La carrera criminal de Héctor Beltrán Leyva es un ejemplo de que incluso las organizaciones más violentas también necesitan una faceta más suave.
Beltrán Leyva fue capturado exactamente donde cualquiera que haya seguido su trayectoria esperaría haberlo encontrarlo: comiendo en un popular restaurante con un político, según la Procuraduría General de la República (PGR).
No hubo nada de guardaespaldas ni de tiroteos sangrientos. Lo suyo fue un arresto silencioso, le tomaron sus huellas dactilares y algunas fotos (vea un ejemplo arriba), seguido por el tradicional paseo con las autoridades (vea el video abajo).
Desde que se convirtió en la cabeza de la Organización Beltrán Leyva (OBL) en 2009, él se ha hecho pasar por muchos tipos de persona, según el gobierno, más recientemente como vendedor de arte y empresario de bienes raíces, una buena coartada para alguien cuya cabeza tiene una recompensa de US$5 millones en Estados Unidos y de US$2 millones en México.
Ciertamente, Héctor alias “El H”, siempre estuvo en la parte financiera del negocio, dirigiendo el tráfico desde arriba y administrando el movimiento del dinero, lo que generalmente incluía hacerlo llegar con regularidad a los funcionarios políticos y de seguridad con los que presuntamente se relacionaba. (Vea la lista del Departamento del Tesoro de Estados Unidos sobre las empresas que la OBL controlaba en 2009- pdf)
Héctor, también conocido con el alias de “el Ingeniero” -un título honorífico en México- no era conocido por ensuciarse las manos, por lo que muchos pensaron que la OBL caería en pedazos luego de que su hermano –el legendario y sanguinario Marco Arturo “el Jefe de Jefes” Beltrán Leyva- fue asesinado durante un intercambio de balas con las fuerzas de seguridad de México en 2009, y Héctor tomó las riendas del grupo.
Eran tiempos turbulentos. La caída del imperio familiar comenzó cuando Alfredo Beltrán Leyva alias “Mochomo”, fue arrestado en 2008. Arturo interpretó la captura como una traición de su antiguo aliado, Joaquín “El Chapo” Guzmán, y le declaró la guerra al capo y a su Cartel de Sinaloa.
El fraccionamiento subsecuente se propagó por todo México, convirtiendo a varios de sus estados en zonas de guerra. Mientras tanto, el hampa del país se reorganizaba. Pero con Arturo muerto y con el Mochomo en prisión, los días de la OBL parecían contados.
En un principio, con Héctor al mando, la OBL perdió territorio, sobre todo en Acapulco, lugar clave para la entrada de drogas y bastión operacional del grupo. También se dividió en facciones, una liderada por Édgar Valdez Villarreal alias “La Barbie”, y otra por Sergio Villarreal Barragán alias “El Grande”.
El Grande forjó una alianza con Héctor, pero cuando fue capturado y la Barbie se entregó a las autoridades, parecía que sólo era cuestión de días para que Héctor cayera. Eso fue en 2010.
Han pasado cuatro años y es claro que Héctor resultó ser más apto y mejor conectado de lo que muchos se habrían imaginado. Reconstruyó la OBL aprovechándose de sus negocios y de sus contactos políticos, y operando desde algunos de los lugares menos violentos bajo su inadvertida coartada.
Según Proceso, Héctor se estableció en Querétaro. El estado sólo registró 111 homicidios en 2013 (vea las estadísticas del gobierno aquí- pdf), en comparación, Morelos –desde donde se creía que operaba su hermano Arturo- registró 597 homicidios ese mismo año.
El más reciente suceso relacionado con el crimen organizado en Querétaro fue el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, un importante político del Partido de Acción Nacional (PAN) -un caso que hasta el día de hoy sigue siendo un misterio.
Durante los últimos meses la OBL parecía estar exhibiendo su poder político, evidencia de una de las fortalezas de Héctor. Algunos casos contra presuntos aliados de la OBL en el ejército se desplomaron, y los implicados fueron liberados. Entre ellos, el más prominente era Tomás Ángeles, un general retirado y antiguo subsecretario de Defensa Nacional.
Héctor, sin duda alguna, también tenía una faceta más beligerante, y entendía muy bien que la violencia era parte del negocio (uno de sus alias menos conocido era el de “el General”). Tras la muerte de Arturo, la OBL firmó su alianza con los Zetas, la organización criminal más violenta de México, y con La Línea, el brazo armado del Cartel de Juárez.
Desde entonces, la nueva alianza ha librado una sangrienta campaña a lo largo y ancho de los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, acabando con la vida de cientos de sicarios rivales y desplazando a otros miles. Esa guerra se ha extendido también hasta Sonora, donde uno de los hombres fuertes de la OBL, Chapo Isidro, dejó su huella y se hizo un nombre por su propia cuenta.
Pero la historia de Héctor no es una de conquistas violentas con grandes armas y narcocorridos. Es una historia de reuniones de bajo perfil en restaurantes finos con personajes de la talla Germán Goyeneche, el hombre capturado junto a Beltrán Leyva.
La cuenta de Twitter de Goyeneche dice que es el presidente del Concejo Ciudadano “100 por Querétaro” y presidente del Parlamento Ciudadano de México para el Estado de Querétaro.
La participación de Goyenche en la OBL no es clara, pero sus tuits presentan una perspectiva ambientalista, política y de negocios, difícilmente el tipo de persona que uno tomaría como un cómplice del narcotráfico, especialmente en México, donde a menudo el brío se muestra en YouTube, y viene en la forma de espantosas decapitaciones.
Bayer is suing the EU for saving the bees. Don't let it! https://t.co/T2M0wWY6aZ via @sumofus
— Germán Goyeneche (@ggoyenecheo) August 25, 2014
La apariencia de “el Ingeniero” Beltrán Leyva en el momento de su arresto también está lejos de la imagen del típico narcotraficante mexicano. Encaja perfectamente con su rol de operador político, económico y social, el tipo de operador que toda organización criminal necesita.