La densa selva de Colombia en la Costa Caribe es el bastión de Los Urabeños, una de las organizaciones criminales más poderosas del continente americano. Allí es donde sus líderes se esconden, y también es donde el gobierno está reiniciando su mayor operación policial para, una vez más, intentar obligarlos a salir. Pero hasta ahora el enorme esfuerzo no ha logrado su objetivo principal: capturar al sospechoso criminal más buscado de Colombia.

Bordeados por la frontera con Panamá y el mar Caribe, los imponentes árboles y remotos cayos de la región de Urabá, Colombia, son la perfecta fortaleza natural para el hombre más buscado del país, Dairo Antonio Úsuga, alias “Otoniel”, cabecilla del grupo criminal más poderoso de Colombia, Los Urabeños.

Hace más de dos años, el gobierno colombiano lanzó la que se convertiría en una prolongada búsqueda por Otoniel y su círculo cercano: la “Operación Agamenón”, liderada por el famoso Bloque de Búsqueda de la Policía, que se conformó en la década de los noventa para perseguir a Pablo Escobar, capo del Cartel de Medellín.

Escobar fue baleado en el techo de una casa de Medellín en diciembre de 1993, aunque hay informes contradictorios acerca de si fue realmente un agente de policía quien apretó el gatillo. Pero aunque la Operación Agamenón tiene un número mucho mayor de funcionarios, recursos y fondos que el Bloque de Búsqueda de Medellín, sus agentes han estado recorriendo el bastión de Los Urabeños sin lograr atrapar a ninguno de los líderes principales del grupo, aunque sí han arrestado a cientos de mandos menores.

Actualmente, Colombia está convocando al ejército para “Agamenón II”.

Las características esenciales de las primeras acciones de la Operación Agamenón no van a cambiar, pero van a pasar por un proceso de “reingeniería” en la segunda fase que acaba de iniciar, según un funcionario judicial directamente involucrado en la operación y que habló con InSight Crime bajo condición de anonimato.

Sin embargo, el cambio más significativo en la estrategia —la participación directa del ejército—puede ser una medida bastante política.

¿Política en juego?

Según la fuente del gobierno, ha habido muchos “celos” entre los militares con respecto a la bien financiada operación policial. En la Operación Agamenón inicialmente se desplegaron unos 1.200 agentes de policía, apoyados por helicópteros Black Hawk, y con la colaboración ocasional del ejército. Sin embargo, el ejército argumenta que la operación policial sería mucho más potente si las fuerzas armadas pudieran aportar sus conocimientos en territorios rurales, lo cual harán esta vez, explicó la fuente.

Pero es poco probable que involucrar al ejército completamente acabe con las trabas burocráticas al interior del aparato de seguridad del gobierno. Cada una de las instituciones involucradas en la Operación Agamenón —la Fiscalía General de la Nación, el ejército y varias unidades policiales— tiene investigaciones diferentes en torno a Otoniel y su círculo cercano. Y al parecer todas ellas compiten entre sí, protegiendo vehementemente la información que han obtenido mediante inteligencia, pues cada una quiere ser la primera en capturar al hombre más buscado en Colombia.

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Si bien es muy probable que la colaboración entre organismos le ayudaría al gobierno a acorralar a los líderes de Los Urabeños como Otoniel, es una importante oportunidad para que el ejército demuestre que es indispensable para la seguridad ciudadana. A medida que Colombia adelanta la implementación de los acuerdos de paz con el principal grupo guerrillero del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el ejército está tratando de forjarse un papel en este nuevo escenario, lo cual incluye apoyar la lucha de la policía contra el crimen organizado.

Un territorio difícil

Además de estos escollos políticos, la Operación Agamenón ha enfrentado grandes retos físicos y estratégicos. La geografía del refugio de Otoniel es un enorme obstáculo. La poco navegable selva de Urabá es el territorio propio de los líderes de Los Urabeños, algunos de los cuales tienen antecedentes en la guerrilla y están preparados para enfrentar condiciones adversas. Esto es aún más difícil para la policía. Apenas seis meses después de iniciada la operación, un helicóptero se estrelló debido al mal tiempo en la región donde se buscaba al jefe de Los Urabeños Luis Orlando Padierna Peña, alias “Inglaterra”, tras lo cual murieron 17 agentes.

En algunas zonas, el acceso por vía aérea es casi imposible debido al alto follaje, y a otros lugares sólo se puede llegar por mar.

Los Urabeños utilizan estos factores a su favor, pero además cuentan con otro activo fundamental: la comunidad local. Muchos residentes supuestamente protegen a los jefes criminales, actuando como vigías e informantes y ayudándoles en sus redes de protección permanente. Entre los colaboradores parece que se encuentran indígenas locales, cuyas reservas no pueden ser bombardeadas y a las cuales no pueden ingresar libremente las fuerzas de seguridad. Al parecer, la policía no ha ni siquiera solicitado el ingreso a las reservas indígenas —lo cual se debe hacer a través del gobernador de la reserva— pues saben que esto podría alertar inmediatamente a las personas objeto de su búsqueda.

Durante los dos años de la Operación Agamenón se han obtenido los siguientes resultados:

  • 1.284 arrestos (1.001 miembros de Los Urabeños)
  • 52 sospechosos muertos en combate 
  • 444 operaciones
  • 94 toneladas métriccas de cocaína incautadas
  • 81 laboratorios allanados
  • 2 pistas de aterrizaje clandestinas destruidas
  • 517 activos confiscados (valorados en US$115 millones)
  • US$9 milliones incautados
  • 409 armas incautadas

Fuente: Policía Nacional de Colombia

Por lo tanto, la policía ha intentado poner a estas mismas comunidades de su lado. Acceder a ellas e invitarlas a participar en programas sociales ha sido difícil, pero ha valido la pena; varios informantes civiles les han ayudado a llegar a metros de sus objetivos. Hace unos pocos meses, en el municipio de Necoclí, un francotirador de la policía casi da con el segundo hombre al mando de Los Urabeños: Roberto Vargas Gutiérrez, alias “Gavilán”, que se encontraba a 500 metros de distancia.

Dadas todas estas presiones, los jefes de Los Urabeños se han vuelto cada vez más paranoicos en cuanto a la seguridad y han renunciado a su lujoso estilo de vida. Asesinan a cualquiera de sus hombres sobre el que tengan sospechas, se trasladan constantemente y han empezado a utilizar mensajeros humanos en vez de teléfonos.

Cómo ganar

La Operación Agamenón ha estado activa el doble del tiempo que llevaba el Bloque de Búsqueda cuando derribó a Pablo Escobar. La búsqueda del capo requirió unos 50 millones de pesos colombianos al mes (unos US$17.000 a la tasa de cambio actual), durante un año y dos meses, mientras que se dice que la Operación Agamenón —que lleva ya más de dos años en actividades—cuesta casi 90 veces esa cantidad (US$1,4 millones al mes).

Sin embargo, la operación para atrapar a Escobar tenía algo de lo que la Operación Agamenón carece y que probablemente nunca tendrá: la colaboración de los más feroces enemigos de los hombres a los que busca, que en el caso de Escobar incluía al poderoso Cartel de Cali. Además, esa operación se desarrolló en las calles de Medellín, la segunda ciudad más grande Colombia, a diferencia de la agreste selva de Urabá.

Sin embargo, fue un hecho clave el que facilitó la caída de Escobar: él le hizo una llamada a su familia, la cual fue interceptada inmediatamente. Y la lección fue bien aprendida: la mejor manera de obtener resultados es mantener una estrecha vigilancia sobre los miembros de la familia, como le dijo el funcionario judicial a InSight Crime.

El funcionario argumentó que, para ser efectiva, la Operación Agamenón deberá “destruir” todo lo que rodea a los líderes de Los Urabeños, lo que incluye interceptar e infiltrar a las personas cercanas a ellos. Hasta ahora, las autoridades parecen haberse ceñido a esta estrategia, capturando a la esposa de Otoniel y a otros de sus parientes.

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Pero las autoridades también tienen que paralizar a estos jefes financieramente, lo cual no sólo significa incautar cocaína, sino además congelar los activos blanqueados, dijo la fuente. Una nueva sección de la Fiscalía General, creada a raíz de los recientes acuerdos de paz, al parecer tendrá una unidad específica para este propósito.

El ejército puede ser en efecto un valioso recurso para las operaciones contra Los Urabeños. Pero aun así, su mayor participación puede aumentar la probabilidad de violaciones a los derechos humanos.

Es cierto que la Operación Agamenón ha ejercido presión sobre el grupo criminal, que según los funcionarios de inteligencia se ha visto obligado a trasladar sus operaciones de narcotráfico hacia el Pacífico, lo cual ha alterado las rutas internacionales de la droga. En caso de que el gobierno logre reducir a los principales cabecillas de Los Urabeños, acabaría con décadas de conocimientos en el tráfico de drogas con importantes conexiones internacionales.

A pesar de esto, hay pocas señales de que la organización de Los Urabeños se esté reduciendo. Desde el año 2009, miles de sus miembros han sido capturados por las autoridades; sin embargo, parece que otros tantos han sido reclutados. De hecho, la organización parece estar en expansión, tratando de apoderarse de los territorios que antes eran controlados por las FARC, que se encuentran en proceso de desmovilización, después de haber firmado un acuerdo de paz con el gobierno el año pasado.