El reciente secuestro de cinco periodistas en la norteña ciudad mexicana de Torreón resalta el deterioro de la seguridad en la ciudad; y refleja un patrón muy común de intimidación a los medios de comunicación.
Cinco periodistas de El Siglo de Torreón, cuya ciudad natal fue recientemente nombrada como la quinta ciudad más sangrienta del mundo por una ONG que monitorea la violencia en México, fueron secuestrados el 7 de febrero. Al día siguiente los liberaron. Cuatro de las cinco personas habían sido golpeados por sus captores. Aunque el grupo no trabaja en la sección editorial del periódico, los secuestros fueron ampliamente vistos como un acto de intimidación en contra de los reportajes de El Siglo, y una advertencia acerca de no investigar a fondo los problemas relacionados con el crimen organizado.
Esta no es la primera vez que El Siglo o periodistas de Torreón han sido blanco de ataques. En 2009, un grupo de agresores balearon las principales instalaciones del periódico con agujeros de bala en la mitad de la noche; nadie resultó herido. Dos años después, en noviembre de 2011, se produjo un incidente similar, nuevamente sin herir a nadie. En mayo de 2010, Eliseo Barrón, un reportero de La Opinión, la principal competencia local de El Siglo, fue secuestrado de su casa y asesinado en Gómez Palacio, Durango, vecino de Torreón. Semanas después, un equipo de reportaje de Televisa fue secuestrado en Torreón.
Análisis de InSight Crime
Esta táctica es común en muchas de las ciudades más violentas de México. Un periodista del periódico Novedades en Acapulco, la segunda ciudad más violenta del mundo, según la lista mencionada anteriormente, fue asesinado en diciembre. Dichos ataques en Acapulco son anteriores a su reciente aumento de la violencia, el cual empezó a verse desde el año pasado: por ejemplo, un reportero de televisión fue asesinado en la ciudad portuaria en 2007, y Guerrero, estado hogar de Acapulco, ocupó el cuarto lugar en el país respecto al número total de periodistas asesinados durante el gobierno de Calderón.
En Tamaulipas, hogar de la novena ciudad más violenta del mundo, Nuevo Laredo, la situación es muy similar. En mayo del año pasado, un grupo de hombres armados dispararon contra El Mañana de Nuevo Laredo con rifles de asalto y granadas, marcando el séptimo acto de agresión en contra de la publicación en los últimos seis años. Los Zetas que operan en Tamaulipas también han atacado a los informantes que escriben en foros supuestamente anónimos.
Juárez, que antes de 2012 fue considerada durante mucho tiempo como la ciudad más violenta de México, también ha presenciado actos periódicos de violencia en contra de los periodistas locales. El incidente más famoso fue en 2010, cuando el fusilamiento de dos camarógrafos precipitó una edición suplicante de El Diario, dirigido a los criminales locales, titulado: “¿Qué quieren de nosotros?".
Esta serie de ataques concentrados en las ciudades más violentas de México lleva a una censura mediática de facto, o, por lo menos, a una significativa disminución en lo que los reporteros locales están dispuestos a cubrir. En ciudades como Torreón y Nuevo Laredo, los reporteros del crimen normalmente informan simplemente sobre lo esencial provisto por las autoridades gubernamentales pertinentes. Las investigaciones periodísticas sobre diferentes aspectos del crimen organizado – desde la protección oficial a los vínculos con la economía legal – simplemente no se llevan a cabo. El resultado es que uno de los principales controles en contra de la impunidad criminal – un enérgico cuerpo periodístico - es algo imposible precisamente en las ciudades en donde el crimen organizado hace la mayor parte del daño.
Aunque el problema es más pronunciado en las ciudades más violentas, como Acapulco, la falta de libertad de prensa afecta incluso a las áreas de México que en gran medida se han librado de largos episodios de derramamiento de sangre. Veracruz, que ha tenido un puñado de atrocidades pero nunca ha figurado entre los estados más violentos de México, ha sido el escenario de algunos de los incidentes más notorios, incluyendo un asesinato cuádruple de periodistas en mayo de 2012. En efecto, según una conferencia de congresos locales, Veracruz tuvo el mayor número de amenazas y actos de violencia el año pasado, que cualquier estado en el país. En segundo lugar estuvo Oaxaca, que tiene una reputación de violencia aún menor.
Lo que muchos (aunque no todos) de estos estados tienen en común no es sólo la reputación de violencia, sino la presencia de los Zetas como una de las principales bandas. Veracruz, Coahuila (estado hogar de Torreón), y Tamaulipas son todos bastiones de los Zetas, y el grupo ha sido culpado de muchos de los ataques más importantes en los últimos años. Más aún, la creciente ola de agresividad hacia los miembros de la prensa ha aumentado en gran medida junto con la influencia de los Zetas, dado que sus redes han crecido y sus rivales están imitado cada vez más sus métodos.
Es decir, la censura a la prensa se ha convertido en un objetivo muy común para las bandas mexicanas.