La policía de Río de Janeiro ha estado tras una de las milicias más grandes y antiguas de la ciudad; sin embargo, continúan existiendo las condiciones que desde hace algunas décadas dieron lugar al surgimiento de estos grupos y que les han permitido perdurar.
En la mañana del 3 de julio, la policía de Río de Janeiro detuvo a seis personas vinculadas a la milicia Liga de la Justicia (Liga da Justiça). Estos arrestos pretendían acabar con las operaciones de lavado de dinero del grupo en la zona. La milicia controlaba empresas de arena y grava que, en el periodo de cinco años comprendido entre 2012 y 2017, hicieron compras por cerca de US$10,2 millones.
Estas empresas eran utilizadas para blanquear las ganancias obtenidas mediante la extorsión a empresas y habitantes de la ciudad. Los sospechosos también atacaban a empresas rivales, e incluso mataban a sus dueños para apoderarse de ellas.
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Este es el más reciente de una serie de intentos por acabar con la milicia. Dos de los fundadores del grupo, Jerônimo Guimarães Filho y su hermano Natalino, fueron detenidos en 2008. Al momento de su captura, ambos hermanos ocupaban puestos de elección oficial. La dirección del grupo fue asumida entonces por Ricardo Teixeira Cruz, policía y exmilitar conocido como "Batman", quien dirigió el grupo hasta que fue arrestado y condenado en septiembre de 2010.
En abril de 2018, la policía lanzó una operación para capturar al actual líder del grupo, Wellington Silva da Braga, alias "Ecko", quien logró escapar mientras los milicianos disparaban contra la policía. Cuatro miembros del grupo murieron en los enfrentamientos y 159 personas fueron arrestadas en la que ha sido una de las mayores operaciones contra grupos de milicianos. Más adelante, el fiscal estatal ordenó la liberación de 138 personas, aduciendo que no estaban implicadas en ningún delito.
Análisis de InSight Crime
Muchas de las milicias de Río se conformaron en la década de los noventa y principios de la década siguiente, y algunas, como la Liga de la Justicia, han permanecido hasta ahora. Las autoridades de Río de Janeiro han intentado controlarlas, pero estos intentos han sido esporádicos y se han llevado a cabo de manera fragmentaria.
La falta de un plan permanente para luchar contra la Liga de la Justicia y grupos similares les ha permitido mantenerse y expandirse. Actualmente controlan una cuarta parte del área metropolitana de Río de Janeiro, en la que viven unas dos millones de personas.
Según Bruno Paes Manso, investigador de la Universidad de São Paulo y experto en milicias y crimen organizado, tolerar el uso de la violencia contra presuntos criminales ha servido de protección a las milicias. En conversación con InSight Crime, dijo que esa tolerancia había aumentado durante la administración del presidente Jair Bolsonaro, quien se ha mostrado a favor de las milicias.
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Dado que las milicias fueron conformadas inicialmente por policías, guardias de prisión y bomberos tanto activos como retirados, hay quienes todavía consideran que su participación es positiva en la lucha contra las pandillas criminales. "Hay muchos miembros de la policía que ven a las milicias como aliados, y en algunos casos se conocen personal y profesionalmente", dijo Manso.
Este apoyo oficial tácito refuerza la cultura de la impunidad, la autodefensa y la falta de rendición de cuentas que les permite a las milicias prosperar.
La Liga de la Justicia y otras milicias también han podido permanecer gracias a su capacidad para generar recursos y no llamar la atención de la policía. Se han apoderado de los servicios públicos en las comunidades que controlan y obligan a los residentes a adquirir servicios piratas de televisión y electricidad, así como aceite de cocina y otros bienes. Las milicias han creado además redes de transporte alternativo e incluso han construido edificios de apartamentos, llenando vacíos estatales.
Manso afirma que, de no darse un cambio profundo en la percepción que se tiene de las milicias, estas continuarán adquiriendo poder. "La manera como evolucionen las milicias dependerá […] de las instituciones democráticas que puedan controlar este tipo de crímenes. Necesitamos educar a la población sobre los peligros de este tipo de grupos”, señaló.