Un año después de una tregua negociada en secreto entre las dos pandillas más grandes de El Salvador, discernir los hechos es casi tan difícil a como lo fue cuando los líderes de las pandillas fueron trasladados a prisiones de mínima seguridad en la oscuridad de la noche, dando inicio al acuerdo.
La tregua – que técnicamente es entre las pandillas más importantes del país, Mara Salvatrucha (MS13) y Barrio 18, pero que fue facilitada por el ministro de justicia y seguridad pública del gobierno y un representante de la Iglesia Católica – ha sido complicada y controversial.
Hay poca información exacta de los intercambios entre las pandillas y el gobierno. Hay divisiones dentro de la administración de Mauricio Funes y la Iglesia Católica acerca de si la tregua es una buena estrategia o no. Las pandillas no son actores políticos, pero se están posicionando de tal manera que puedan obtener ganancias de los restos del acuerdo.
Pero, la tregua ha sido un increíble experimento que otros gobiernos, organizaciones multilaterales, académicos y analistas están observando de cerca. Los homicidios se han reducido en cerca de la mitad. Los líderes de las pandillas están haciendo un llamado a los miembros de sus pandillas para participar en la capacitación laboral y otros programas. La comunidad internacional de donantes se está alineando para financiar la siguiente fase. El pacto parece haber cobrado vida propia, pero con la violencia acercándose sigilosamente, las ganancias parecen inestables.
La tregua también nos ha enseñado mucho acerca de El Salvador, las mismas pandillas, y otros actores involucrados en estas negociaciones. Aquí hay cinco cosas que hemos aprendido desde que se firmó el pacto.
1. Estas pandillas fueron las responsables de más de la mitad de los homicidios en el país. Antes de la tregua, las cifras no eran tan clarars, pero la mayoría de los académicos y muchos de los que trabajaban con las pandillas pensaron que las pandillas eran las responsables de menos del 30 por ciento de los homicidios en El Salvador. La tasa de homicidios cayó inmediatamente después de la tregua y se ha mantenido relativamente estable, proporcionando evidencia prácticamente irrefutable de que estas pandillas estaban matando a una tasa que sorprendió incluso al observador más cínico. Hay quienes hablan sobre un narco-pacto secreto con los grupos narcotraficantes salvadoreños; el cual es, supuestamente, el verdadero motor de estas negociaciones. Pero, este rumor presupone un tipo de coordinación y discreción que las autoridades no parecen tener capacidad en El Salvador. El pacto entre las pandillas fue un secreto durante menos de cuatro días antes de que fuera expuesto por la organización de noticias, El Faro.
2. Las pandillas tienen más control jerárquico sobre sus miembros de lo que pensábamos. El número de miembros de pandillas sigue siendo desconocido, pero alcanza los miles. El control de lo que es nada menos que un ejército de hombres y mujeres jóvenes desempleados y bien armados es difícil en cualquier circunstancia. Así que para muchos, el hecho de que la tregua haya durado un año es un pequeño milagro. Sin duda, estos han sido tiempos difíciles. Los asesinatos han aumentado en las últimas semanas, y hay acusaciones de que la tregua que busca la paz está siendo mantenida a la fuerza. Sin embargo, el impresionante despliegue de disciplina dentro de las pandillas ha proporcionado evidencia de una operación más sofisticada, aunque sea a manera de subsistencia. Estos grupos no son narcotraficantes internacionales – a pesar de lo que diga el Departamento del Tesoro – pero son un fenómeno criminal que requiere atención.
3. El gobierno no quiere que nadie sepa qué está pasando. Desde el comienzo, la tregua estaba destinada a ser un secreto. En un nivel, esto es entendible. Al negociar con pandillas (a través de representantes), el gobierno está admitiendo que no los puede controlar y, tal vez peor, que está dispuesto a negociar como si fuera un rehén. El secreto alcanzó niveles ridículos, y llevó a amenazas en contra de periodistas que rompieron la historia. Ahora, a medida que nos aproximamos a la siguiente fase, en la cual el gobierno está pidiendo la participación de varios sectores de la sociedad, es necesario poner todas las cartas sobre la mesa para que los salvadoreños sepan qué es lo que están recibiendo a cambio de su sacrificio.
4. A nadie realmente le importa lo que la mayoría de los salvadoreños piensan. Desde el comienzo, la sociedad civil ha sido excluida de este pacto. Las pocas encuestas nos dicen la mayoría de los salvadoreños no están a favor de negociar con las pandillas, y no confían en ellas. Pero muchos de los que han trabajado con las pandillas por años no son parte de este proceso. El grupo no gubernamental Fundación Humanitaria, creado para canalizar las preocupaciones de la sociedad civil, parece un poco más que una cáscara a través de la cual los donantes internacionales pueden dirigir fondos. El proceso está ganando fuerza, pero le hacen falta algunas voces criticas.
5. La Iglesia Católica está profundamente dividida. Tal vez la mayor ironía de este proceso ha sido que los sectores de la Iglesia con la mayor experiencia en el trabajo con las pandillas y en barrios pobres están aislados del proceso, y muchos de ellos se oponen a él; mientras una persona con poca experiencia, que está asociada con partes más conservadoras de la Iglesia y de la sociedad salvadoreña, está ayudando a forjarlo. Monseñor Fabio Colindres es el capellán militar y, a pesar de los esfuerzos de la Iglesia para distanciarse de sus acciones, se ha convertido en la cara de la institución en este proceso. A donde vaya Colindres, también va la Iglesia.