La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirarse del acuerdo global para combatir el cambio climático dificulta los procesos para hacer frente a los retos ambientales en Latinoamérica y el Caribe, que han agravado problemas de larga data relacionados con el crimen organizado.
Trump anunció el 1 de junio que Estados Unidos se retirará del llamado Acuerdo de París, un importante convenio firmado en 2015 por 195 países y que tiene como objetivo "llevar a cabo ambiciosos proyectos para combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos, ofreciendo mayores ayudas a los países en desarrollo para que lo logren". La decisión fue criticada inmediatamente por políticos y empresarios.
El mismo día en que se produjo el anuncio, un portavoz de la Secretaría General de las Naciones Unidas se refirió a esta decisión como "una gran decepción frente a los esfuerzos globales por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover la seguridad global".
En consonancia con su doctrina de "Estados Unidos Primero", Trump dijo que el Acuerdo de París le imponía injustas cargas a Estados Unidos, las cuales perjudicarían su economía y no mitigarían los peligros del cambio climático.
Pocas de las críticas se refirieron al crimen, pero lo cierto es que controlar el cambio climático es clave para abordar los desafíos de seguridad a nivel global, y en el continente americano en particular.
Una región afectada
Según un reciente informe del grupo de interés Germanwatch, cuatro de los diez países más afectados por el cambio climático durante la última década están en la región de América Latina y el Caribe: Haití, Nicaragua, Honduras y Guatemala.
Sin embargo, los expertos afirman que los planes para mitigar los riesgos de seguridad relacionados con el clima han sido insuficientes en toda la región.
"Los gobernantes deben comenzar a incluir el medio ambiente en sus políticas. Pero actualmente no lo están haciendo", le dijo a InSight Crime Oliver Leighton Barrett, teniente retirado de la marina, que ha trabajado con el Pentágono en torno a los esfuerzos para evaluar las implicaciones de seguridad del cambio climático en Latinoamérica y el Caribe.
"Hay dos clases de emergencias", explicó. "Las de aparición lenta [como los huracanes] y las de aparición rápida [como el aumento de los niveles del mar o las sequías prolongadas]".
Y agregó: "Para las personas es difícil entender las emergencias de aparición lenta y prepararse para responder a ellas, porque suelen tomarlas por sorpresa".
Las ciudades son particularmente vulnerables al cambio climático, especialmente porque en ellas es donde vive la mayor parte de las personas y donde se produce la mayor parte de los crímenes violentos.
"Las ciudades no pueden permitirse los retrasos en la acción. Hay un riesgo real de que las ciudades de más rápido crecimiento adopten modelos de planificación anticuados que conduzcan a planes e infraestructura que requieran muchos recursos", escribió Robert Muggah, director del Centro de Estudios del Instituto de Igarapé, en un artículo de 2016 para el Foro Económico Mundial. "En última instancia, el futuro del cambio climático reside en las decisiones adoptadas por las ciudades en las zonas donde las economías y la población crecen más rápidamente".
Un 'multiplicador de amenazas'
Los trastornos medioambientales generan caos, y el caos abre la puerta para el crimen. En un informe ante el Congreso de Estados Unidos en julio de 2015, el mismo ejército estadounidense se refirió al cambio climático como un "multiplicador de amenazas".
"El cambio climático global tendrá grandes implicaciones para los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos en el futuro próximo porque agravará los problemas existentes —como la pobreza, las tensiones sociales, la degradación del medio ambiente, la falta de liderazgo y la debilidad de las instituciones políticas— que amenazan la estabilidad interna en varios países", dice el informe.
Barrett se refirió a este mismo tema. Dijo que el clima es un "factor estresante que puede agravar otros factores ya de por sí estresantes y puede ser la gota que rebase la copa".
Agregó que muchos países de la región "no tienen resiliencia" frente al cambio climático, lo que los hace especialmente vulnerables a sus efectos negativos.
"Son políticamente frágiles. Tienen instituciones muy débiles, poblaciones fragmentadas —las poblaciones pobres en particular—, y además de eso están los problemas de seguridad por actividades relacionadas con las drogas. Y el problema es que todos ellos convergen", explicó.
"Y no sólo se trata del cambio climático. Se trata de que todas estas condiciones convergen: superpoblación, urbanización y mala gobernanza, que por sí solas son ya bastante negativas. ¿Y si encima de todo llega una sequía? Todo ello genera situaciones desastrosas", dijo.
En algunos casos, incluso cuando los gobiernos de la región han intentado responder a los desastres relacionados con el clima, el crimen organizado ha encontrado la manera de beneficiarse. En un famoso caso, en el año 2010 el grupo criminal hondureño conocido como Los Cachiros supuestamente logró usar las ayudas humanitarias después de un devastador huracán para blanquear unos US$6,4 millones de ganancias ilegales.
También se ha sabido que las redes criminales en Honduras han utilizado la violencia contra los ambientalistas que buscan proteger ciertas zonas del país de los posibles daños ambientales relacionados con proyectos de desarrollo económico.
Circuito de retroalimentación
Brasil, el país más grande de la región, es un ejemplo particularmente ilustrativo de cómo el crimen organizado puede contribuir al cambio climático, lo que a su vez puede crear un circuito de retroalimentación que agrava los problemas de seguridad existentes.
Después de décadas de deforestación producida en gran parte por las actividades del crimen organizado, los expertos dicen que la selva tropical más grande del mundo, el Amazonas, puede encontrarse en un "punto de inflexión": la continua deforestación podría conducir a un círculo vicioso de sequías como la que se presentó en Estados Unidos durante el conocido "Cuenco de Polvo" (Dust Bowl) en la década de los treinta.
Las sequías relacionadas con la deforestación plantean riesgos no sólo para la Amazonia, que en gran parte está deshabitada, sino también para algunas de las áreas urbanas más importantes de la región. Por ejemplo, la ciudad más grande de la región, São Paulo, así como gran parte del suroeste de Brasil, que está densamente poblado, sufrieron una fuerte sequía entre 2014 y 2016 que estuvo relacionada con la deforestación de la Amazonia. Durante ese período, en Brasil se presentaron múltiples disturbios públicos por diversos temas; en particular, los problemas económicos salieron a relucir cuando el gobierno impuso el racionamiento del suministro de agua.
La sequía —junto con una gran desaceleración económica y el aumento de la presión sobre las fuerzas de seguridad debido a las protestas masivas y la afluencia de turistas para la Copa Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016— complicó los esfuerzos por abordar las causas subyacentes del crimen y la violencia en los centros urbanos más importantes de Brasil. De hecho, después de haber disminuido durante años, la violencia ha aumentado recientemente en São Paulo y en la segunda ciudad más grande de Brasil: Río de Janeiro.
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El tráfico de drogas, así como otros negocios ilegales como la minería ilegal y el ecotráfico, también contribuyen a la deforestación y a otras formas de daño medioambiental. Esto genera más migración a las ciudades, donde se produce la mayor parte de la criminalidad.
Ceder lugar a otros países
Lidiar con los eventos de aparición lenta y rápida relacionados con el cambio climático requerirá de una coordinación multilateral que Estados Unidos podría ayudar a liderar. Los esfuerzos de colaboración en este sentido recibieron fueron apoyados durante la administración del precursor de Trump, Barack Obama, durante la cual la lucha contra el cambio climático fue considerada "una de las principales prioridades de Estados Unidos".
Pero el equipo de Trump no parece estar muy dispuesto a tomar medidas para combatir el cambio climático, y mucho menos en colaboración con socios internacionales. Esto no sólo obstaculizaría los esfuerzos del resto del mundo para evitar una catástrofe climática, sino que además podría obstaculizar los esfuerzos de Estados Unidos por cooperar con otros países en muchos otros problemas, entre ellos el de la seguridad.
En particular, dijo Barrett, "el hecho de que Estados Unidos abandone su lugar preeminente en la mesa de mitigación del cambio climático global tiene una carga simbólica significativa. Deja un vacío de liderazgo que puede ser asumido por el principal competidor de Estados Unidos: China."
"La decisión tomada por el presidente Trump ayer facilita políticamente que los socios tradicionales de Estados Unidos en la región se vuelvan hacia China como su 'socio de elección' para diversos asuntos", dijo. "Si alguna vez tuvieron dudas sobre cuál superpotencia está más preocupada por sus intereses, la desacertada decisión de ayer les ayuda a aclarar sus dudas".