de un sistema bancario sofisticado y extenso. Y por centros comerciales y buenos restaurantes, a menudo la ciudad ha sido comparada con Dallas. Pero definitivamente NO es Estados Unidos. El ejemplo más obvio es el expresidente municipal de San Pedro, Mauricio Fernández Garza, quien admitió abiertamente haber creado una organización paramilitar para “limpiar” la zona de criminales.

Los aliados de Fernández en esta empresa fueron la Organización de los Beltrán Leyva (OBL), que decidieron convertir la ciudad en su refugio hacia 2008, para escapar de la guerra en otras partes del país. En ese tiempo, el mundo del narcotráfico en México pasaba por una profunda transformación, disgregándose y realineándose de las maneras más impredecibles. Tras la detención de uno de sus líderes, Alfredo Beltrán Leyva, la OBL se había separado de sus socios de larga data, el Cartel de Sinaloa.

Los enfrentamientos entre los dos grupos dejaron a Culiacán y Morelos en ruinas, e hicieron que San Pedro pareciera refugio seguro. La OBL, sin embargo, llevó el acuerdo a otro nivel, y usó San Pedro tanto como lugar de descanso como de negocios. Cooptaron a políticos y empresarios, y crearon esquemas de extorsión complejos, uno de los cuales involucraba la estafa de una compañía de seguros de vida. También introdujeron a su nuevo socio, Los Zetas.

Ganada la “plaza”, ganada la guerra

Los Zetas estaban experimentando su propia transformación en ese momento. Habían estado creciendo gradualmente desde su formación a finales de los años noventa y se habían dado cuenta de que ser cuerpos de seguridad era una manera natural de obtener ingresos de otras fuentes, lo que también les dio la oportunidad de ampliar su miniejército. El dinero provenía sobre todo de la parte del sistema de extorsión, o cuotas, que el Cartel del Golfo había impuesto en sus áreas de influencia.

El bajo mundo en México opera con la lógica de que otros grupos narcotraficantes tienen que pagar un “piso” (alquiler) a quien controla la “plaza” (corredor de tráfico), si desean utilizar el territorio para sus actividades criminales. Al principio, cualquier plan de extorsión de los Zetas requería el visto bueno del líder del Cartel del Golfo, Cárdenas. Pero después de que Cárdenas fuera capturado y encarcelado en 2003, comenzaron a operar con mayor independencia. En el momento en que el gobierno mexicano extraditó a Cárdenas a Estados Unidos en enero de 2007, los Zetas fueran efectivamente una organización independiente.

Lo que esto significó en la práctica nos lleva al corazón de lo que hace tan difícil descifrar una organización como Los Zetas. Su formación y destreza militar hizo de ésta la organización criminal más efectiva y peligrosa de México. Otros grupos criminales que no estaban preparados para ellos, y encontrarían que la expansión territorial sería la parte fácil del trabajo. Bastaron sólo unos pocos ex soldados y policías bien entrenados, por ejemplo, para invadir una ciudad pequeña.

Para obtener estos reclutas, se infiltraron en redes de personal y ex personal de seguridad donde había muchos desempleados y subempleados. El ejército mexicano también expulsa o releva a miles de soldados cada año —casi 85.000 entre diciembre de 2006, cuando el ex presidente Enrique Calderón asumió el cargo, hasta mayo de 2012—. La policía también ha expulsado a miles desde 2006. Y Los Zetas han utilizado durante mucho tiempo la propaganda que apela a un sentido de camaradería y valores militares.

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No obstante, fue el dinero más que los valores lo que atrajo a un ex soldado, al que llamaré “Dragón,” por un tatuaje que tenía. En su testimonio a los agentes después de su captura, que hizo parte de un caso en contra de los Zetas, Dragón dijo que luego de dejar el ejército, estudió educación en una universidad del estado de Veracruz, y al no poder encontrar trabajo en su campo, empezó a trabajar con una compañía que construye barcos.

La crisis económica golpeó, y él fue despedido. Su hija se enfermó por la misma época, y le pidió un préstamo a un amigo, que trabajaba como “halcón”, o centinela, para Los Zetas. El centinela le dio el dinero y le preguntó si quería unirse. Se negó, pero al no poder encontrar trabajo, aceptó.

Después de trabajar como “halcón” por un tiempo, Los Zetas vieron que tenía potencial y habilidades con las armas y lo ascendieron a sicario. Luego fue enviado a Ciudad del Carmen, en el estado de Campeche, una ciudad de 150.000 personas en la esquina sureste de la península de Yucatán, donde se unió a un pequeño grupo de Los Zetas que se preparaban para tomar el control de esa plaza.

Dragón dijo a los investigadores que, para hacer el trabajo Los Zetas, enviaron a tres tenientes con cinco soldados cada uno, un número al que habían llegado, porque podían acomodar cada unidad de seis personas en su propio vehículo. Uno de los líderes en su célula era un exoficial militar hondureño, dijo Dragón. Los demás eran todos ex policías y exmilitares mexicanos.

El grupo comenzó la toma enviando de dos hombres a comprar drogas. En cuestión de horas, localizaron lo que se denomina una “tienda” en México. Esa noche, organizaron y ejecutaron una incursión. Se encontraron con que el jefe de la tienda era una mujer, apodada “La Reina del Sur”, una referencia quizás a otra narcotraficante más famosa que había sido encarcelado en semanas anteriores. Después de torturarla y sacarle información acerca de las otras tiendas y distribuidores de drogas, los Zetas le explicaron que eran los nuevos jefes y que ella les pagaría piso.

“O te alineas o te mueres”, agregaron.

(Es un axioma poderoso en el mundo del hampa: “o te alineas o te mueres”).

Luego fueron a las demás tiendas y repitieron el proceso. Esto los llevó a otras actividades criminales, como los vendedores de piratería y las redes de prostitución. En una semana, los Zetas estaban cobrando “piso” a cada empresa criminal de Ciudad del Carmen. Era un modelo que estaban replicando en el resto del país.

Pero Los Zetas también entendieron que controlar este cuadro militar altamente capacitado sería a su vez un desafío de enormes proporciones. Eran, en cierto modo, víctimas de su propio éxito. Era tan fácil tomar una plaza, y eran tan buenos en eso, que sus propios hombres buscaron la misma independencia que ha hecho del grupo un comodín en el bajo mundo mexicano.

Para asegurarse, instituyeron un sistema de disciplina. Dragón dijo a los investigadores que estaba basada en el régimen militar: un “tablazo”, o golpe en el trasero con una paleta de madera, cuando los soldados desobedecieran. No responder el radio, dos “tablazos”; no ir a la base cuando se les llamara, los 10 “tablazos”.

Los Zetas también descubrieron que necesitaban un contador disciplinado que operara por separado de la parte militar de la organización. Esto era necesario para mantener vigilado su complicado flujo de ingresos, que para entonces incluía extorsión, secuestro, piratería, contrabando, robo, prostitución, y tráfico y trata de personas.

Simultáneamente, ellos estaban incursionando en los mercados locales de drogas. Ellos se enfocaron en el mercado local debido a que habían sido excluidos de gran parte del mercado importante del narcotráfico por sus jefes, el Cartel del Golfo; de ahí su afán por participar en otras empresas criminales.

Teniendo en cuenta esta cartera criminal, Monterrey no sólo se veía bien; se veía como la joya de la corona. Pero Monterrey no era Ciudad del Carmen. Allí era donde estaban los grandes actores como la OBL, y la entrada tendría que hacerse mediante un acuerdo con uno de estos actores, o arriesgarse a una guerra sangrienta.

Tales fueron las circunstancias en 2007. Los dos grupos estaban en una encrucijada: la OBL en su relación con el Cartel de Sinaloa, y los Zetas en la suya con el Cartel del Golfo. Por razones que no son claras, ningún grupo estaba contento con sus jefes. El infame narcotraficante y vigilante “La Barbie”, lo describió así: “Comenzaron las envidias y volvió otra vez la guerra”. Las rivalidades estallaron y todo empeoró.

Pese a haber sido enemigos mortales en el pasado, los Zetas y la OBL presuntamente se reunieron en 2007 para hablar de negocios. La Barbie dijo que Arturo Beltrán Leyva habló con los líderes de los Zetas.

“No somos amigos, pero tenemos un pacto, y no peleamos”, dijo La Barbie a la policía, antes de añadir. “Son unos canallas”.

Para el año 2008, ahora con la OBL en confrontación abierta con el Cartel de Sinaloa, esas primeras reuniones abrieron la puerta que los Zetas buscaban en Monterrey. El área metropolitana de Monterrey, con excepción de San Pedro, era de ellos.

Claire McClesky y Christopher Looft contribuyeron con el reportaje de este artículo. De igual forma, agradecemos especialmente a Southern Pulse, por su asistencia en este informe y la cobertura de la zona.

*Alejandro Hope es miembro de la Junta Directiva de InSight Crime.

Steven Dudley is the co-founder and co-director of InSight Crime and a senior research fellow at American University’s Center for Latin American and Latino Studies in Washington, DC. In 2020, Dudley...

11 respuestas a “Parte I: De cómo Los Zetas se tomaron Monterrey”