La identificación de los cadáveres de 12 jóvenes secuestrados hace tres meses, de un bar a pocas cuadras del cuartel de la policía en Ciudad de México, ha puesto los nervios de punta a muchos en la capital, que temen que la extrema violencia entre pandillas, prevalente en otros lugares, haya llegado a este percibido oaisis de paz.

“Cuando estamos frente a crimen organizado, y no se puede vetar esa línea de investigación”, dijo Olivia Garza, una diputada del Partido Acción Nacional de la oposición (PAN), en una conferencia de prensa.”No podemos negar que existe y no investigar”.

El alcalde y el procurador de Ciudad de México han insistido en que el secuestro y asesinato de las 12 personas, la mayoría de ellas procedentes de la capital del distrito de Tepito -conocida por el contrabando y todo tipo de vicio-, no tienen nada que ver con el “crimen organizado”.

“No estamos hablando de ningún cartel ni tampoco de delincuencia organizada”, dijo el procurador de Ciudad de México Rodolfo Ríos, al tiempo que confirmó que los 13 cadáveres recuperados en una fosa en las afueras de la capital estaban relacionados con el secuestro del 26 de mayo en el bar Heaven en una calle tranquila de la Zona Rosa, el centro de gran parte de la vida nocturna de la capital. “Hemos sido muy precisos en señalar y conocer la diferencia de cuándo tiene que ver con el crimen organizado”.

Los 12 de Tepito, y presuntamente otro hombre, fueron secuestrados alrededor de las 10 de la mañana del domingo en el bar, un club sin licencia que opera hasta altas horas, a pocas cuadras de la embajada de Estados Unidos, y a sólo unas cuadras más de los cuarteles de la policía de Ciudad de México. Como cada domingo, miles de ciclistas, entre ellos muchas familias, se atascaron en el Paseo de la Reforma, a media cuadra del bar Heaven cuando se cometió el crimen, aparentemente sin darse cuenta.

Investigadores de Ciudad de México rápidamente vincularon los secuestros con la muerte, dos días antes, de un supuesto traficante de drogas en una discoteca en el cercano barrio Condesa, cuyas calles residenciales se han convertido en el lugar de moda de la vida nocturna de la capital mexicana. El crimen fue parte de una guerra territorial entre pandillas locales por el microtráfico en las calles, dijeron los fiscales.

La investigación sobre la desaparición en los siguientes tres meses resultó ser una farsa confusa, nada rarp para cualquiera que siga a la fuerza pública mexicana. Un propietario y varios empleados del bar Heaven fueron arrestados rápidamente. El cuerpo carbonizado de otro propietario apareció, junto al de su novia y el de su prima, en una tumba poco profunda en las montañas al sur de la capital.

Investigadores de Ciudad de México siguieron pistas inútiles hacia varios estados vecinos antes de pedir ayuda a la Procuraduría General de la República, a mediados de julio.

Los investigadores federales presentaron los cuerpos a finales de la semana pasada en un rancho en las laderas de los volcanes gemelos al este de Ciudad de México. El procurador general de la República de México Jesús Murillo llamó al descubrimiento una “coincidencia”, ya que las autoridades estaban buscando armas en una presunta casa de seguridad de un cartel, cuando descubrieron la fosa clandestina escondida en un área remota debajo de una losa de concreto.

Análisis de InSight Crime

¿Podrían los grupos criminales realmente operar en la capital de México, en apogeo, caótica y relativamente rica? La respuesta corta es sí. La manera simplista en que los oficiales de la ciudad definen lo que es el crimen organizado parece un poco engañosa y potencialmente muy peligrosa.

Esto hace eco a las declaraciones hechas por las autoridades municipales y estatales en Monterrey -la tercera ciudad industrial más grande del norte de México- hace algunos años de que los líderes empresariales y políticos mantendrían un estrecho control de actividades de los capos que viven allí. La guerra entre pandillas que estalló en Monterrey a principios de 2010 se ha calmado recientemente. Entretanto, varias miles de personas murieron o desaparecieron.

La negación de este tipo de amenazas no tiene sentido y alimenta tanto la complacencia como el cinismo. Pero cualquier persona entre el público general, sorprendida por el destino de los jóvenes de Tepito, también ha sido deliberadamente ciega.

Aunque la importante Ciudad de México aún no ha sufrido la indiscriminada masacre que ha marcado la violencia entre bandas en otros lugares, tampoco ha sido el oasis que muchos perciben.

Las pandillas locales que trafican cocaína, anfetaminas y marihuana para los jóvenes de Ciudad de México en los bares de la ciudad, siempre han estado estrechamente ligados con sus proveedores al por mayor, que hacen parte de los grandes carteles nacionales. Tepito, el barrio de donde eran la mayoría de las víctimas, ha sido conocido por generaciones como un buen lugar para comprar mercancía de contrabando o robada, así como para ser asaltado o algo peor, y es famoso por tener los asesinos más conocidos de la capital.

El pueblo semirural de Tlalmanalco, donde se recuperaron los cuerpos de las víctimas del bar Heaven, ha sido considerado por mucho tiempo como un feudo de la Familia Michoacana. Es desde allí que el grupo criminal violento manejó el microtráfico, la extorsión y otros fraudes, afectando a 22 millones de residentes del área metropolitana de la capital.

Como en la mayoría de los suburbios en otras partes de Ciudad de México, la guerra entre pandillas ha causado estragos en la ciudad y en la cercana ciudad empobrecida de Chalco, a medida que la Familia Michoacana combate las incursiones de los Caballeros Templarios, los Zetas, el Cartel de Jalisco – Nueva Generación (CJNG) y un sinnúmero de otros grupos criminales.

Hace dos años, la policía del estado de México recuperó más de 60 cuerpos, arrojados o enterrados dentro de los límites del pueblo Tlalmanalco, algunos de ellos víctimas de una banda de secuestradores conocida como Los Aboytes.

Aparte de eso, los capos de las principales familias criminales del país han hecho de la capital su hogar, tan aficionados como cualquier otro adinerado mexicano de sus finos restaurantes, pintorescos y tranquilos barrios y entretenimiento variado.

Entre ellos están Amado Carrillo Fuentes, ex jefe del Cartel de Juárez, y su hijo Vicente, hijo de Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los más cercanos colaboradores del Cartel de Sinaloa de El Chapo Guzmán, y el exlíder de la Organización de los Beltrán Leyva (BLO), Arturo Beltrán Leyva.

Los cuerpos del co-propietario asesinado del bar Heaven y sus dos acompañantes fueron encontrados cerca del municipio de Huitzilac, al sur de los límites de Ciudad de México. Eso es muy cerca de donde los escuadrones de la policía federal emboscaron a dos agentes de la CIA con intenciones de asesinarlos, el verano pasado. Los informes de prensa sugirieron que Héctor Beltrán Leyva, quien se hizo cargo del negocio familiar tras la muerte de su hermano, pasa tiempo en la zona.

Miguel Ángel Mancera, alcalde de Ciudad de México, quien anteriormente fue procurador de la ciudad, dijo a CNN el mes pasado que la actividad que condujo a la clase de violencia que cobró la vida de los jóvenes de Tepito, legalmente no podía ser catalogada como parte del crimen organizado.

“Para que tú hables de crimen organizado deben de ser de delitos específicos”, dijo Mancera, apuntando a la moderada tasa de homicidios de la ciudad. “En Tepito lo que hemos encontrando y que ha habido capturas en diferentes épocas es de personas que se asocian para delinquir”.

“¿Entonces nuestro combate hacia dónde tiene que estar?”, preguntó Mancera, Hacia la percepción”

Digalo, señor alcalde. Ciertamente, dígalo. 

5 respuestas a “¿Fueron los ’12 de Tepito’ víctimas del crimen organizado en Ciudad de México?”