El primer estudio sobre los reos en centros penitenciarios federales de México pinta una imagen de una población carcelaria en auge alimentada por el narcotráfico, y un sistema judicial corrupto e insensible.
De acuerdo con la encuesta - que interrogó a 726 hombres y 95 mujeres y fue realizada por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) a petición del gobierno (ver pdf del informe abajo) - más del 60 por ciento de estos presos se encuentran en la cárcel por delitos relacionados al narcotráfico: el transporte, la venta local, venta al por mayor, el tráfico, posesión y consumo. Un sorprendente 80 por ciento de las mujeres encarceladas son por este tipo de delitos. El resto está en la cárcel por una combinación de cargos de porte de armas, la delincuencia organizada, homicidio y secuestro.
La mitad fue atrapada in fraganti. De los que no fueron capturados así, el 92 por ciento dijo que no vieron ninguna orden de arresto. Cerca del 60 por ciento dijo que fueron golpeados durante su detención. Más de la mitad dijo que fueron llevados a otros lugares, diferentes a una estación de policía, antes de ser arrestados oficialmente, incluyendo guarniciones militares, agencias estatales y "casas clandestinas".
El 44 por ciento dijo que no tenía un abogado presente cuando fueron interrogados por los investigadores estatales. El mismo porcentaje dijo que el abogado que tuvieron durante sus juicios no explicó lo que estaba sucediendo, el 51 por ciento dijo que sus abogados no proporcionaron consejo alguno y el 39 por ciento dijo que sus abogados no les explicaron los resultados de sus juicios.
Los hombres superan en número a las mujeres en las cárceles, pero casi todos provienen de entornos desfavorecidos. El 90 por ciento de los hombres y el 87 por ciento de las mujeres comenzaron a trabajar antes de los 18 años, y un tercio comenzó a trabajar antes de cumplir los 12. La mayoría de los hombres y casi la mitad de las mujeres abandonaron la escuela para trabajar.
Más de la mitad dejó de vivir con sus padres antes de los 18 años. Un tercio tiene familiares en la cárcel. El cuarenta por ciento de los hombres y el 60 por ciento de las mujeres tuvieron a su primer hijo entre las edades de los 18 y 22 años. Un tercio abandonó sus hogares debido a la violencia, y casi la mitad dijo que alguien en su casa consume alcohol en grandes cantidades.
Análisis de InSight Crime
México está viviendo un boom de prisión no muy diferente al vivido por Estados Unidos. Desde mediados de los noventa, la proporción de la población en prisión se ha duplicado, pasando de 103 reclusos por cada 100.000 habitantes en 1996 a 204 por cada 100.000 en 2012.
Las razones de este aumento son múltiples: el público en general ahora reporta más crímenes, los cambios en la ley establecen penas más severas para esos delitos, y las autoridades penitenciarias tienen una mayor tendencia a prolongar la estancia de los presos en la cárcel por su mal comportamiento.
En enero de 2012, había 233.000 presos en México, 48.000 de los cuales fueron procesados por delitos federales. Los criminales están distribuidos en 12 prisiones federales y 406 prisiones estatales, municipales y en las ciudades capitales.
Los resultados de la encuesta representan la tendencia que ha ido surgiendo desde la década de los noventa: México se ha convertido en una nación de tránsito cada vez más importante para el narcotráfico, al igual que se ha transformado en un punto de distribución. Este cambio ha llevado a niveles más altos de encarcelamiento y a un aumento en los niveles de violencia en el país.
Cerca de la mitad de los procesados habían estado transportando drogas ilegales de una u otra forma. La encuesta ahondó un poco más en detalle, preguntando a los participantes el tipo y el valor de las drogas con las que fueron capturados: cerca del 60 por ciento fueron capturados con marihuana, y poco más de 27 por ciento con cocaína. El 27 por ciento dijo que el valor de las drogas estaba por encima de los US$100.000.
Los resultados sobre el secuestro fueron también interesantes, ya que cerca de dos tercios de los encuestados que habían cometido el crimen dijeron que conocían a sus víctimas, a quienes describieron como "parientes", "compañeros de trabajo", "vecinos", "alguien que conocía, "o" jefe". La mayoría de estos secuestradores trabajaban en pequeños grupos de tres personas o menos. Esto contradice la percepción pública del secuestro como un delito dominado por grandes grupos criminales, y habla de una práctica mucho más localizada, llevado a cabo por grupos especializados.
Por último, vale la pena volver a destacar la violencia institucional en las cárceles de México, y la forma sistemática en que a los acusados se les negó su debido derecho a un abogado competente. Este estudio se centra en los presos, no obstante, pinta una imagen de un sistema judicial en crisis.