Una nueva investigación se ha centrado en cómo las cambiantes fortunas del sector agrícola de México pueden instigar a la producción de cultivos de droga y a la actividad de los carteles, un valioso aunque imperfecto aporte a la investigación sobre los factores que impulsan la descontrolada violencia en el país.
El estudio "From Maize to Haze: Agricultural Shocks and the Growth of the Mexican Drug Sector" (pdf), realizado por investigadores académicos de la Universidad de Nueva York, se enfoca en la dinámica de la producción de maíz en México entre 1990 y 2010. El estudio resalta cómo las fluctuaciones de precios -impulsados ??por factores tales como las condiciones en otros países productores y en los acuerdos comerciales internacionales- pueden afectar desfavorablemente la viabilidad de la producción nacional, catalizando a su vez la producción de drogas y la actividad del crimen organizado.
Los investigadores seleccionaron el maíz como el punto de referencia debido a su dominio histórico en el sector agrícola de México. Según el estudio, el cultivo de maíz empleó por lo menos el 29 por ciento de los trabajadores agrícolas del país en 1990, con los segundos principales productos, el café y el cacao, empleando sólo el 4 por ciento combinado. Muchas de las regiones más adecuadas para el cultivo de maíz, en particular la costa del Pacífico de México, también coinciden con las zonas clave de producción de marihuana y amapola (vea los mapas del estudio a continuación). El hecho de que el 62 por ciento de los productores de maíz (comparado con el 48 por ciento en total) figuren sin un jefe o supervisor -lo que sugiere que se trata de operaciones de tipo familiar- también fue significativo. El cultivo de droga es supervisado generalmente por pequeños productores, lo que hace que una gran proporción de productores de maíz sean candidatos ideales para un cambio de este tipo.
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La investigación se basa en la idea de que, cuando los precios del maíz caen, los agricultores pobres están más inclinados a sembrar cultivos ilícitos. La investigación toma las cifras de erradicación de cultivos de droga como el mejor indicador de los niveles de producción -con base en la afirmación de las autoridades de México y Estados Unidos de que se erradicó el 75 por ciento de los cultivos de droga- y los compara con los precios históricos del maíz.
Una de las principales conclusiones del informe es la consistente relación negativa entre los precios del maíz -que cayó un 59 por ciento entre 1990 y 2005- y la erradicación (vea los gráficos del estudio abajo), con un aumento en la eliminación de marihuana y amapola en los principales municipios productores de maíz.
Según el informe, también existe una relación negativa similar entre los precios del maíz y la presencia de carteles y asesinatos –con base en los informes de los medios de comunicación globales- con el estudio afirmando: "Estos resultados sugieren que los carteles buscaron controlar territorios económicamente deprimidos donde los agricultores están dispuestos a abastecer más cultivos ilícitos".
Al hacer la conexión entre los precios del maíz y la violencia de los carteles, el estudio afirma que cuando los precios de los cultivos están deprimidos, los trabajadores agrícolas se vuelven más valiosos para los carteles porque van a aceptar precios más bajos para sembrar cultivos ilícitos, proporcionándoles a los carteles una mayor tajada del precio de venta en el mercado. De este modo, el informe ofrece una explicación alternativa a la común afirmación de que la depresión económica alimenta la violencia al proporcionar un grupo de combatientes listos para los carteles, declarando, "Nosotros planteamos que la violencia surge en nuestro escenario empírico, no desde el número de combatientes, sino desde el creciente valor de controlar territorios afectados negativamente por la crisis de los precios".
En sus conclusiones, el informe hace hincapié en el papel crucial que pueden tener las políticas gubernamentales en el comercio de la droga cuando conducen a la depresión en los precios, en las zonas rurales aptas para los cultivos ilícitos, citando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como un ejemplo específico, y haciendo un llamado a los responsables políticos a “considerar las implicaciones de las medidas como los acuerdos comerciales y las reformas agrícolas de la narcoeconomía rural”.
Análisis de Insight Crime
A pesar de que las observaciones y conclusiones obtenidas en este estudio son reveladoras sobre la dinámica de la violencia relacionada con las drogas, tal vez hace demasiado énfasis en el maíz como un impulsor. Aunque la investigación es meticulosa en aplicar los controles y las variables, hasta cierto punto, falla en explorar completamente cómo los patrones observados podrían estar entrelazados con otros factores.
Un punto clave que no es considerado es el aumento exponencial de los cultivos de droga, observado desde que el expresidente Felipe Calderón declaró la guerra a los carteles a finales del 2006. Si bien es factible que la caída de los precios del maíz haya contribuido a la decisión de los agricultores de sembrar cultivos de opio o marihuana, el hecho de que la concentración de los servicios de seguridad en zonas urbanas disminuya el riesgo asociado con el crecimiento de dichos cultivos, pone una quinta parte del periodo de prueba bajo condiciones marcadamente diferentes. Esto no sólo ofrece una motivación alternativa para el cultivo de droga, sino que pone en duda la suposición de que el 75 por ciento de los cultivos de droga fueron erradicados durante todo el período -la piedra angular de la metodología del estudio.
Otro elemento digno de mayor atención es el desarrollo de los carteles mexicanos, durantelas últimas décadas. Si bien el informe menciona esto, no lo explora en gran profundidad. Como señala el estudio, los carteles mexicanos han evolucionado desde intermediarios para los carteles colombianos, a tener una de las mayores presencias del crimen organizado de Latinoamérica. A medida que han evolucionado para tener una mayor participación en las ganancias de la economía de la droga, los grupos criminales mexicanos han sido conocidos por presionar a los agricultores a participar en la producción de cultivos de droga. Este papel activo, que incita al cultivo de droga, se pierde un poco en el estudio, que a menudo parece describir el crimen organizado de una forma pasiva, a la espera de las condiciones macroeconómicas ideales para ampliar sus operaciones.
Se debe tener cuidado, también, en aceptar que los patrones señalados a través de esta investigación reemplazan las afirmaciones comúnmente aceptadas, como la forma en que la depresión económica impulsa la violencia. Más que el aumento del valor del territorio productor de droga ofreciendo una teoría alternativa a la narrativa de los soldados rasos desempleados, que sirven a los carteles, las dos teorías son totalmente compatibles. Mientras que el valor de las regiones productoras de droga puede causar un aumento en la violencia, aquellos que la cometen pueden o no ser de la zona en cuestión. Es muy posible que aquellos que mueren en las zonas clave de cultivo de droga sean hombres jóvenes –como suelen ser el la mayoría de las víctimas de homicidio producto de la violencia en México- enviados desde los centros urbanos a cumplir las órdenes de los carteles. Una recopilación de las edades de las víctimas y los orígenes relativos a la escena del crimen sería un digno complemento del estudio.
A pesar de estas dificultades, la investigación no tiene poco valor. Como lo explica su autor, el concepto de precios de los productos agrícolas como motores de la actividad de cultivo de droga y la actividad del cartel es un fenómeno poco estudiado y poco reportado. Las correlaciones consistentes entre los precios del maíz y los niveles de producción de droga establecidos por el informe requieren una mayor exploración, no sólo desde lo académico, sino también desde los diseñadores de políticas. Si, como se sugiere, acuerdos como el TLCAN han jugado un papel tan directo en el fortalecimiento de la producción nacional de droga, el proceso de toma de decisiones para tales acuerdos en el futuro debe incluir una evaluación completa de los posibles efectos sobre la economía de la droga, algo que en el pasado parece haber faltado.