A pesar de estar a punto de comenzar las conversaciones de paz con el gobierno de Colombia, las FARC continúan su campaña de violentos ataques, lo cual podría arruinar las negociaciones si los rebeldes van demasiado lejos.
El 14 de octubre, miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) cerraron una carretera principal que pasa por la frontera con Venezuela, desde el departamento de Norte de Santander, en Colombia. El mismo día, rebeldes destruyeron dos torres eléctricas en la provincia, en ataques que aparentemente fueron trabajo del Frente 33 de las FARC.
También el 14 de octubre, elementos del Frente 10 de las FARC atacaron una columna de soldados en el departamento de Arauca, matando a dos civiles en el fuego cruzado, según oficiales militares. Al parecer, los ataques registrados el 16 de octubre contra el tramo del polioducto del Valle del Cauca, en el municipio de San Pedro, y contra dos torres de energía de ISA en este mismo municipio, fueron acciones de las FARC.
Los incidentes ocurrieron días antes de que los líderes de las FARC se reunieran con representantes del gobierno colombiano en Oslo, Noruega, para comenzar las conversaciones formales de paz, el 18 de octubre.
Análisis de InSight Crime
No es sorprendente el hecho de que las FARC hayan continuado llevando a cabo ataques violentos en vísperas de las conversaciones de paz, en la medida que el gobierno colombiano rechazó el llamado de cese al fuego por parte de los rebeldes, en el periodo previo al diálogo.
Los ataques podrían ayudar a fortalecer la posición de la guerrilla en la mesa de negociación. Al continuar su campaña de violencia, la guerrilla está demostrando que sigue siendo una seria amenaza para la seguridad. Esto podría ser un intento de contrarrestar las afirmaciones de que su participación en las conversaciones de paz es una señal de debilidad, como han sugerido algunos analistas.
El peligro es que la guerrilla pueda sobrestimar su fuerza, como ha ocurrido en el pasado. La última ronda de conversaciones de paz con el gobierno, por ejemplo, terminó en 2002, después de que las FARC secuestraran un avión comercial y a un senador que iba abordo. En 2006, el gobierno del ex Presidente Álvaro Uribe suspendió todo contacto con las FARC cuando guerrilleros detonaron un carro bomba afuera de una academia militar en Bogotá, hiriendo a 23 personas.
El continuo uso de la violencia por parte de las FARC también podría indicar algo mucho más peligroso para el futuro de la paz en Colombia. Se puede sugerir que el secretariado del grupo ya no tiene el poder de controlar todos los elementos del grupo; una señal de que un proceso de desmovilización formal podría no terminar el conflicto. Se cree que la estructura organizacional de las FARC ha sido erosionada en los últimos años, en parte, debido a la participación de los rebeldes en actividades criminales como narcotráfico, tráfico de armas y secuestro. Esto se exacerbó con la pérdida de varios miembros clave del secretariado de las FARC, incluyendo al máximo líder Guillermo León Sáenz Vargas, alias “Alfonso Cano,” quien era considerado uno de los últimos líderes políticos del grupo.
Si este es el caso, entonces el futuro de las FARC podría parecerse a la historia de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), las cuales se desmovilizaron entre 2004 y 2006. Durante este tiempo, un número de bloques paramilitares se entregaron sólo de nombre, continuando sus actividades sin la fachada de una ideología política. Muchos de estos grupos sucesores pasaron a convertirse en actores principales en el bajo mundo criminal del país, incluyendo pesos pesados como los Urabeños, y se conocen como “bandas criminales” (BACRIM).
Sin embargo, hay evidencia de que las FARC han reducido sus violentos ataques en vísperas de las conversaciones programadas, por lo menos cuando se trata de ataques al sector energético, con los cuales se ha contado en el pasado como una demostración de fuerza. La petrolera Ecopetrol, anunció el mes pasado que el número de ataques contra sus instalaciones habían disminuido significativamente. “[En Septiembre] tuvimos sólo tres ataques, lo cual no es nada comparado con las cifras históricas,” dijo a la prensa la representante de Ecopetrol Adriana Echeverri.
La suspensión o la reducción de los ataques podría ayudar a demostrar que la guerrilla está comprometida con la paz, algo cuestionado por muchos en Colombia, y en ayudar a que las conversaciones avancen.