Condiciones similares a la esclavitud, los accidentes frecuentes, las enfermedades y la explotación sexual son una parte normal del mercado ilegal de oro en Perú, revela el fascinante informe publicado por una organización.
El informe (pdf) de la organización no gubernamental estadounidense que vela por los derechos laborales, Verité, relata la vida de niños como “Gordo”. Tenía 12 años cuando se le dijo que debía dejar la escuela y migrar a la remota región selvática del norte de Perú, Madre de Dios, para trabajar en las minas de oro. Los narcotraficantes lo habían desplazado junto con su familia de su granja en la ciudad de Iquitos, al norte del país.
Gordo –quien como muchos otros en este informe, habló con la condición de que su nombre real no fuera revelado- trabajó seis años en las minas a cambio de comida y de una colchoneta para dormir. Un compañero adolescente, que exigió un pago cuando cumpló 18, fue asesinado y enterrado en una fosa clandestina, dijo a los investigadores.
Mientras tanto, “Oscar” tenía 16 cuando su prima lo convenció de ir con ella a trabajar en las minas con la promesa de ser pagado con “trozos de oro”. Cuando llegó después de un viaje de cinco días por el río, se dio cuenta que su prima lo había vendido a la mina y que tendría que trabajar 90 días moviendo carretillas llenas de rocas y arena, para pagar la cuota de su prima y poder irse.
Dos semanas después enfermó con malaria y lo dejaron morir. Fue mantenido con vida por otros trabajadores, quienes le dieron sobras de comida. Finalmente trabajó un total de ocho meses para cumplir con su “contrato” y recibió diez gramos de oro que vendió por US$115. Contrajo fiebre amarilla poco después de escapar y se vio obligado a volver a trabajar en la selva para pagar el dinero que su madre le había prestado para pagar las cuentas del hospital.
Estas historias no son raras en Madre de Dios y en otras regiones de Perú en donde se practica la minería ilegal e informal, siendo Perú el cuarto productor más grande de oro del mundo. De hecho, la ONG encontró que este tipo de explotación es una práctica habitual; un problema que en gran medida ha sido ignorado por las grandes empresas internacionales que la utilizan para fabricar y distribuir joyas en todo el mundo.
VEA TAMBIÉN: Noticias y perfiles de Perú
Las condiciones en las minas ilegales e informales de Perú son las peores que Quinn Kepes, el investigador principal de Verité, había visto antes, incluyendo lugares como Bangladesh y Liberia, dijo a InSight Crime.
“No se me ocurre un solo trabajador no calificado que no esté sufriendo algún tipo de atroz violación a sus derechos laborales”, dijo.
Una industria de miles de millones de dólares alimentada por la esclavitud
El defensor de los Derechos Humanos de Perú estimó el año pasado que las minas ilegales e informales emplean directamente a 100.000 personas, e indirectamente a otras 400.000. Según estimaciones de expertos citados por Verité, estas minas producen entre el 15 y 22 por ciento de todo el oro del país, que tiene un valor de casi US$3 mil millones anuales.
Una investigación periodística de 2012 encontró que “la mayoría de este oro producido ilegalmente fue exportado por empresas formales que ayudaron a lavarlo” -un proceso explorado en Desglosando la cadena del oro ilegal en Perú. Una red de clanes familiares y grupos criminales ilegales controlan gran parte de la extracción de oro por medio del trabajo forzado, que algunos dirían que es más parecido a la esclavitud.
Los peruanos pobres viajan a las regiones mineras con la esperanza de escapar de la pobreza. Muchos de estos son indocumentados, personas que no tienen un Documento Nacional de Identidad (DNI), lo que significa que no pueden trabajar en ningún sector formal de empleo en Perú.
“Los peruanos extremadamente pobres, aislados geográficamente, o indígenas que nunca han obtenido un certificado de nacimiento, y por lo tanto, no han podido obtener un DNI” caen en esta categoría, afirmó Verité, “los individuos [que] generalmente son muy vulnerables debido a sus pocas alternativas de empleo y a sus bajos niveles de educación y estatus socioeconómico”.
Normalmente son reclutados en sus comunidades locales por intermediarios pagados por los propietarios de las minas, los trabajadores son engañados cuando se trata del pago y las condiciones laborales, y se les “cuenta historias de mineros haciendo fortunas”.
Es común que se trabaje bajo un contrato sin pago durante 90 días, supuestamente para pagar las tarifas de reclutamiento o gastos de viaje. Pero los trabajadores a menudo contraen enfermedades tropicales, son mordidos por animales o afectados por la exposición al mercurio; se lastiman en accidentes laborales, y el tiempo ausente en el trabajo no se descuenta de los 90 días. También acumulan deudas por comida y alojamiento durante esos días, por lo que el periodo de los 90 días solo aumenta. Verité conoció trabajadores que habían laborado por nueve meses, sin recibir ningún pago, para terminar el contrato.
“Los trabajadores son incapaces de dejar su empleo antes de que se terminen sus contratos debido al extremo aislamiento físico y la falta de dinero para pagar el transporte (…) lo que constituye un confinamiento físico en el lugar de trabajo” escribe Verité.
Incluso después de completar los 90 días, los trabajadores a menudo son obligados a seguir trabajando sin recibir ningún pago, o a hacerlo con sueldos demasiado bajos, continúa el informe. Los trabajadores informaron ser amenazados con armas cuando exigían su pago, o creer que otros trabajadores habían sido ofrecidos como sacrificios humanos para persuadir a los dioses de poner más oro en la tierra. Se cree por ejemplo que la cabeza matriarcal de una de las principales familias mineras en Madre de Dios, tiene una “cola de demonio” con la capacidad supernatural de matar a las personas.
“La violencia es rampante, pero incluso si las amenazas no son reales, la poca presencia policial y la creencia en lo sobrenatural significan que los trabajadores creen por completo en las amenazas”, dijo Kepes.
Todos los trabajos tienen su riesgo
Aparte del vínculo por deuda que se reafirma con la violencia o la amenaza de ella, los trabajadores se enfrentan a peligros en el mismo trabajo. Existen una variedad de trabajos que son llevados a cabo en las minas, que operan por fuera de las regulaciones de salud y seguridad, utilizando a menudo equipos viejos e inseguros. La mayor parte del trabajo es peligrosa y físicamente extenuante. Los accidentes son comunes.
Los “macheteros” o leñadores cortaron los árboles. La minería de oro peruana ha visto miles de decenas de hectáreas de árboles destruidas en una área de biodiversidad excepcional, y la deforestación se ha más que triplicado durante los últimos cinco años. Los macheteros se enfrentan a riesgos que van desde largos periodos de exposición al sol, la caída de árboles, mordidas de animales venenosos y quemaduras, según Verité.
Por su parte, los llamados “carreteros” o transportadores, que mueven carretillas cargadas con rocas y suciedad, también enfrentan riesgos de exposición así como riesgos de lesiones de largo plazo asociadas con llevar cargas pesadas.
Luego están los “buzos”, quienes se meten en los ríos contaminados con mercurio para dirigir las bombas que succionan los sedimentos que contienen partículas de oro. Estos corren con el riesgo de ahogarse con burbujas de aire, ser enterrados bajo el agua por el colapso de montañas de arena, o de que sus órganos sean succionados por las bombas.
VEA TAMBIÉN: Cobertura de minería
Los “maraqueros” operan las bombas y usan mercurio para separar y condensar las partículas de oro que recogen. Estos trabajadores recogen los glóbulos con sus manos, sin ninguna protección, en ocasiones en turnos de 24 horas. Se enfrentan al riesgo de severas quemaduras solares, agotamiento y deshidratación, aparte de problemas en la piel y respiratorias, el fallo de órganos y el daño cerebral asociado con la exposición al mercurio.
Finalmente están los operarios de camiones, quienes típicamente no tienen entrenamiento. Cavan hoyos y amontonan pequeñas montañas de arena, mientras se enfrentan a riesgos por caídas de rocas y a los peligrosos e impredecibles movimientos de las montañas de lodo.
Verité recibió una gran cantidad de informes de accidentes fatales por parte de los mineros a los que entrevistó, así como informes de mineros que fueron enterrados en fosas clandestinas sin informar a sus familias ni a las autoridades.
El asentamiento visitado por Verité en Madre de Dios era también lamentable, típicamente construido con paredes de plástico, sin electricidad ni agua potable. En algunos casos, los trabajadores tuvieron que tomar agua infestada con mercurio.
La atención médica para tratar enfermedades tropicales y lesiones era normalmente inexistente. Cuando hubo, fue “rudimentaria y costosa en general”, dijo el informe. Los trabajadores dijeron a Verité que la mayoría de ellos no superaba los 40 años de edad, pese a que no se ha hecho ningún estudio de la esperanza de vida en la zona.
Una amplia red de trabajadores periféricos trabaja en la mina, incluyendo cocineros, transportadores, reparadores de neumáticos y prostitutas, muchas de los cuales son menores de edad, dijo Verité. La explotación y las peligrosas condiciones también son comunes en estos sectores, especialmente en el trabajo sexual.
Miles de mujeres y niñas son traficadas a las comunidades mineras cada año, normalmente por familiares o por redes informales. Según la Asociación Huarayo, una ONG de Madre de Dios consultada por Verité, casi todas las niñas traficadas a la zona son engañadas, secuestradas u obligadas a trabajar por medio de deudas, con la confiscación de sus documentos de identidad y las amenazas de daño físico contra ellas y sus familiares siendo una práctica común. Las mujeres contratadas como cocineras también son obligadas a hacer “favores sexuales”. En los remotos campos mineros sin presencia estatal y sin acceso a la comunicación, existe poca posibilidad de escapar.
Poco recursos, voluntad política
El gobierno de Perú ha prometido formalizar el sector de la minería ilegal, aunque con la corrupción desenfrenada entre funcionarios estatales y locales, se enfrenta con grandes retos. Existe una carencia de recursos y poca voluntad política para enfrentar verdaderamente el problema. Verité encontró que el Ministerio del Trabajo y Promoción del Empleo es el departamento del gobierno más comprometido con cambiar el status quo, pero la falta de recursos impide seriamente su trabajo. Un experto le dijo a los investigadores que en toda la región de Madre de Dios no había ningún inspector de trabajo certificado.
Además, muchas de las regiones mineras son tan remotas y carentes de ley, con las minas siendo vigiladas por hombres fuertemente armados, que “las autoridades son incapaces de tomar acciones o de incluso poner pie en estas tierras a menos de que se les proporcione apoyo militar”, dijo Verité.
Las grandes cantidades de dinero que están en juego, y los poderosos intereses involucrados en la industria, significan que las perspectivas de un real progreso siguen siendo sombrías a menos de que el gobierno reúna considerables esfuerzos y recursos financieros.
Existen campañas, como “No Dirty Gold” de la ONG Earthworks, que hacen lobby para que los comerciantes y consumidores exijan cambios en las prácticas mineras no éticas. También existen varios programas de responsabilidad social empresarial para las empresas que refinan y venden oro, pero son voluntarios.
Pese a que la perspectiva parece ser sombría, Kepes afirma mantenerse optimista.
“Hemos visto que las cosas cambian en muchas industrias”, dijo. “Si durante los años consigues juntar a personas de diferentes sectores, de empresas, de gobiernos, de ONGs, entonces hay una oportunidad para el progreso. Esperamos que esa voluntad política, que existe en el Ministerio del Trabajo, obtenga el apoyo que necesita de empresas e instituciones, y del resto del gobierno, para que haga lo que tenga que hacer para combatir este problema”.