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ANÁLISIS

Así usa Barrio 18 el dinero proveniente de la extorsión

BARRIO 18 / 6 OCT 2015 POR EFREN LEMUS* ES

Una mirada a fondo de cómo la pandilla Barrio 18 de El Salvador lleva a cabo operaciones de extorsión, así como la forma en que sus miembros están gastando las ganancias ilícitas.

Hay trabajadores que descansarán todo el día, hay otros que desfilarán por las calles de San Salvador. Y también están tres pequeños comerciantes que, en la celebración del día internacional del trabajo, tendrán que pagar US$280 de renta a la pandilla.

—Hey, falta lo de la Marielos, lo de Miramar y lo de El Chino que son 280. El Chino da ochenta— le dice el Chiky, palabrero del Barrio 18, a un pandillero conocido como El Jocker.

La conversación telefónica fue interceptada a las 8:10 de la noche del primero de mayo de 2014. Casi al finalizar el día, El Chiky El Jocker hacen cuentas. El que habla es El Chiky:

—Hasta ahorita se han recogido US$ 1.380, aparte de los US$120 que se han ido a traer para el cuete. Con esos US$120 se hacen US$1.500. Más cien de Mapala (otro palabrero detenido en Izalco) se hacen US$1.600 y los 50 que te están moviendo (a El Joker) son US$1.650.  Aparte están los US$280 que deben (Marielos, Miramar y El Chino). Y el otro mes va doble porque vamos detrás del microbús (comprar un microbús). Ahorita hay gastos y solo quedan 460 para el otro mortero.

Esta es la segunda parte de un artículo que apareció originalmente en El Faro y fue publicado con permiso. Vea el original aquí. Lea la primera parte publicada por InSight Crime aquí.

El Chiky ha sugerido que se compre una pistola nueve milímetros. El Jocker está de acuerdo en la compra del arma, pero no está convencido que se pueda logar un incremento en los ingresos derivados de la extorsión y por eso le pide al palabrero encarcelado, a El Chiky, que le ayude. Esa ayuda consiste en hacer llamadas telefónicas y lograr que otros negocios paguen renta.  Los pandilleros ya han identificado unos “puteríos” (prostíbulos) que serán extorsionados para tener más dinero y así comprar más armas. Es decir, unas prostitutas se verán en la necesidad de vender más sexo durante algún tiempo para satisfacer al Barrio y a su defensa de territorios. Esa necesidad armamentística, en la práctica, está justificada así: “En la cancha San Antonio (de La Unión) están bien, pero hay que reforzar la cancha de La Cañada porque solo tienen una 22 y una escopeta 12”. (Un testigo protegido dijo a los fiscales que la cancha La Cañada tiene tres palabreros y once soldados).

La pandilla tiene necesidad de tener varias armas porque cuando una “está colorada” (que se ha usado en un homicidio), se tiene que guardar durante algún tiempo. Hay pandilleros que deciden enterrarlas, hay otros que las intercambian con otras tribus.

La tregua entre las pandillas y el gobierno de Mauricio Funes inició en marzo de 2012. El gobierno trasladó del penal de máxima seguridad a penales con menos controles a 30 líderes del Barrio 18 y la Mara Salvatrucha, y los índices de homicidios se desplomaron. En mayo de 2013, la Sala de lo Constitucional declaró inconstitucional el nombramiento de David Munguía Payés como ministro de seguridad, arquitecto de la tregua. Ricardo Perdomo, otrora ministro de seguridad, intentó continuar con la negociación con las pandillas, teniendo como intermediario al sacerdote español Antonio Rodríguez López Tercero, conocido como Padre Toño.

VEA TAMBIÉN: Noticias y perfiles de El Salvador

El Padre Toño intenta involucrar a organizaciones no gubernamentales y alcaldías en algo que llama proceso de pacificación. Él habla con el Viejo Lin, con El Payaso, con El Chory por un lado; y habla con el director de penales, Rodil Hernández, y el ministro de seguridad, Perdomo, por el otro. Sin embargo, las pandillas olfatean que las gestiones del Padre Toño caminan hacia un despeñadero y, por tanto, entre febrero y mayo de 2014, ordenan que una buena parte del dinero de las extorsiones se use para comprar armas.

En abril de 2015, el gobierno de Salvador Sánchez Cerén regresó al penal de máxima seguridad a los líderes de pandillas que pactaron con el gobierno de Funes una reducción de los homicidios, luego de un inicio de año violento en el que las pandillas asesinaros a siete policías en los primeros 12 días del año. Con el anuncio de los traslados, las pandillas no le bajaron a los ataques contra custodios, militares y policías. La policía respondió con el mismo ánimo de guerra, pero ese ambiente de hostilidad con el Estado, las pandillas lo comenzaron a rumiar un año antes. En abril, las dos facciones del Barrio 18 y la MS13 dijeron a El Faro que estaban preparándose para lo peor, pero que pedían a la Policía que dejara de estarlos cazando. Para el 1 de mayo de 2014, ya estaban las decisiones tomadas. El Chiky lo dijo así desde el penal de Izalco:

—Hay que comprar unos 10 cuetes y los largos (fusiles) porque esto viene negro…

De la cocaína a los vehículos

—¿Ya han dado los otros 17 (mil dólares)? –pregunta El Chiky.

—Ya está eso. Hay 33 (mil dólares) y algo –responde El Chory.

—Son US$ 33.600 porque ya se repartieron 800 que se te dieron a vos y aquel. La raza en Izalco dice que hay que ponerla a trabajar…

La llamada telefónica que inició El Chiky se corta repentinamente, a las 10:57 de la mañana del 10 de febrero de 2014. Era una llamada entre el penal de Izalco y el penal de Cojutepeque; era una llamada entre El Chiky y El Chory, quien tiene muchas dudas sobre “el paquete” del que estaban hablando. Por eso devuelve la llamada y pregunta:

—¿La chava ya movió la feria?

—Yo en ese pedo no me quiero meter -responde El Chiky.

—Cayó Lin ahora en la mañana, pero le dije que no se metiera, que deje que los otros locos se hagan cargo de eso. Lin dijo que estaba bueno, que solo este mes agarraría esa feria.

El Chory le sigue explicando a El Chiky que han decidido comprar un kilo y medio de cocaína, una inversión que considera urgente de realizar. Al mismo tiempo, sabe que ese negocio puede meter en problemas a las pandillas y El Chory, quien controla varias de las clicas en La Unión, considera que no se deben meter a “los playeros”. El palabrero enfatiza que el negocio debe ser manejado por gente de confianza por una razón:

—Quien administre esa feria lo tiene que hacer bien porque es de todas las canchas —dice El Chory.

—De esa onda ya hablamos de que hay que comprar dos ranflas (vehículos) y tres motos —responde El Chiky.

—Eso no se ha tocado ahí, solo se ha hablado de los dos kilos.

—Eso si se ha tocado -replica El Chiky-. Se van a comprar dos kilos, uno lo administra Cojute y el otro Izalco. La gente de Izalco dijo que El Ceja y Chagui lo van administrar.

En su afán para convencer a su interlocutor en Cojutepeque, El Chiky intenta convencerlo con números: el kilo de cocaína cuesta entre US$12 y US$13.000; con los US$33.600 que tienen de las extorsiones pueden comprar dos kilos de cocaína, que implicaría un gasto máximo de US$26.000. Eso significa que tendrán un excedente de US$7.600 dólares, dinero con el cual se podrían comprar una ranfla (vehículo) y tres motocicletas que serían de uso compartido para la gente de Cojutepeque e Izalco para “girar” las ondas del barrio.

¿Por qué la pandilla está interesada en comprar vehículos? En la conversación telefónica entre El Chiky con El Chory está la respuesta:

—Estoy viendo que hay canchas que un paro de barrio no lo hacen…

La Despensa del Barrio 18 Sureños

Un “morro” le entrega US$840 de la extorsión a Lalo, uno de los palabreros del Barrio 18 en La Unión. Ese dinero se tiene que sumar a otros US$140 que la pandilla ya había recolectado el 5 de diciembre del 2013. En la contabilidad de la pandilla hace falta la recolección de US$350 porque al cerrar el día deben de tener US$1.300. De ese total solo hay que descontar 200 dólares para unos colaboradores de la pandilla: El Pepino, Break, Blin y Alfredo. Cada uno de ellos debe recibir US$ 50.

Y como diciembre es el mes de los regalos, la pandilla ha decidido que una parte del dinero que han recaudado en ese último mes del año se usará para comprar zapatos. En las comunicaciones telefónicas intervenidas no se especifica la cantidad ni la marca de los zapatos que comprarán, pero cuando la Dirección de Centros Penales autorizó el ingreso de medios de comunicación a las cárceles, en los días inmediatos a la tregua, la mayoría de pandilleros fueron fotografiados usando zapatos deportivos Nike, azules o blancos, principalmente.

—¿Has metido a El Toro de Jucuapa entre los que recibirán zapatos? -pregunta El Chory, recluido en el penal de Cojutepeque.

—¿Al que le dicen Piolo? -inquiere El Chiky, desde el penal de Izalco.

En la conversación no se puede inferir si la persona de la que están hablando está libre o en la cárcel. La única referencia más que hacen sobre él es que se brincó en “Shulton”, (Usulután, otro departamento donde El Chory controla algunas “canchas”).

Además de la regalía de los zapatos para algunos pandilleros, hasta aquí el Barrio ha gastado el dinero de las extorsiones en la compra de armas, de cocaína y en el pago de abogados para algunos que han sido detenidos. La llamada telefónica que inició a las 12:17 del mediodía del cinco de diciembre de 2013 también revela que la pandilla ha usado el dinero para montar una especie de distribución de productos legales, con la esperanza de que los dólares, las ganancias, se multipliquen. El Chory pide que le pasen el teléfono a Wilo, la persona responsable de rendir cuentas sobre esa inversión.

—¿Se está vendiendo la onda? -pregunta El Chory.

—Ha costado tirarlo (venderlo) porque la gente piensa que es robado.

Las palabras de Wilo no tienen el entusiasmo de un empresario que quiere acaparar el mercado. Ante una racha de malas ventas, se atreve a sugerir que lo mejor es repartir el producto entre los miembros de la pandilla y que cada quién rinda cuentas de lo que se le entrega. Esa idea la desaprueba El Chory. Le recuerda que el Barrio le ha “dado US$2.000 para que lo invierta en material”.

—Es correcto -responde Wilo, y luego regresa a su explicación de por qué cree que las ventas están malas-. Ha pasado un pequeño percance, los de la arrocera habían dado un precio de cada cuestión (producto), pero en el mercado (de La Unión) todo vale menos.

—¿Y qué te han dado?

—Arrobas de arroz blanco, arroz precocido, fardos de papel Scot, cajas con botellas de aceites, fardos de pampers Huggies.

El Chory le recuerda a Wilo que tiene contactos en el mercado de La Unión y que, por tanto, se le debe facilitar la comercialización de esos productos para recuperar los US$2.000 de inversión y otros dólares de ganancia.

Wilo, quizás en un afán de no cargar con la responsabilidad de esas ventas, intenta seducir al palabrero asegurándole que ha tenido comunicación con pandilleros de Honduras y cree que puede amarrar el paso libre de drogas y armas. “Si se logra pasar a cinco tablas el largo (US$500 por un AK47, aquí lo podemos vender a US$1.000”. Esa oferta no emociona a El Chory. Al final de la plática telefónica, lo que Wilo debe hacer es lo mismo que se le ordenó al principio: coordinar y controlar la venta de las arrobas de arroz blanco, de las cajas con botellas de aceites y los fardos de papel Scot y pampers Huggies.

***

Hay personas que tienen negocios que son de interés logístico para las pandillas como la venta de recargas y tarjetas de saldo telefónico. En Santa Ana, Elia Isabel tenía uno de esos negocios. En su pequeño local de lámina, empotrado en los alrededores de la terminal de buses de Santa Ana, entre ella y los pandilleros surgió un acuerdo que beneficiaba a ambas partes: algunas veces el barrio le pedía crédito y otras veces le pagaba por adelantado.

—Estoy donde la señora de las tarjetas, después le vamos a dejar los 200 para completar los 400- le informa un colaborador de la pandilla a El Pitufo, el palabrero recluido en Izalco.

La importancia de las comunicaciones para la pandilla era tal importancia que, además del negocio de Elia Isabel, la cancha de los Hoovers de Santa Ana designó a una persona a la que se le encomendó la compra de tarjetas prepago.

Elia Isabel ahora está detenida. Aunque su negocio recibió inyección de capital de dinero que provenía de las extorsiones, la Fiscalía ordenó su captura porque facilitó el local para guardar dinero de la renta y porque realizó transferencias de dinero a través del sistema Tigo Money para pandilleros y sus familiares. Tigo Money es un sistema de transferencia de dinero que utiliza tanto el Barrio 18 como la Mara Salvatrucha, y el Ministerio de Seguridad dijo que a través de este sistema se movía un 24% de todas las extorsiones en el país. Así lo dijo el ministro Ricardo Perdomo en octubre de 2013, citado por Diario 1. Tigo informa que de un universo de 2 millones de transacciones mensuales, el Ministerio Público ha solicitado información a la telefónica, sobre casos de extorsiones, en 131 ocasiones en el periodo de noviembre de 2013 a agosto de 2014.*

Tanto las transferencias de Tigo Money como las escuchas telefónicas confirman que parte del dinero que la pandilla recibe gracias a las extorsiones se mueve hacia sus familiares de confianza, esposas y madres, principalmente.

—US$ 100 se los dan a la mamá de El Pitufo -se escucha en una conversación interceptada a los Hoovers, en Santa Ana.

Las comunicaciones interceptadas en Santa Ana no arrojan detalles de cómo gasta el dinero las pandillas o sus familiares. En el caso de La Unión es diferente. Además de la inversión en arroz, en papel higiénico o en pañales Huggies, la cúpula también avaló el montaje de una pupusería para un familiar de El Darky.

Y aunque “los tabos” ordenan la extorsión, deciden sobre las solicitudes de rebaja de las víctimas y son como una suerte de contadores, auditores y administradores que presupuestan el gasto y las inversiones que se realizarán con el dinero de las extorsiones. Pero son mucho más que meras calculadoras que dan órdenes. El poder de los líderes en el tabo no puede ser desafiado en la libre. Aquí un ejemplo:

Ying Yang es un pandillero que estuvo preso en el penal de Cojutepeque, donde lo llegaba a visitar su mujer. Un día, Ying Yang quedó libre, regresó a su casa, pero en los siguientes meses se enteró que su mujer seguía visitando el penal de Cojutepeque. Entonces, Ying Yang comenzó a investigar a su mujer y descubrió que le era infiel. Ella misma le confesó que se había enamorado de El Seco, otro pandillero del Barrio 18, recluido en el penal.

VEA TAMBIÉN: Cobertura sobre prisiones

Ying Yang imploró a su palabrero autorización para matar a su mujer. El palabrero llamó por teléfono al penal de Cojutepeque, a El Chory, planteando el caso. Ying Yang recibió la autorización de eso que tanto deseaba. Un día, la policía encontró el cadáver de una mujer en La Coquera, cantón La Pavana, en San Alejo, La Unión. Era la mujer de Ying Yang, tenía 15 disparos en su cuerpo. Después de ese homicidio, Ying Yang pidió permiso para asesinar a El Seco, el amante de su mujer, pero el barrio no lo autorizó. A El Seco solo le dieron una paliza.

Así es cómo desde las cárceles salvadoreñas se mueven los hilos de la pandilla. Tras los barrotes se decide sobre la vida o la muerte de determinada persona, se deciden castigos, se deciden reducciones o se confirman cuotas que deben pagar las víctimas de una extorsión. La consulta de esas decisiones dependerá de la cercanía que esa persona tenga con la pandilla. El asesinato de un palabrero, por ejemplo, es algo que debe ser consultado con todas “las canchas” que integran “una tribu”. Aquí un ejemplo:

El 31 de marzo de 2013, a las 6:30 de la mañana, Mapala, el palabrero de Conchagüita, La Unión, inició una llamada telefónica que pronto enlazó con varios palabreros y soldados del Barrio 18. Por conferencia estaban conectados los líderes del penal de Cojutepeque, los líderes del penal de Izalco, los líderes y algunos soldados en “la libre”. Un testigo protegido dijo a la Fiscalía que 42 pandilleros participaron en esa conversación.

Uno por uno se fue presentando: dijo su taca y su cancha. Luego, los líderes en los penales anunciaron que iban aclarar “el punto con respecto a lo de El Ruso”. Los tabos proponían que El Ruso debía morir porque no quería recibir “las coordenadas” (órdenes) de adentro. Los palabreros encarcelados querían oír que opinaba cada cancha porque para matar a alguien de ese rango (un palabrero) se necesita del apoyo de toda la tribu. Todos avalaron el asesinato de El Ruso, el entonces palabrero de la Colonia Belén, en La Unión.

Cinco horas y media más tarde, a las 11:30 de la mañana, cuatro pandilleros llegaron a la casa de El Ruso y le dijeron que debía ir con urgencia a un “party” para arreglar un problema. El Ruso acompañó a sus otrora compañeros de barrio. Unos minutos después, en un sector conocido como La Línea Férrea, en la colonia Belén, se escucharon cuatro disparos. El reporte de Medicina Legal describe que esa persona murió por las siguientes razones: “traumatismo craneoencefálico severo, más trauma de cuello y tórax producido por proyectil disparado por arma de fuego”. El Ruso se llamaba Carlos Alberto Guardado.

En las investigaciones de la policía y Fiscalía no hay evidencias de que el dinero que se mueve producto de las extorsiones entre a las cárceles. Esos dólares se gastan en la logística, en la estructura de las pandillas que están en la calle. Al menos, durante el tiempo que duró la tregua que mantuvo a los líderes de pandillas fuera del penal de máxima seguridad, las peticiones de estos auditores para favorecer a sus familiares o a sus interlocutores en la pandilla eran: ventiladores, televisores, dvds, desodorantes, champú, perfumes, ropa, zapatos y celulares con manos libres…

*Esta es la segunda parte de un artículo que apareció originalmente en El Faro y fue publicado con permiso. Vea el original aquí. Lea la primera parte publicada por InSight Crime aquí.

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