El gobierno de México ha decidido crear la controversial Gendarmería -un componente clave de la política de seguridad del Presidente Enrique Peña Nieto- como una parte de la fuerza nacional de policía. El analista de seguridad Alejandro Hope examina las implicaciones positivas y negativas de esta decisión.
Nueva vuelta de tuerca en el tema de la Gendarmería. El viernes pasado, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, anunció que la Gendarmería será una unidad de la Policía Federal, compuesta inicialmente por 5000 elementos, con formación militar y policial.
Esta decisión es un cambio significativo al proyecto original y amerita amplios comentarios, algunos positivos y otros no tanto. Va primero lo bueno:
1. El secretario de Gobernación tuvo el buen gesto de reunirse, previo al anuncio, con organizaciones de la sociedad civil y especialistas interesados en el tema, para discutir el nuevo diseño de la Gendarmería y solicitar aportaciones y comentarios. Dada la importancia que desde la sociedad civil le hemos dado a la deliberación amplia sobre el tema, se agradece la apertura a escuchar opiniones disonantes. Ojalá esa actitud persista en el futuro, en este y otros asuntos.
2. Se escucho una de las principales críticas que varios formulamos a la propuesta inicial: la operación en paralelo de la Gendarmería y la Policía Federal tendría el potencial de generar conflictos jurisdiccionales muy serios, tal como sucede en todos los países que tienen un sistema policial dual. Al ubicar a la Gendarmería dentro de la Policía Federal, ese riesgo desaparece por definición. No sé otros, pero yo celebro el cambio y, sobre todo, que las autoridades hayan tenido la disposición de rectificar antes de embarcar al país en un camino de difícil retorno.
Ahora lo no tan bueno:
1. Me sigue sorprendiendo la costumbre de este gobierno de anunciar decisiones importantes en aproximaciones sucesivas. Si bien ya sabemos que la Gendarmería estará contenida en la Policía Federal, aún ignoramos cual será su ubicación administrativa precisa, su relación con unidades dotadas de mandatos similares (las Fuerzas Federales de Apoyo y la División de Seguridad Regional), la condición laboral de sus integrantes (¿militares comisionados o civiles con formación militar?), su impacto presupuestal y su trayectoria posible de crecimiento (¿cuantos elementos se espera reclutar, más allá de los 5000 iniciales?) ¿No hubiese sido mejor guardar el anuncio hasta que se tuvieran definidos todos esos detalles? Nos ahorraríamos mucha tinta y muchos bits, muchos ires y venires, muchas dudas y muchas reuniones.
2. Ya no entendí que es lo que se está buscando. El mejor argumento a favor de la Gendarmería (articulado no tanto por el gobierno, sino por algunos partidarios inteligentes del nuevo cuerpo) era que, con la creación de un cuerpo intermedio con claro origen e identidad militar, se podía aprovechar la buena imagen de las fuerzas armadas (en comparación con la policía) para construir confianza con la población, sin involucrar directamente al Ejército y la Marina en tareas de seguridad pública. Al ubicar a la Gendarmería dentro de la Policía Federal, se pierde esa ventaja: se quiera o no, los gendarmes serán percibidos como policías. Luego entonces, ¿por qué no simple y sencillamente reclutar 5000 policías federales más? Con formación militar, si así se desea. Reformando las estructuras y los mecanismos de control, si eso se requiere. Pero, ¿cuál es exactamente la virtud de crear una unidad administrativa adicional? Non capisco niente.
3. Si la Gendarmería no va a ser del tamaño originalmente propuesto, la implicación obvia es que las fuerzas armadas van a seguir involucradas en labores de seguridad pública por un buen rato más. Se vuelve por tanto absolutamente urgente regular esa participación. A raíz de esta decisión, el gobierno debería reabrir la discusión sobre la Ley de Seguridad Nacional, el régimen de seguridad interior y la regulación del artículo 29 constitucional. De otra forma, el Ejército y la Marina van a seguir en terrenos legales peligrosos, bien descritos por el ministro de la Suprema Corte, José Ramón Cossío, hace un año.
En resumen, es de sabios cambiar de opinión. La rectificación del proyecto habla bien del gobierno: nos dice que no están sordos a los cuestionamientos de la sociedad. Sin embargo, con la decisión de la semana pasada, regresamos a la casilla inicial: ¿qué hacemos para fortalecer el control del Estado sobre el territorio? ¿Qué hacemos para dejar recurrir a las fuerzas armadas para labores que, en principio, no les corresponden? ¿Qué hacemos para contar con cuerpos policiales confiables y eficaces? Las respuestas siguen pendientes.
PD: he andado muy desobligado en semanas recientes. La excusa es que he andado viajando. La realidad es que necesitaba recargar baterías antes de proseguir la conversación que he sostenido con ustedes, mis queridos lectores, desde hace casi dos años. Ojalá me disculpen.
Publicado con el permiso de *Alejandro Hope, de Plata o Plomo, un blog sobre la política y la economía del crimen publicado por Animal Político. Lea el original aquí. Hope es también miembro de la Junta Directiva de InSight Crime.