Un nuevo informe de una firma de análisis de Ciudad de México detalla las rivalidades entre los grupos narcotraficantes locales, revelando algunas de las causas subyacentes de algunos espectaculares actos recientes de violencia en la ciudad.
El documento de Lantia Consultores, una firma de análisis de seguridad con sede en la capital del país, explica la dinámica de Ciudad de México, en gran medida, en términos de quién controla Tepito, un barrio en expansión que es famoso por la venta de drogas al por menor (micro-tráfico).
Durante gran parte de los últimos veinte años, la pandilla que ha liderado en la zona ha sido el bien llamado Cartel de Tepito, principalmente bajo el control de Jorge Ortiz Reyes, quien forjó vínculos con la Organización de los Beltrán Leyva (OBL) y quien fuera su principal lugarteniente, Edgar Valdés Villarreal.
Recientemente, un grupo conocido como La Unión, integrado por ex pandilleros de la BLO y la Familia Michoacana, se ha convertido en la pandilla dominante, superando a sus rivales del Cartel de Tepito, así como a otros grupos vinculados a los Zetas y el Cartel de Sinaloa. En total, al menos 15 grupos criminales diferentes operan en la zona.
El ascenso de La Unión ha ido acompañado de actos espectaculares de violencia, que han despertado la preocupación de que Ciudad de México podría estar perdiendo su papel tradicional como un sitio neutral en los conflictos del crimen organizado del país. Por ejemplo, el grupo es sospechoso de perpetrar el secuestro de 12 personas en un bar en la Zona Rosa de la ciudad, incluyendo a familiares de los líderes del Cartel de Tepito. También se cree que La Unión está detrás de la ejecución, en octubre, de seis narcotraficantes locales que trabajan para el Cartel de Sinaloa.
Otros grupos en la ciudad han seguido su ejemplo. Por ejemplo, la semana pasada, se encontró en Tlalpan el cadáver de un conductor de taxi (quienes, por lo general, sirven como vigilantes de los grupos criminales) con un mensaje amenazante pegado a la víctima, firmado por los Guerreros Unidos.
Análisis de InSight Crime
Las autoridades de Ciudad de México por mucho tiempo han buscado minimizar el nivel de violencia en su ciudad, y con buena razón: en comparación con las metrópolis más caóticas de la frontera norte, o incluso con algunas de las zonas urbanas más violentas de Estados Unidos, Ciudad de México es un lugar tranquilo. Hasta mayo de 2013, la ciudad registró 336 homicidios, lo que le da una tasa de homicidios anual de alrededor de 10 por cada 100.000 habitantes. El promedio nacional es de más del doble, mientras que las ciudades más violentas de México suelen registrar tasas de homicidios por encima de 100.
No obstante, los funcionarios locales a menudo niegan la actividad del crimen organizado en la ciudad, lo cual no corresponde con los hechos, pese a la relativa ausencia de derramamiento de sangre. Aunque operen en un nivel inferior, grupos como La Unión sin duda clasifican como grupos del crimen organizado. Incluso, si los criminales más notorios del país no tienen una presencia operativa sólida, los locales han imitado sus tácticas. En otras palabras, importa poco si una cabeza decapitada dejada en una esquina de la calle fue el resultado del trabajo de un subordinado directo de Joaquín "El Chapo" Guzmán, o de algún exiliado de una organización rival.
El reciente aumento de la violencia en Ciudad de México también demuestra el nivel de violencia al que puede llevar la desintegración de las pandillas. El Cartel de Tepito perdió su estatus en gran medida por la desaparición de sus patrocinadores en la OBL, lo cual promovió la entrada de los grupos en competencia. Muchos de los recién llegados son dirigidos por veteranos de pandillas desmanteladas. Como señaló InSight Crime el año pasado, el fundador de Guerreros Unidos ha saltado de un grupo a otro: de la OBL al Cartel Independiente de Acapulco al Barredora, otra pandilla de Acapulco.
El líder de La Mano con Ojos, una pandilla que aterrorizó a los suburbios de Ciudad de México en el Estado de México en 2011, tuvo una carrera similar. Según autoridades estatales, Oscar Osvaldo García Montoya comenzó a trabajar como un sicario para los Beltrán Leyva, y se separó con una serie de pequeños jefes de la OBL, entre ellos Valdés Villarreal, Sergio Villarreal, Gerardo Álvarez Vázquez y José Jorge Balderas. Tras el arresto o la muerte de todos sus antiguos jefes, García Montoya formó su propio grupo y se hizo un nombre en sí mismo, dejando cuerpos decapitados a lo largo de la región.
Es poco probable que Ciudad de México resulte imitando a las ciudades más violentas del norte del país, pero a medida que las padillas reinantes desaparezcan con tanta frecuencia, habrá continuos desafíos a la seguridad de la ciudad.