Las recientes declaraciones de Nicaragua, según las cuales el país centroamericano pretende comprar aviones de combate rusos para realizar operaciones antinarcóticos, han generado inquietudes en Latinoamérica; además, son un ejemplo de que la lucha contra el narcotráfico se puede utilizar para encubrir motivos ocultos.
El 24 de marzo, el general Julio César Avilés Castillo, comandante en jefe del ejército de Nicaragua, admitió que el país estaba planeando comprar barcos y aviones de combate rusos para renovar su capacidad defensiva y reforzar la operaciones antidrogas, informó International Business Times. El general señaló que Nicaragua tiene “el derecho a explorar la mejor manera de dotarse para cumplir la sagrada misión de defender su soberanía nacional” y explicó que los equipos militares actuales son “insuficientes”.
El anuncio se produjo un día antes de que el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, visitara el país y confirmara los rumores que habían estado circulando desde que Avilés hiciera sus comentarios, en agosto de 2014, acerca de que el ejército estaba en proceso de adquirir nuevos aviones, helicópteros y barcos.
El inspector general del ejército, Adolfo Zepeda, explicó que dicho equipo militar se utilizaría para evitar que aviones cargados de droga entren al espacio aéreo nicaragüense, y tranquilizó a los países vecinos señalando que los aviones serían “equipos totalmente defensivos, no aviones de ataque”.
Sin embargo, durante su anuncio en marzo, Avilés mencionó varios modelos de aviones que se están considerando, como Tucano, Super Tucano, A-37, Yak-130 y MiG-29, todos los cuales tienen capacidades ofensivas.
Sin embargo, se ha especulado sobre la posibilidad de que Nicaragua esté buscando comprarle a Rusia al menos seis aviones de combate MiG-29. Dado que el valor aproximado de cada uno es de US$29 millones, los seis aviones costarían en total unos US$174 millones (el presupuesto de defensa de Nicaragua en 2015 es al parecer sólo de US$82 millones).
Los países vecinos han expresado su alarma por la posible modernización de los equipos militares; Honduras (que tiene disputas territoriales con Nicaragua por el Golfo de Fonseca) y Costa Rica temen que haya desequilibrios militares y la posibilidad de una carrera armamentista regional. Colombia, que tiene desacuerdos de soberanía con Nicaragua por límites marítimos, también percibe esta decisión como una potencial amenaza.
La aseveración de Nicaragua de que sólo utilizará aviones de combate de manera defensiva para enfrentar a los traficantes de drogas también ha provocado escepticismo generalizado entre los observadores regionales y militares, quienes se refieren al inherente carácter ofensivo de dichas aeronaves y a su limitada utilidad en la lucha contra el tráfico de drogas. “Uno no combate el narcotráfico con ese tipo de equipo militar pesado que se utiliza para las guerras”, declaró en febrero el ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica, Manuel González.
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Análisis de InSight Crime
Como es de comprenderse, la manifiesta intención de Nicaragua de comprar aviones de combate rusos para hacer frente al narcotráfico ha levantado sospechas entre otros países latinoamericanos.
A primera vista, tomar la medida extrema de comprar aviones militares modernos y costosos para combatir el narcotráfico es una maniobra ilógica, tratándose de la segunda nación más pobre del hemisferio. Especialmente dado que Nicaragua es considerado el país más seguro de Centroamérica, pues logró en gran medida evitar la violencia del narcotráfico y la inseguridad que ha invadido a sus vecinos del norte.}
Además, en abril de 2014 el inspector del ejército, general Zepeda, se refirió a las medidas para disuadir a los narcotraficantes de entrar al espacio aéreo nicaragüense y de infiltrarse en el país —medidas que aparentemente incluyeron operaciones de vigilancia básica—. Sin embargo, no está claro si hubo un cambio en la situación de seguridad de Nicaragua que incitara las observaciones un tanto contradictorias que hizo este año sobre la necesidad de “aviones combatientes interceptores”.
En efecto, según los críticos, la posibilidad de que Nicaragua compre aviones de combate rusos no parece tanto el tipo de estrategias de lucha contra el crimen irracional, sino más bien un intento tímido pero evidente de darle una apariencia de legitimidad a una acción hostil con graves implicaciones políticas.
Las relaciones entre Nicaragua y Rusia datan de la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética afianzó estrechos lazos con el gobierno sandinista de Daniel Ortega. Tras una pausa después de la caída del Muro de Berlín, las relaciones comenzaron a mejorar nuevamente, cuando Ortega asumió la presidencia en 2007.
En los últimos años, Rusia ha invertido cada vez más en la cooperación a Nicaragua en materia de seguridad, creando un centro de entrenamiento de aplicación de la ley antidrogas y ayudando en los patrullajes antinarcóticos en el Caribe. Tales actividades siguen una tendencia de Rusia en la región, que busca expandir su ayuda a países latinoamericanos en cuanto a lucha antinarcóticos y contra la venta de armas, ayuda dirigida especialmente a los gobiernos de izquierdas con ideologías políticas simpatizantes.
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Si el plan de Nicaragua de comprar aviones de combate rusos llega a materializarse, no sólo fortalecerá militarmente al país con respecto a las naciones mencionadas arriba, con las cuales tiene disputas de soberanía, sino que también aumentará la influencia rusa en la región de influencia de Estados Unidos, en un momento de deterioro de las relaciones sobre asuntos como el de Ucrania.
En general, las razones de Nicaragua para comprar aviones de combate rusos parecen venirse abajo con sólo un análisis somero. Sin embargo, el hecho de mencionar operaciones contra el tráfico de drogas como justificación pone de relieve que la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado puede ser utilizada como excusa para un posicionamiento geopolítico.