El reciente arresto de cuatro mexicanos presuntamente implicados en una planta de fabricación de metanfetaminas en Nigeria es un indicio de la creciente popularidad de la droga a nivel mundial, lo cual ha creado oportunidades para las organizaciones criminales mexicanas en el extranjero.
A principios de marzo, las autoridades de Nigeria detuvieron a cuatro mexicanos y varios nigerianos, tras descubrir un gran laboratorio de metanfetamina en Asaba, capital del estado de Delta. Los funcionarios nigerianos incautaron además 1,5 kilogramos de metanfetamina en la operación. Las autoridades nigerianas consideran que se trata de un “súper laboratorio”, y señalaron que podía producir hasta 4.000 kilogramos de droga por ciclo de cocción.
Un portavoz de la agencia antidrogas nigeriana, conocida como NDLEA, dijo que los mexicanos eran técnicos expertos contratados para refinar el proceso de producción en la planta. No está claro si están vinculados a alguna organización criminal mexicana, aunque no sería sorprendente que su presencia sea un indicio de la expansión de algún grupo criminal mexicano en África occidental.
No es la primera vez que se han detenido mexicanos en operaciones en el exterior enfocadas en la producción de metanfetamina. En el caso más famoso, tres hermanos sinaloenses fueron detenidos en Malasia por presuntamente dirigir un laboratorio de metanfetamina. Los tres fueron sentenciados a pena de muerte, a pesar de que se ha alegado que ellos estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado, aunque el caso continúa en apelación.
Funcionarios estadounidenses también han ido tras las redes de producción operadas por mexicanos en el noreste del país. Autoridades locales y federales le dijeron a Newsweek en 2015 que los traficantes mexicanos estaban buscando fomentar un mayor mercado de adictos a las metanfetaminas en la región de Nueva York. Con laboratorios ubicados en zonas remotas de Nueva York y Nueva Jersey, los grupos presuntamente se han asociado con familias de la mafia cuyas raíces en el hampa de la región se remontan a hace más de un siglo.
Análisis de InSight Crime
Las noticias provenientes de Nigeria, Malasia y Nueva York indican que los grupos mexicanos están intentando asumir un papel mayor en la cadena de suministro global de metanfetaminas, abasteciendo un mercado que ha crecido considerablemente en los últimos años. En 2014, las Naciones Unidas informaron que el número total de incautaciones de cristal de metanfetamina se disparó de aproximadamente 25.000 kilogramos en 2008 a más de 100.000 en 2012. El mercado de Europa, aunque más pequeño que el de Estados Unidos, ha sido sustancial, y la República Checa ha sido señalada a menudo como un enlace clave en la cadena. La ONU también ha informado que el consumo de la droga se ha disparado recientemente en Oceanía y Asia oriental.
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No es sorprendente que al parecer el Cartel de Sinaloa esté a la vanguardia de la participación mexicana en la industria global de la metanfetamina. Las evidencias de la alta participación de la organización en el comercio de metanfetaminas para abastecer el mercado de Estados Unidos se remontan a hace una década. Zhenli Ye Gon, el nacional chino naturalizado en México, cuya mansión en Ciudad de México fue descubierta con más de US$200 millones en efectivo en 2007, supuestamente marcó la pauta convirtiendo efedrina en metanfetamina. Ignacio Coronel, el fallecido lugarteniente de Joaquín Guzmán, también dejó su huella en la fabricación de metanfetaminas en la región de Jalisco, gracias a lo cual fue apodado “El Rey del Hielo” antes de su muerte en un tiroteo con las tropas federales en 2010. Las autoridades mexicanas han incautado regularmente cargamentos de decenas de toneladas de efedrina y pseudoefedrina en puertos mexicanos controlados por el Cartel de Sinaloa, especialmente el puerto de Manzanillo.
La influencia mexicana en el tráfico de cocaína es anterior a su papel en el de la metanfetamina, y, en efecto, los grupos mexicanos parecen estar tratando de aplicar sus conocimientos previos en este nuevo comercio. En el caso de la cocaína, organizaciones como el Cartel de Sinaloa, Los Zetas y el Cartel del Golfo aprovecharon su importante papel en el tráfico de mercancías ilícitas a través de los controles estadounidenses en las fronteras para convertirse en un protagonista global, trabajando con grupos criminales extranjeros en Suramérica, Europa y otras partes del mundo.
Llama la atención el hecho de que las organizaciones mexicanas hayan logrado incursionar en el comercio mundial de cocaína, incluso en rutas que no implican a Estados Unidos. Las bandas mexicanas no están geográficamente cerca de los centros de producción en Suramérica, y aunque son buenos en traspasar los controles fronterizos de Estados Unidos, no tienen un claro papel natural en el contrabando hacia Europa. Pero los grupos mexicanos han utilizado su centralidad para el mercado de cocaína de Estados Unidos, que es el más grande del mundo, y todas las habilidades que desarrollaron en el hemisferio Occidental, para ampliar su presencia a nivel global.
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Los grupos mexicanos están bien posicionados para hacer lo mismo con la metanfetamina, con una ventaja en comparación con la cocaína: son líderes mundiales en la producción y lo han sido durante años. Han mostrado que pueden abastecer la demanda de los consumidores estableciendo vínculos con distribuidores locales o conformando sus propias redes, y han demostrado su capacidad de adaptarse ante las cambiantes condiciones reglamentarias en cuanto a los precursores de la metanfetamina. Quizá esta experiencia les permitirá a los grupos mexicanos mantenerse activos, en caso de que el apetito global por la metanfetamina continúe creciendo.