Disidentes del grupo guerrillero FARC de Colombia sufrieron el golpe más importante que se les haya asestado hasta la fecha, en un operativo militar que terminó con la muerte de un comandante guerrillero, quien se negó a desmovilizarse dentro del acuerdo de paz del año pasado. Pero aunque una estrategia militarizada para combatir los disidentes pueda rendir resultados exiguos, la mejor arma del gobierno contra la deserción de las FARC sigue siendo la implementación pronta y total de las medidas de reinserción para los combatientes desmovilizados.
El 27 de septiembre, el presidente colombiano Juan Manuel Santos anunció la muerte de Luis Alfonso Lizcano Gualdrón, alias "Euclides Mora", en el departamento de Guaviare, región central del país.
El tuit del presidente también contenía un mensaje directo para los disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC): "Entréguense, de lo contrario les espera la cárcel o la tumba".
FF.AA. abatieron a Euclides, disidente de Farc, en Guaviare. Mensaje es claro: entréguense, de lo contrario les espera la cárcel o la tumba
— Juan Manuel Santos (@JuanManSantos) September 27, 2017
Mora, quien dirigía el frente 62 de las FARC, era uno de los cinco comandantes expulsados del ahora desmovilizado grupo guerrillero en diciembre de 2016 por su rechazo al acuerdo de paz. Todos los comandantes disidentes operan en los Llanos Orientales, uno de los ejes de cocaína más lucrativos del país.
Mora tenía menos influencia que algunos de sus camaradas también expulsados, como Miguel Botache Santanilla, alias "Gentil Duarte", y Géner García Molina, alias "John 40" o "Jhon 40". Aun así, tenía más de tres décadas de experiencia en la lucha con la insurgencia, según La Silla Vacía.
Luego de pasar por varios frentes insurgentes, el mando guerrillero fue enviado junto con otros comandantes a sofocar una posible disidencia dentro del frente primero. Lo irónico es que esa unidad eventualmente asumiría el liderazgo de la rebelión contra el acuerdo de paz dentro de las FARC.
El mismo día del anuncio de la muerte de Mora, el vicepresidente Óscar Naranjo visitó Guaviare, donde opera el disidente frente primero bajo el mando de Gentil Duarte. Apenas unas horas antes del tuit de Santos, Naranjo anunciaba que el presidente dio órdenes de "arreciar las operaciones sin contemplación" contra los disidentes de las FARC, según informó El Tiempo.
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Las FARC no se han pronunciado sobre el deceso de Mora. Pero a comienzos de esta semana, Rodrigo Londoño Echeverri, alias "Timochenko", firmó una carta abierta al presidente Santos solicitando al gobierno colombiano que cumpliera las obligaciones contraídas en el acuerdo de paz.
El comandante en jefe de la antigua guerrilla y recién nombrado jefe del partido político FARC exigió que las autoridades cumplan con las medidas socioeconómicas para reintegrar a los guerrilleros desmovilizados como lo estipularon los acuerdos de paz.
Análisis de InSight Crime
Aunque en los últimos meses ha habido confrontaciones entre el ejército colombiano y guerrilleros que no se acogieron a la desmovilización, el asesinato de Euclides Mora es el mayor golpe que se ha asestado hasta el momento a los disidentes de las FARC.
El gobierno colombiano considera necesario tratar de eliminar a las estructuras disidentes de las FARC, porque su existencia perjudica la legitimidad del proceso de paz. Muchos disidentes han desertado del proceso de paz para unirse a redes criminales que siguen implicadas en actividades lucrativas ilegales. Su participación continuada en la criminalidad, por ejemplo, el tráfico de cocaína, atiza las críticas nacionales y extranjeras contra los acuerdos de paz, y financia a grupos armados que constituyen un obstáculo para establecer una presencia estatal legítima en ciertas regiones del país.
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Sin embargo, mantener la lucha contra los disidentes de las FARC también puede servir a otro propósito: da una razón para no frenar el gasto militar en el escenario del posconflicto.
No cabe duda de que las FARC no solo depusieron sus armas y se desmovilizaron oficialmente, sino que además el gobierno firmó un cese bilateral al fuego como parte de las negociaciones de paz en curso con el Ejército Nacional de Liberación (ELN), ahora el grupo guerrillero activo más grande del país.
Y aunque el gobierno amplió la participación del ejército en un esfuerzo importante que se adelanta contra el grupo criminal más poderoso en Colombia, Los Urabeños, las fuerzas civiles siguen al mando de la operación. Más aún, el cabecilla de Los Urabeños Dairo Antonio Úsuga, alias "Otoniel", ofreció recientemente negociar la entrega del grupo con las autoridades colombianas.
Tal como sucedió con las FARC, la eventual desmovilización del ELN o la entrega de Los Urabeños sin duda acarrearía un problema de disidencia similar. Desde una perspectiva institucional, es importante que el ejército demuestre éxito en la lucha contra la disidencia de las FARC si espera tener un rol en futuras situaciones de este tipo que incluyan a disidentes del ELN o de Los Urabeños.
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Sin embargo, la intervención militarizada no será la clave para la paz duradera en la Colombia del posconflicto. La mejor arma del gobierno para reducir la deserción consiste en el pronto y total cumplimiento de las provisiones del acuerdo de paz, cuyo objetivo es la reintegración de los excombatientes a la sociedad.
Al mismo tiempo, la implementación de muchos aspectos importantes del proceso de paz se ha movido a un paso puntillosamente lento. Y como lo afirma la reciente carta de Timochenko, la incertidumbre entre las filas de las FARC sobre si las autoridades cumplirán con aspectos cruciales de las medidas de reinserción prometidas no harán más que elevar el riesgo de disidencia.
*Este análisis fue elaborado con información suministrada por el equipo de investigación de InSight Crime en Colombia.