Una tensa calma se vivió por casi seis años en el municipio de Bello, Antioquia al noroccidente de Colombia, antes de que las confrontaciones entre bandas criminales interrumpieran a sus habitantes con una ola de violencia ha dejado 105 asesinatos que en lo que va de 2019.
Esta cifra, que representa un aumento considerable con respecto a años anteriores, supera los 38 homicidios registrados en Bello entre enero y julio de 2018. Esto constituye un aumento de más de 150 por ciento en el número de muertes violentas en este municipio del Valle de Aburrá durante los primeros seis meses de 2019.
De acuerdo con una alerta temprana emitida por la Defensoría del Pueblo el 7 de septiembre, este ascenso en los asesinatos es el resultado de una disputa entre las bandas “Pachelly”, “Los Mesa” y “Niquia Camacol” que se desató en febrero por el control del territorio y las rentas ilegales que existen en la zona.
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Además de los homicidios, el informe registra que en los seis primeros meses del año también se presentaron fuertes amenazas contra la población mediante redes sociales o panfletos, enfrentamientos armados que han desencadenado desplazamiento, atentados y reclutamiento de niños, niñas y adolescentes.
Estos hechos se han concentrado en las comunas de Bellavista, Altos de Niquía, Niquía y Suarez al norte de Bello, donde por lo menos 13 barrios registran el mayor número de confrontaciones armadas.
Ante este panorama, el presidente Iván Duque anunció a finales de junio la instalación de un nuevo batallón del Ejército Nacional en medio de las comunas más afectadas con el propósito de detener los ataques y el accionar de estas bandas criminales.
Sin embargo, según lo reporta el portal Verdad Abierta, en las últimas semanas se habría presentado un descenso en los homicidios y las balaceras no por cuenta de la intervención estatal sino de una tregua pactada entre bandas para detener los ataques de sicarios y evitar llamar aún más la atención de las autoridades.
Análisis de InSight Crime
Cualquier tregua entre bandas criminales en Bello podría no durar mucho tiempo teniendo en cuenta su ubicación estratégica y las rentas ilegales que este municipio provee para el crimen organizado en el Valle de Aburrá.
Por casi 15 años, el control de Bello ha estado a cargo de la banda "Los Pachelly", una organización que proviene del barrio con el mismo nombre ubicado en la Comuna de Bellavista y cuyo máximo líder Albert Henao Acevedo, alias “Albert”, es uno de los principales involucrados en la violencia que impacta a Bello.
El dominio que ha logrado esta banda del municipio esta enquistado en una profunda alianza con sectores políticos e institucionales de la región que a lo largo de los años le han brindado protección, permitiendo su fortalecimiento y expansión.
De acuerdo con información de la Defensoría del Pueblo, el crecimiento de esa organización hacia nuevos territorios por fuera del municipio, habría obligado a sus jefes tradicionales a entregar mayores responsabilidades y control sobre las rentas locales a lugartenientes y otras bandas aliadas como Niquía Camacol y Los Mesa.
Sin embargo, en este proceso se habrían presentado desacuerdos al interior de los Pachelly por la forma en que se estaban repartiendo las ganancias de los negocios criminales, que en los últimos años incluyeron dinero de extorsiones, minería ilegal de oro y narcotráfico, gracias a la expansión de sus redes ilegales en las subregiones antioqueñas del Noreste, Norte y Bajo Cauca, como lo confirma el diario El Colombiano.
Estas diferencias habrían llegado al límite en febrero de 2019 con el asesinato de un lugarteniente de la banda Pachelly, lo que desató las confrontaciones en el municipio dejando de un lado a la facción tradicional de esta organización, y del otro a una facción disidente que en alianza con las bandas Niquia Camacol y Los Mesa comenzaron la guerra que disparó los asesinatos en el primer semestre del año.
Tanto Los Mesa como Niquia Camacol son bandas criminales que nacieron en Bello hace más de tres décadas y se fortalecieron al igual que otras estructuras ligadas a la Oficina de Envigado durante la década de 1990 por medio del narcotráfico.
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En la última década han pasado de controlar pequeñas rentas criminales en la comuna que los vio nacer, a convertirse en organizaciones independientes que funcionan como empresas del crimen y que coordinan entre sí para la distribución de droga, la repartición de plazas de microtráfico y el cobro de extorsiones.
Esta última renta ilegal es la que más directamente impacta a las comunidades. Los cobros en la zona, también conocidos como “vacunas”, son impuestos a transportadores, comerciantes e incluso civiles por la compra de alimentos básicos de consumo como huevos o carne.
Más recientemente se ha reportado que el auge del sector inmobiliario en el municipio, así como la informalidad y la especulación en los usos de los terrenos, ha propiciado que estas bandas extorsionen a empresas de la construcción que desarrollan proyectos la zona.
Además de las rentas ilegales que se dan al interior de Bello, este municipio es también atractivo para el crimen por su posición estratégica en la cadena de distribución del narcotráfico que se mueve a través del Valle de Aburrá.
La coca que se cultiva en algunas zonas de la Cordillera Central y la Serranía de San Lucas, entra al Valle de Aburrá por el municipio antioqueño de Barbosa donde es procesada. De ahí continua su tránsito hasta el municipio de Bello, una parada clave de esta ruta desde donde se tiene acceso para despachar la droga al noroccidente colombiano, específicamente al Golfo de Urabá y el Pacífico.
En conversación con InSight Crime, Mauricio Soto, investigador del Instituto Popular de Capacitación en Antioquia, comentó que si bien la tregua que vive Bello podría estabilizar la violencia hasta final de año debido por la magnitud de los asesinatos registrados en los últimos meses, a largo plazo es muy difícil de sostener.
“Si bien sorprende que este proceso de pacificación venga desde las bandas y no precisamente del Estado, una alianza de este tipo calma sin duda la situación y ocurre principalmente porque cuesta mucho mantener una guerra como esta, pero como cualquier pacto criminal se puede romper fácilmente,” afirma Soto.