Ojo-Publico visitó San Pedro de Putina Punco, distrito ubicado en la provincia de Sandia, en la selva de Puno. Cultivos ilegales de hoja de coca, pozas de maceración, pistas clandestinas y personas armadas son algunos de los síntomas de la inmersión del narcotráfico en esta remota zona. A la lucha de la Policía Antidrogas, Devida suma una estrategia para hacer frente a las actividades ilícitas: producir el mejor café del mundo.
La mañana del 26 de abril del 2012, el mayor PNP Jorge Chiclla Medina recibió en su celular una llamada de alerta de Zacarías Machaca, entonces presidente de las rondas campesinas del distrito de San Pedro de Putina Punco, en el valle de Tambopata (Puno), importante zona cocalera del Perú. Un grupo de personas, según la denuncia del poblador, estaba habilitando una pista de aterrizaje clandestina desde donde se enviaba droga a Bolivia. Una semana antes, la policía y las autoridades municipales habían intervenido el mismo lugar e identificado la zona de despegue de la aeronave.
Casi tres horas después de la llamada de alerta de Machaca, la policía llegó a aquel remoto punto de la selva puneña e intervino una avioneta modificada para transportar droga y detuvo a cuatro presuntos colaboradores. Unas horas después, las autoridades capturaron a Uribe Paredes Mamani, de 21 años, en un centro poblado cercano. En su interrogatorio, Paredes admitió que ayudó a escapar al piloto Jesús Suárez López, un boliviano con antecedentes por tráfico de drogas en su país y presunto miembro de una red internacional de narcotráfico. Aunque hasta ese momento la operación parecía exitosa, por los cinco detenidos y la aeronave incautada, la trama alrededor de la intervención era más compleja.
*Este artículo fue publicado originalmente en Ojo Público. Fue editado y publicado con permiso. No representa necesariamente las opiniones de InSight Crime. Vea el original aquí.
Un mes después de la operación policial, el entonces fiscal provincial de Juliaca Huber Obregón Sosa reveló que los mismos policías que detuvieron a los narcotraficantes habían ocultado los 200 kilos de pasta básica de cocaína (PBC) que iban a ser recogidos por la avioneta. En respuesta a la grave acusación del Ministerio Público, el mayor PNP Chiclla denunció al fiscal por delito de difamación y por favorecer a los detenidos al no realizar las diligencias necesarias. Finalmente, en octubre de 2015, Chiclla, tres policías más, el piloto, el presunto acopiador Roger Apaza Gemio y otros cinco colaboradores fueron denunciados por narcotráfico y lavado de activos.
Cinco años después de los hechos relatados, Ojo-Publicovisitó San Pedro de Putina Punco, distrito que con 14 mil habitantes y 5 mil kilómetros de extensión busca ser reconocido como provincia independiente de Sandia. Esta parte de la selva puneña es considerada zona dominada por el narcotráfico: la policía ha registrado la presencia constante de personas armadas, pozas de maceración de droga y pistas clandestinas de aterrizaje, debido a su cercanía a las fronteras de Brasil y Bolivia.
En esta selva convulsionada, el agricultor cafetalero Raúl Mamani se abre paso a sus 42 años acompañado de Farruko y Bella, dos de los uchuñaris que viven con él. Con la ayuda de estos pequeños animales de nariz alargada, mamíferos también conocidos como coatís, Mamani es pieza clave en una de las principales estrategias del Estado peruano para frenar el narcotráfico en San Pedro de Putina Punco: producir el mejor café del mundo. Este año, Mamani ganó el premio internacional del ‘Mejor Café de Calidad’ durante la Global Specialty Coffee Expo en Seattle, Estados Unidos. El año pasado ocupó el segundo puesto en el XII Concurso Nacional de Cafés de Calidad, otro torneo en nuestro país, y ha sido campeón nacional en dos oportunidades.
"Yo no quiero la coca, yo vivo por el café porque me permite conocer el mundo" explica Mamani, mientras recoge semillas de café con Bella trepada en el hombro. "Con la coca ni hubiera conocido Lima".
La región Puno tiene aproximadamente 4.500 hectáreas dedicadas al cultivo de hoja de coca, solo por debajo de Cusco y Ayacucho, según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Los cultivos están repartidos entre las zonas de San Gabán, y los valles de Inambari y Tambopata. Raúl Mamani vive en este último sector, donde se produce más del 9% de la hoja de coca a nivel nacional: 3.811 hectáreas, el valor más alto registrado por la UNODC en estas cuencas.
(Raúl Mamani. Crédito:Ojo-Público)
Desde su parcela ‘Monica’ –bautizada así en honor de su hija– Mamani asegura que cosecha 60 quintales en sus cuatro hectáreas de café y que en las cafeterías limeñas el precio puede llegar a mil dólares el quintal (46 kilos). Uno de sus hijos, Líder Mamani de 19 años, quiere superar los pasos del padre y convertirse en un empresario cafetalero. Por eso, todas las semanas viaja durante casi diez horas, desde San Pedro de Putina Punco hasta Juliaca, para estudiar la facultad de contabilidad, negocios internacionales y marketing de la universidad Alas Peruanas.
"Sembrar café es más rentable y seguro. No tienes miedo a nada" afirma Mamani junto a su hijo Líder, rodeados de diferentes árboles cafetaleros como la Caturra, el Borbón y la Geisha "Con otros cultivos estás perseguido por policías, abandonas a tu familia y a tus hijos".
A pesar de estos riesgos, competir con el negocio de la hoja de coca aún es difícil, dice Gimmy Larico, gerente de la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los Valles de Sandia (Cecovasa). Esta institución, fundada en 1970, se encarga de exportar los productos de los más de 4 mil agricultores, entre ellos Raúl Mamani y su hijo Líder, que se encuentran asociados en las ocho cooperativas de la región. La rentabilidad es el principal obstáculo. Mientras que por un día de trabajo en una plantación de café una persona puede recibir es 40 Soles peruanos (cerca de US$12), por la misma jornada en un cultivo de hoja de coca el pago supera los 100 Soles peruanos(cerca de US$30).
La selva puneña tiene además uno de los precios de la hoja de coca más altos del país: la arroba (11,5 kilos) llega a costar 400 Soles peruanos (cerca de US$123), mientras que en otras regiones no pasa de los 120 Soles peruanos (cerca de US$37), según la oficina zonal de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), dirigida por Ana María Vanini.
"Somos zona de frontera, productora de droga, minería ilegal, tráfico de insumos químicos y contrabando" explica Vanini, quien también se desempeñó como jefa zonal de Devida en el el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem)." Por ejemplo, en el Perú ya no se produce kerosene desde hace cuatro años, sin embargo encontramos establecimientos que lo venden en Puno. Ese insumo viene del contrabando".
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A la labor policial se suman los programas de cultivos alternativos de Devida: cerca de 4 mil familias reciben el apoyo técnico para cultivar cacao y café en la selva puneña, a través de nueve proyectos con una inversión superior a los 32 millones de Soles peruanos (cerca de US$ 9 millones). Jorge Turpo Morales, jefe del proyecto de café especiales de la municipalidad distrital de San Pedro de Putina Punco, explicó que es la tercera vez que trabajan junto a Devida desde el 2012.
La iniciativa que lidera Turpo tiene como objetivo trabajar con 1.200 familias en tres años, con un presupuesto aproximado de 4.5 millones de Soles peruanos (alrededor de US$1 millón). Entre los beneficiados está Wilson Sucaticona, quien tiene 30 años implementando cultivos de café, actualmente a más de 1.600 metros de altura en la selva de Puno. Sucaticona obtuvo la medalla de oro en el III Concurso Internacional de Cafés Tostados en París, Francia.
"Yo siempre le digo a los jóvenes que sí se puede producir café, lo estamos logrando" contó Sucaticona desde su parcela, mientras sueña con el valle de Tambopata convertido en una ruta turística.
Sin embargo, los cultivos ilegales de hoja de coca no son la única preocupación para los productores cafetaleros de la selva puneña. Turpo contó que desde el 2013 la roya amarilla ha castigado al valle provocando que en Tambopata e Inambari solo se produzca el 10% de la cantidad de café cosechado en sus mejores años. El alcalde de San Pedro de Putina Punco, Yony Yujra Cañazaca, reconoce que muchas familias, a consecuencia de la plaga, ahora se dedican a la minería.
"La juventud ha migrado a la ciudad buscando otras oportunidades" reconoció Yujra.
La labor de la policía antidrogas también revela el alto porcentaje de personas involucradas en el narcotráfico en Puno. A inicios del 2017 la policía intervino a cuatro ayacuchanos que viajaban en dos camionetas por la ruta que une Juliaca con Arequipa. Yuri León, Ramón León, Glider Herreras y Tania Ruiz transportaban 17 kilos de PBC escondidos en el parachoques del vehículo.
Unas semanas después, la Depandro detuvo a Liliana Galindo, quien llevaba cinco paquetes con 6 kilos de cocaína en un vehículo de transporte interprovincial. Ojo-Publico comprobó que los narcotraficantes ofrecen hasta US$10 mil a las personas que acepten llevar 20 kilos de droga desde el Vraem hasta la frontera con Puno. Estas cifras podrían explicar porqué el año pasado el 27% de los internos de los cuatro penales de Puno estaban procesados o fueron sentenciados por tráfico de drogas, según información del Instituto Nacional Penitenciario (INPE).
"Nosotros seguimos trabajando con el desarrollo alternativo para desalentar las actividades ilícitas" asegura Vanini de Devida. "Hay gente que se está sumando. El desarrollo no lo puede hacer una sola institución, necesitamos aliados".
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Uno de los ejemplos más representativos del trabajo que realiza Devida en el valle son los cultivos de Melquiades, un tímido agricultor que prefiere no dar su apellido. A sus 30 años ha decidido cultivar café en un terreno de San Juan del Oro. Pero no siempre fue así: a los 18 años trabajaba en la cooperativa minera Peñón de Oro, en Yanahuaya, como muchos de los habitantes de la provincia de Sandia.
"La mina es peligrosa: la chamba es dura y estás expuesto a accidentes. No es una vida segura, también por las enfermedades" asegura Melquiades, quien no tenía experiencia previa con la agricultura, aunque ahora trabaja disciplinadamente para pertenecer a Cecovasa.
Junto a sus parcelas de café, Melquiades aún mantiene un sector dedicado al cultivo de hoja de coca, que utiliza para conseguir víveres a través del trueque. Las autoridades municipales, Devida y la policía antidrogas están trabajando para que su transición a los cultivos alternativos sea completa, así como la de los cientos de habitantes de la selva puneña.
El agricultor de 30 años es consciente que varios jóvenes de la zona prefieren trabajar en actividades peligrosas o ilícitas porque les gusta la "plata rápida", en vez de invertir en los cultivos cafetaleros, cuyo retorno puede demorar hasta dos años. Él no pierde la esperanza:
"¿Esperas que tus hijos continúen trabajando con el café?" le pregunto a Melquiades.
"Sí, para que más adelante puedan ser algo en la vida".
*Este artículo fue publicado originalmente en Ojo Público. Fue editado y publicado con permiso. No representa necesariamente las opiniones de InSight Crime. Vea el original aquí.