Las estadísticas sobre crímenes en 2015, recién divulgadas en México, revelan un leve aumento en los homicidios del año que pasó, en el primer incremento que el país registra desde 2011.
Según datos divulgados recientemente (pdf) por el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), México registró 18.650 homicidios en 2015, 7,6 por ciento por encima de las cifras finales de 2014, y el mayor total desde 2012. También termina el largo periodo de baja continuada en los homicidios en el país, que se ha observado a lo largo del periodo del presidente Enrique Peña Nieto en el poder.
El número total de muertes violentas da a México una tasa de homicidios de alrededor de 16 por cada 100.000 habitantes. Aunque esto sigue siendo mucho más alto que la mayoría de los países más desarrollados, sigue siendo muy inferior a la época de Felipe Calderón, cuando llegó a 20, por no hablar de los vecinos de México hacia el sur. El Salvador, por ejemplo, tuvo una tasa de homicidios nacional de más de 60 por 100.000 habitantes en 2014. La estadística correspondiente para Venezuela fue de 54, mientras que en Colombia fue de 26.
El aumento, aunque relativamente bajo, representa otra fisura en el discurso de Peña Nieto sobre seguridad, que sostiene que bajo su tutela el gobierno de México ha logrado poner bajo control lo que era una situación caótica. Las anteriores bajas permitieron a Peña Nieto mostrar un clima de mejoría en grandes aspectos, a pesar de escándalos como la fuga de Joaquín "El Chapo" Guzmán y la desaparición de 43 estudiantes en Iguala, Guerrero. Ahora, sin embargo, la noticia es mala en varios frentes, y Peña Nieto pasará un mal rato si va a defender el impacto de sus políticas en una mejora continua de la seguridad pública en el país.
Análisis de InSight Crime
Las cifras de homicidios por meses no variaron mucho; la cifra más baja fue la de febrero, con 1.413, mientras que la mayor fue en agosto, con 1.709 muertes violentas. En ambos casos, los meses con valores atípicos fueron seguidos por rápidos retrocesos hacia la media mensual.
Esto indica que antes que una variación fundamental en el panorama criminal, México fue testigo de un deterior general, o quizás un retroceso a la media de violencia que siguió a lo que ahora puede considerarse un año atípico en 2014.
Así mismo, aunque algunos estados presentaron notorios incrementos, ninguna región de México tuvo una explosión de violencia repentina comparable a la de Ciudad Juárez entre 2008 y 2010, donde la disputa entre los carteles de Sinaloa y de Juárez generó un número notorio de homicidios en el país. En 2010, la ciudad tuvo casi el 15 por ciento de los homicidios en el país, pese a que no alberga más del 1 por ciento de la población nacional.
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Con una tasa de homicidios de 57 por 100.000 habitantes, Guerrero fue el estado más violento en 2015, un calificativo que se ha vuelto familiar para ese estado en los últimos años. Con 2.016 asesinatos, Guerrero también generó el segundo mayor total de homicidios, sólo detrás del estado de México, que tiene casi cinco veces más habitantes, y registró 2.303 personas caídas como resultado de muertes violentas. Esto representa un aumento sustancial en el derramamiento de sangre en Guerrero en relación con 2014, año en el cual fueron asesinadas 1.514, pero es coherente con la reciente escala de violencia en el estado.
Redondeando los cinco estados con las mayores tasas de homicidios fueron Sinaloa (con una tasa de 34 por 100.000 habitantes), Chihuahua (32), Morelos (27), y Baja California (27). En lo que respecta al país en conjunto, estos estados sólo tuvieron bajas marginales en sus situaciones de seguridad. En conjunto, registraron 364 más homicidios que en 2014, un salto relativamente pequeño en un grupo cuyos habitantes suman casi 12 millones.
Las causas de la violencia en estas regiones difieren. Guerrero ha sufrido una descomposición social de larga data en diferentes regiones, desde Tierra Caliente en el interior, hasta las zonas costeras de Acapulco y Zihuatanejo, que ha desencadenado en el resurgimiento de docenas de grupos rivales en el crimen organizado, cada uno de ellos incapaz de imponer mucho control.
Chihuahua, Sinaloa y Baja California, en contraste, son los territorios tradicionales de algunas de las organizaciones narcotraficantes más grandes de México: el Cartel de Sinaloa, la Organización Beltrán Leyva, el Cartel de Tijuana y el Cartel de Juárez.
En el noreste de México, otra zona de operaciones importante para las organizaciones criminales más poderosas del país, el panorama es muy parecido. Hubo algunos aumentos sustanciales en Tamaulipas (que saltó de 628 homicidios en 2014 a 763 en 2015) y Veracruz (que aumentó de 487 a 615), dos centros tradicionales de los Zetas y el Cartel del Golfo, antiguos aliados atrapados en un conflicto desde mitad de la última década. Sin embargo, esos incrementos se vieron compensados en parte por una relativa calma en otros dos estados asociados por largo tiempo con las operaciones del Cartel del Golfo y de los Zetas: Nuevo León, donde los homicidios se redujeron de 490 a 451, y Coahuila, donde la estadística bajó de 390 a 340.
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La imagen global indica que México se está asentando en un nuevo equilibrio. Es mucho más segura que hace cinco años, en el punto más bajo del periodo de Calderón. De no presentarse ningún estímulo externo que sacuda al hampa mexicano, es poco probable que el país vuelva a los cruentos días de antes.
Pero las tendencias loables de la era Peña Nieto, incluyendo la pacificación del Norte, se han estancado y las mejoras iniciales no han logrado afirmarse. Esto indica que las bases en México se resistirán a mayores avances. Además, la ausencia reciente de cualquier sacudida externa que pudiera iniciar una nueva espiral de violencia no es permanente, y, sin duda, ya puede haber ocurrido.
En otras palabras, una lección clara del informe de la SNSP es que cualquier actitud de complacencia está fuera de lugar.