El Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) está expandiendo su presencia e influencia en todo México, y en cada uno de los estados en donde opera continúa explotando exitosamente sus rasgos definitorios: flexibilidad para combinar una perspectiva militar con sus vínculos criminales históricos, apuesta estratégica por la inserción en conflictos preexistentes y potenciación de un discurso de autodefensa mediante operaciones propagandísticas.

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De momento, los réditos han compensado los riesgos que ha asumido el grupo liderado por Nemesio Oseguera, “El Mencho”.

Un vistazo a algunos de los veinte lugares donde se cree que el CJNG tiene presencia ayuda a comprender cómo se consolida y expande esta organización criminal.

Oaxaca

El estado de Oaxaca, en el sur del país, se ha ubicado, desde los últimos meses de 2017, en el foco de atención del CJNG. Allí se divulgó recientemente un video en el que una caravana de vehículos, con las siglas del CJNG pintadas al costado y con individuos fuertemente armados, entraba al municipio de Loma Bonita, al norte del estado, en la frontera con Veracruz, donde en 2011 se produjo una de las acciones más mediáticas del CJNG, utilizando el sello de Matazetas.

Las acciones propagandísticas son habituales para este grupo, y la del poblado de Loma Bonita no es la excepción. En esa población, el CJNG distribuyó carteles en puntos clave —como el palacio municipal— y envió mensajes de celular en los que anunciaba sus condiciones, como complemento a la caravana, que ya de por sí era mediática.

Esos mensajes tenían en común la retórica de la autodefensa. El CJNG habría llegado a esta zona de Oaxaca para imponer un orden en el que desaparecerían delitos predatorios —como el robo, la extorsión y el secuestro—. De hecho, entre sus proclamas se escuchaban alusiones a Los Zetas, rivales asociados con esas conductas dañinas. Incluso llama la atención el hecho de que presuntos representantes del CJNG hayan telefoneado a medios locales para resaltar su alejamiento de los secuestros y las extorsiones, como lo narran los periodistas del lugar. Aunque la Fiscalía de Oaxaca no ha confirmado la presencia del grupo en el estado, los paralelismos con otras acciones del CJNG son evidentes.

Guerrero

Este modus operandi no es novedoso, como lo demuestra una de las campañas del CJNG mejor documentadas, llevada a cabo en la turística ciudad de Zihuatanejo, en Guerrero, ubicado, como Oaxaca, en el Pacífico sur. En 2013, el periodista Ezequiel Flores, quien hizo reportajes sobre esas acciones, explicó que los videos y las mantas de esa organización criminal indicaban un plan de actuación prolongando. En ello destacaba la marca CJNG como sinónimo de fortaleza en la región.

Años después, ya en 2017, la marca estaba claramente posicionada entre las más pujantes del violento estado de Guerrero —donde el CJNG presentó una adaptación local denominada “Guardia Guerrerense”— y ya con el grado de osadía armamentística en redes sociales como único límite.

Flores explica que el CJNG no penetró en Guerrero de la nada, sino que contó con el apoyo de caciques tradicionales en la región, como la familia Alba o los Granados, lo que aportaría pistas para entender mejor los hechos de Oaxaca.

Así, es previsible que una caravana de vehículos y hombres armados paseándose libremente sea tan solo la punta del iceberg de un proceso previo de reconocimiento del terreno y disuasión de la población y de las autoridades. Y eso únicamente se realiza contando con el apoyo de redes locales.

Aunque desconozcamos cuánto han cambiado las alianzas en regiones como Oaxaca o Guerrero —tradicionalmente más cercanas a otros grupos criminales—, sí es posible afirmar que el CJNG ha logrado no solamente hacerse a nuevos espacios locales, sino que, con sus operaciones psicológicas, tiene los medios para conservarlos.

Michoacán

Otros lugares donde el CJNG también tiene presencia prueban que, año a año y aprendizaje tras aprendizaje, la organización ha logrado insertarse en conflictos preexistentes, identificando los conocimientos que puede aportar a las redes que pasan a beneficiarse de su nombre y de sus recursos.

Por ejemplo, en la conocida crisis de las autodefensas michoacanas, el CJNG se vinculó con civiles y grupos rivales como La Familia Michoacana, para aislar a Los Caballeros Templarios, la organización que en ese momento se percibía como la más dañina para la población.

Fue el conocimiento histórico de Michoacán —al fin y al cabo, dirigentes como “El Mencho” provienen de ese estado— lo que le permitió al CJNG, con naturalidad, encontrar canales de colaboración con fuerzas de seguridad federales para capturar o eliminar a Los Templarios.

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Baja California

Algunas variantes más arriesgadas de esas inserciones aparecen en conflictos preexistentes en la fronteriza Baja California, donde una fuerza como el CJNG comenzó como ayudante en un enfrentamiento pero terminó siendo catalizadora de conflictos mayores.

Así, en Baja California, el CJNG aprovecharía los restos del  Cartel de los Arellano Félix para debilitar la hegemonía de la organización de Sinaloa, como muestra la cronología de enfrentamientos en lugares como Ensenada. Además, esa maniobrabilidad hace factible acciones similares de apoyo a grupos en Baja California Sur, donde hay un conflicto entre facciones del Cartel de Sinaloa, en concreto entre Dámaso López, “El Licenciado”, y los hijos de Joaquín Guzmán, “El Chapo”, que llevó a que en ese estado aumentaran los homicidios en un 426 por ciento en el período 2013-2017.

Esto lleva a otras conclusiones. El CJNG representaría la combinación más evidente de una perspectiva militar similar a la clásica de Los Zetas (que se resume en su capacidad estratégica y en la explotación propagandística de sus acciones) con la gestión de redes criminales históricas de las que Los Zetas carecían, redes que nacen en lugares tan privilegiados como Sinaloa, Jalisco y Michoacán.

Eso ha hecho del CJNG una organización bisagra, y tal vez ese carácter bifronte —perspectiva militar, pero con bases históricas en lugares privilegiados para el narcotráfico— explique su éxito para adaptarse a la “guerra contra el narcotráfico”.

Guanajuato

Veamos cómo las acciones del CJNG en Guanajuato podrían arrojar más luz sobre esa hipótesis.

Guanajuato, ubicada en el centro del país, ocupó súbitamente el séptimo lugar en asesinatos en el primer semestre del año pasado, alcanzando 118 homicidios dolosos por mes. Si se tiene en cuenta la incidencia delictiva —los delitos denunciados—, llegó a ocupar el cuarto lugar de todo el país en cuanto a homicidios. La causas son, seguramente, múltiples, pero es notorio que individuos vinculados al CJNG podrían operar en esa zona, para escapar de la presión de la Operación Jalisco, potenciada en 2015 tras el derribo de un helicóptero del ejército en ese estado.

Con esos antecedentes, y un mes antes de los eventos de Oaxaca, el CJNG emitió un comunicado, en un video en el que se refería a Irapuato. Se trata de la segunda ciudad más grande de Guanajuato —un entorno urbano, muy diferente a Loma Bonita, que es de carácter más rural—. Mediante un discurso expuesto con mucha claridad y coherencia, con retórica de autodefensa, tres miembros de esa organización criminal anunciaban, presidiendo una mesa con el emblema del CJNG y un mapa de la entidad federativa, la llegada a la ciudad de Irapuato. Los encapuchados hablaban escoltados por medio centenar de individuos con armas largas y trajes de camuflaje.

Este discurso tuvo una respuesta rápida. Juan Antonio Yépez, “El Marro”, líder del “Cartel de Santa Rosa”, conocido sobre todo por su rol como huachicolero (ladrón de combustible), contestaba semanas después, aunque esa misma respuesta mostraba las diferencias entre las organizaciones en disputa.

Si el comunicado del CJNG contenía un desarrollo argumental claro, con una voz única, inteligible y con la asepsia de un comunicado seudoinstitucional, el video de respuesta, difundido por Milenio, era mucho menos elaborado.

Por ejemplo, la voz de quien hablaba era solapada por los gritos de los otros miembros de la organización, lo que en ocasiones hacía que el mensaje fuera ininteligible. Además, dicho discurso carecía del orden del comunicado del CJNG. El lugar desde donde se emitió, a cielo abierto, daba una impresión de espontaneidad, a diferencia del espacio cerrado donde se grabó el video de sus rivales. La imagen que queda es la de un grupo que asegura “orden” en un lugar, Guanajuato, que estaba viviendo una inesperada crisis de violencia.

Los hechos en Oaxaca y Guanajuato tuvieron una asombrosa continuidad en Puebla. En noviembre, el CJNG utilizó su relación con algunos huachicoleros de la región para incursionar en el área metropolitana de ese estado, donde se habrían refugiado estos aliados por la presión militar para contener este lucrativo negocio. En ese lugar, mucho más mediático que las zonas rurales donde operaba en simbiosis con los ladrones de combustible, el CJNG realizó ataques contra grupos rivales, en una nueva —pero ya habitual— guerra por delegación.

Jalisco

Lo anterior muestra varios frentes, nuevos y antiguos, para el CJNG. A esto hay que agregar que algunos de ellos están en Jalisco, su previsible pulmón logístico y financiero.

Por ejemplo, en un caso confuso, un exoperador de la organización de Sinaloa, el michoacano José Luis Gutiérrez Valencia, “Don Chelo” —familiar del líder del CJNG Nemesio Oseguera— murió días después de salir de prisión, supuestamente tras un enfrentamiento en el que también fallecieron un civil y un agente de la Marina.

Sin embargo, como señalan los medios, cuando Don Chelo fue liberado, la Marina lo estaba esperando afuera del recinto. De hecho, Proceso recoge una manta en la que se dice que este alto cargo del CJNG habría sido entregado por un funcionario federal a ese cuerpo militar. A falta de aclarar los hechos, es innegable la continua presión de la “Operación Jalisco” con las fuerzas federales, utilizando medios de cualquier tipo contra la organización.

No obstante, esas acciones no pueden opacar el hecho de que la expansión del CJNG en otros lugares es una dinámica que el gobierno de México debe detener. Preparación militar, redes con una presencia histórica, apuestas estratégicas arriesgadas para revalorizar su marca, y una retórica de autodefensa que no nació con el CJNG, pero que este explota perfectamente en sus acciones, son rasgos que dan cuenta de una organización especialmente compleja.

Veracruz

Otra vez hay que recordar a Veracruz. Tras el lejano 2011 y los “Matazetas”, el panorama actual es desolador. Los familiares de desaparecidos denuncian una “desactivación estratégica de las instituciones de seguridad”. Esto permite ubicarse frente a un problema estructural, en el que la alianza del CJNG con algunas fuerzas de seguridad locales, que han participado en desapariciones tan mediáticas como la de Tierra Blanca, tiene un gran peso en la generación de la violencia.

Lo perentorio en cuanto al CJNG es evitar en otras partes de México ese resultado estructural, mucho menos reversible.