Con el podcast de esta semana cerramos nuestra serie de reportajes sobre financiamiento electoral ilícito en Guatemala con la historia del presidente Jimmy Morales.
Morales llegó a la cumbre del poder político alegando que no era corrupto ni ladrón, pero, según los hallazgos de los fiscales, fue un buen alumno, siguiendo fielmente los pasos de corruptos que fueron presidentes antes que él.
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Jimmy, como se le conoce en Guatemala, entró a la política por la puerta de atrás. Había sido comediante de televisión, y su única participación electoral antes de aspirar a la presidencia había sido un penoso tercer lugar en la competencia por la alcaldía de un populoso suburbio de la capital.
Sin embargo, Jimmy convirtió su poca experiencia en una fortaleza. Además, estaba en el lugar correcto a la hora correcta.
En 2015, Guatemala se había volcado a las calles a protesta por la corrupción que los fiscales habían destapado en el gobierno del presidente Otto Pérez Molina y de su vicepresidenta Roxana Baldetti. Los dos estaban por caer y había elecciones presidenciales a la vista.
La alternativa, sin embargo, dejaba mucho que desear. Uno de los rivales políticos de Jimmy estaba vinculado en investigaciones con narcotraficantes y otros sombríos financistas. La otra candidata venía de un partido histórico y olía a la vieja política corrupta de siempre.
Con el Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación) —un partido formado por evangélicos y exmilitares que buscaban protección de juicios por crímenes de guerra y lesa humanidad— Jimmy lanzó su eslogan de campaña: “Ni corrupto ni ladrón”, repetía continuamente.
Sin embargo, Jimmy y su partido dejaron de reportar sus ingresos en la campaña. De hecho, parecía que Morales seguía el mismo guion que Pérez Molina en varios aspectos.
Pero Jimmy es diferente en algo: se resiste ir a la cárcel en el futuro próximo.
Presentado por Héctor Silva Ávalos y Steven Dudley, editado por María Paola Martínez, producido por Steven Dudley.
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