La Policía de Colombia ya está formulando una serie de estrategias para el final del conflicto en el país con los guerrilleros marxistas, incluso cuando la tarea de combatir a la guerrilla recae cada vez más en la policía que en el ejército.
A unos meses de cumplirse el primer año de las conversaciones entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el entonces director de la Policía Nacional de Colombia, el general José Roberto León Riaño, declaró que "el nuevo modelo de servicio [de la policía] es anticipativo a un escenario de postconflicto, un escenario de paz".
Por su parte, el ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón ha reconocido que, cualquiera que sean los resultados de las conversaciones, la seguridad ciudadana será uno de los principales retos a los que se enfrentará el país en los próximos años y, en este sentido, el gobierno ha comenzado a implementar planes para aumentar la fuerza de la policía.
Entre las medidas señaladas por Pinzón se encuentra el aumento del pie de fuerza policial a un total de 25.000 para julio de 2014. Hasta el momento se han incorporado 10.000 agentes, y se espera que entre diciembre de 2013 y junio de 2014 se incorporen los otros 15.000. Otras medidas incluyen aumento del parque automotor, el desarrollo tecnológico y el acercamiento a la comunidad.
Análisis de InSight Crime
Las conversaciones en La Habana siguen siendo la mejor oportunidad de paz para Colombia y, en muchos aspectos, es una señal positiva que la policía colombiana se esté preparando para un escenario de posconflicto. En el último proceso de paz del país -con los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)- las fuerzas de seguridad estuvieron mal preparadas para lidiar con las nuevas estructuras criminales que resultaron de la desmovilización y, siete años más tarde, todavía están lidiando con las consecuencias.
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Sin embargo, es posible que la policía colombiana se esté preparando para un tiempo de paz en Colombia, que puede no llegar nunca. Después de casi un año de negociaciones, hasta ahora sólo se ha llegado a un acuerdo en uno de los seis puntos de la agenda -la reforma agraria- y la firma de un acuerdo definitivo de paz sigue siendo una posibilidad lejana. Mientras que las FARC han reiterado en varias ocasiones su negativa de ponerle plazos a las conversaciones de paz, el presidente Juan Manuel Santos se enfrenta a una fecha límite, en términos políticos, que se avecina con las elecciones presidenciales de 2014, las cuales tienen el potencial de convertirse en un referendo de facto sobre la continuidad de las negociaciones.
De llegar o no el posible escenario de postconflicto, la policía debería enfocarse en el papel que ya juega en el conflicto actual, y el cual permanecerá llevando a cabo por algún tiempo más. Cada vez más la policía se encuentra en el centro de este conflicto, a medida que la lucha contra los guerrilleros se vuelve más una tarea policial que militar.
Este cambio se debe a que las FARC, presionadas por el ejército en las áreas rurales, han recurrido cada vez más a las células de milicias urbanas. Las milicias no tienen el mismo entrenamiento militar que sus contrapartes rurales y son un objetivo escurridizo debido a que no utilizan uniformes y se camuflan entre la población civil. En los últimos años, la guerrilla ha estado utilizando a las milicias como su principal arma ofensiva, en lugar de los combatientes rurales fuertemente armados y uniformados, y ahora son las responsables de más ataques que las unidades rurales. Los informes sugieren que en la actualidad hay aproximadamente unos 30.000 milicianos urbanos en todo el país, en comparación con los 8.000 combatientes rurales.
Como resultado de esta evolución el ejército tiene cada vez menos blancos, mientras que la policía se enfrenta a la tarea de desmantelar las redes de milicias, las cuales son cada vez más prominentes. Las milicias representan una amenaza distinta a la de los delincuentes comunes; e incluso a la de los grupos del crimen organizado, a los cuales la policía está acostumbrada a enfrentar, y este desafío requerirá la adaptación de la policía, y no simplemente depender de los refuerzos anunciados por el gobierno.
La policía probablemente tendrá que enfrentar este problema durante algunos años más. Si las FARC llegan a firmar un acuerdo de paz, no está claro cómo estas milicias figurarán en la desmovilización, y si sus miembros recibirían el mismo reconocimiento y los mismos beneficios de la desmovilización, que los combatientes rurales. A menos que esto se resuelva, esto aumentaría la posibilidad de que algunas de las milicias sigan funcionando, ya sea como células guerrilleras independientes o como bandas criminales.
Para el año 2014, la asignación presupuestal para el sector defensa y policía será de $27,7 billones de pesos, siendo el sector que más se verá beneficiado del Presupuesto General de la Nación. No hay duda de que Colombia reconoce que el final del conflicto con la guerrilla no significará el fin de sus problemas de seguridad, los cuales seguirán afectando al país en los próximos años. No obstante, el éxito de las fuerzas de seguridad no sólo dependerá de un mayor gasto o de un aumento en el pie de fuerza, sino también de que la policía y el ejército se puedan adaptar a los nuevos retos planteados por un mundo criminal en constante evolución.