Miraflores es una isla en las selvas del sur de Colombia, accesible por aire y río. En su tierra alberga miles de hectáreas de cultivos ilícitos y al Frente Primero disidente de las FARC.
Con una pista de aterrizaje clandestina y unas condiciones geográficas favorables, este municipio se ha convertido en la capital del narcotráfico en Guaviare. Si se quiere entender a la creciente disidencia hay que conocer Miraflores.
La espesa selva que imposibilita que cualquier economía legal prospere y el río Vaupés por el que se transporta hasta Brasil la base de coca producida de las 2.297 hectáreas de coca cultivadas, son algunas de las razones para que 400 disidentes del Frente Primero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hayan convertido a Miraflores en su centro de operaciones. La guerrilla ha reclutado por varias generaciones a los pobladores de este municipio consiguiendo que solo algunos no tengan familiares en las filas guerrilleras. El río Vaupés, que atraviesa Miraflores y recorre las tierras de Carurú y Mitú en el departamento del Vaupés hasta llegar a Brasil, es la superautopista que alimenta al mayor mercado de drogas de Latinoamérica y al principal punto de transbordo de cocaína que llega hasta Europa, Africa y Asia.
Cuando se pisa la pista de aterrizaje arenosa y sin pavimento, mientras las maletas son entregadas, quien aquí llega apenas tiene tiempo de asimilar donde está, pero cuando el avión está cargado nuevamente y el sonido de los motores indican su despegue a San José del Guaviare, un sentimiento de incertidumbre invade a quienes acaban de aterrizar.
"Uno se siente como abandonado, uno no sabe si ese avión va a volver", dice la secretaria de Hacienda, quien no es oriunda, pero trabaja hace un tiempo aquí.
La pista, que fue construida hace más de 30 años, permanece intacta, como anclada en otro tiempo, pero a diferencia de la década de 1990, cuando aterrizaban aviones cada media hora repletos de personas en busca de caucho, pieles y coca, ahora solo llegan un par de avionetas dos días por semana. De aquellos tiempos solo queda el recuerdo y los valientes miraflorenses que insisten en quedarse.
(Alcaldía de Miraflores)
A pocos metros de la pista, está la alcaldía que, a diferencia del resto de casas del pueblo hechas con madera, está construida en cemento. Quienes ahí trabajan denuncian casi por unanimidad la histórica ausencia estatal y la poca inversión que el municipio ha recibido por parte del gobierno central.
"La guerrilla se tomó Miraflores, la fuerza pública y los funcionarios de gobierno fueron desplazados y la alcaldía funcionaba desde la ciudad de Villavicencio. Desde el 2002 el Estado abandonó a Miraflores," dijo el secretario de Gobierno. "Cuando volvió, ya las niñas les habían dado hijos a los guerrilleros, a varias mamás los hijos se les habían ido para la guerrilla y varias mujeres tenían esposos guerrilleros".
Desde entonces y hasta hoy, los hombres del Frente Primero de las FARC no han abandonado este territorio: la espesa selva que rodea el municipio ha convertido a Miraflores en el lugar donde los disidentes se sienten más seguros. Aquí, aunque los fusiles se hayan silenciado, el fantasma de la guerra no ha abandonado sus calles.
Fue en agosto del 2016 cuando los guerrilleros repartieron volantes en los que expresaban que no se iban a acoger al acuerdo de paz. Desde ese momento sus pobladores supieron que nada iba a cambiar. Mientras las FARC se han declarado un partido político y su líder Rodrigo Londoño Echeverri, mejor conocido por su alias guerrillero de "Timochenko" se postula a la presidencia, los disidentes siguen creciendo y continúan enviando comisiones desde Miraflores a los departamentos vecinos de Meta, Caquetá, Vichada, Guainía, Vaupés e incluso a la vecina Venezuela. Extienden sus tentáculos y reconectan con otros elementos de las FARC cada vez más desilusionados con el proceso de paz.
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La comunidad local ha visto esto y aunque el gobierno ha prometido acabar con los disidentes, en vez de debilitarse, las disidencias se están fortaleciendo. "El gobierno tiene un concepto nuevo que, para mí, no solo es erróneo sino mentiroso y absurdo," relata un funcionario que por lo delicado del asunto prefiere mantener su nombre en el anonimato.
"El Frente Primero antes del proceso mandaba en los municipios de Calamar, Miraflores y el río Vaupés, mientras que ahora en el posacuerdo, está en control de los mismos lugares, sumándole San José del Guaviare, partes de los departamentos de Meta y Vaupés. A ese frente le llegaron personas de [los frentes] séptimo, 44 y de otros lugares del país. Yo calculo que este grupo, entre Calamar y Miraflores, deben estar alrededor de los 400 y no 120 personas como dice el gobierno".
(Un centro recreativo en Miraflores)
Los disidentes se encuentran en todo el territorio, pero su punto de mayor concentración es la vereda Barranquillita, donde recientemente habría sido secuestrado un funcionario de las Naciones Unidas. Allí no hay policía, no hay militares, ninguna institución que ejerza autoridad; todo el control está reservado para los rebeldes que no se acogieron al proceso de paz.
"En Semana Santa se decretó un toque de queda, que no permitía la movilización de las personas […] incluía hasta el mismo Ejército", afirma un líder indígena.
La guerrilla sigue siendo la ley en el municipio y ninguno de los entrevistados negó su autoridad. "Yo le digo al Ejército que no hay necesidad de culpar a un muchacho que quiere a la guerrilla, porque es que ese muchacho creció en Miraflores cuando no había Ejército o Policía y creció aprendiendo que los ‘patiamarrados’ eran los malos, que era como la guerrilla le decía al Ejército" relató Edwin Díaz, el secretario de Gobierno.
No es sorprendente que, como afirman fuentes de inteligencia que hablaron con InSight Crime, que en el municipio se encuentre Néstor Gregorio Verá Fernández, alias Iván Mordisco, y María Eugenia Velasco, alias Carolina, quien actualmente es la jefa de la Comisión de Organización de Masas, e incluso Luis Alfonso Lizcano, alias Euclides Mora, comandante del Frente 62 quien fue dado de baja en el mes de septiembre.
"Yo no sé por qué el gobierno quiere disfrazar la realidad, eso fue lo que hicieron hace 52 años. Vieron unos campesinos que se armaron en Marquetalia y dijeron que eran diez locos, pero después se dieron cuenta que eran algo incontrolable. Acá pasa exactamente lo mismo, están dejando un grupo que tiene experiencia, que conoce las rutas, que ya sabe cómo operar y lo dejan crecer porque creen que están en la selva en la mitad de la nada", asegura un funcionario de la Alcaldía.
El narcotráfico es, de hecho, una de las economías ilegales que más lucro reporta a los disidentes. A diferencia de otros municipios del país, en Miraflores la coca mantiene su precio: el kilo de base ronda los COP 2.000.000 de pesos colombianos (unos US$682). La gran mayoría de los pobladores del municipio, a excepción de los funcionarios de la alcaldía, viven del procesamiento de la planta. El raspachín recibe entre 4 o 5 gramos de base de coca por arroba que raspa; esta es la moneda de cambio en la zona rural para conseguir alimentos, ropa y cualquier mercancía.
La coca permanece como producto insignia en todas las veredas del municipio, exceptuando La Guarapa, única vereda sin cultivos de uso ilícito. Aunque existen otros pequeños cultivos para el autoconsumo, hasta el momento no existe otra alternativa que sea más rentable que la coca.
"Miraflores es supremamente especial porque tiene al frente primero respirando, vive de pequeños plantíos, hay muchas minorías, pero lo más cruel son las condiciones geográficas que imposibilitan que cualquier economía licita prospere", relata un líder comunitario.
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Además de la coca, hay un negocio igual o incluso más lucrativo: la extorsión. Las embarcaciones que transportan la base de coca y cualquier tipo de mercancía provienen del casco urbano del municipio de Calamar y viajan por el río Unilla hasta llegar a Barranquillita, de allí siguen su recorrido por el río Vaupés hasta llegar a Mitú. Los disidentes se ubican en puntos estratégicos a lo largo del río y por cada tonelada de carga normal cobran 200.000 pesos, por canasta de cerveza se paga 5.000 pesos y por tambor de gasolina 50.000 pesos.
"Aquí todo el mundo paga extorsión, hasta yo indirectamente", dice un miembro de la fuerza pública.
(El río Vaupés, usado para el transporte de base de coca)
Si se toma en cuenta que cada mes pasan por el río unas 3.000 toneladas de carga, y se entiende que toda esa mercancía paga extorsión, las disidencias estarían obteniendo ganancias de alrededor de 600.000 millones pesos (unos US$205.000).
Los ganaderos y los contratistas también cancelan una cuota. Ni siquiera la misma alcaldía ha podido evitar las llamadas vacunas, ya que cualquier contrato, para ser ejecutado, debe pagar el 4 por ciento de su valor total, según fuentes en terreno.
Con la extorsión y el reclutamiento de menores por las disidencias de las FARC, el conflicto sigue afectando la vida diaria de todas las familias miraflorenses. Entre agosto de 2016 y julio de 2017 se han reclutado al menos 50 menores de edad; la mayoría de estos casos no fueron denunciados.
Un líder religioso que acogió a un menor de edad que escapó recientemente considera que solo en Miraflores podría haber 150 niños en las filas de las disidencias. "Él me manifestó que hay más o menos 150 menores de edad reclutados recibiendo entrenamiento. Él me decía estos días que dormían en hamaca, en el cambuche o en el piso y que eso era agradable una o dos noches, pero no hay como la comodidad de la camita."
"Ahora de todas maneras los comandantes los acosan mucho en el sentido de trabajo y de obtener resultados. Entonces él se cansó y dijo que no se había aguantado a su papá en la casa como para venir aguantarse a un ‘berraco’ de estos".
El reclutamiento forzado de menores ha sido denunciado en las veredas de Caño Tigre, Barranquillita, Lágrimas, Puerto Vieja, Lagos del Dorado y en el casco urbano. En la misma alcaldía se desconoce el número exacto, pues los profesores, quienes son los primeros en darse cuenta, tienen miedo de denunciar.
Hay denuncias de que los disidentes han visitado las escuelas y mediante un trabajo ideológico han atraído a varios menores que, ante la falta de otras oportunidades, decidieron unirse a ellos.
(Disidentes de las FARC a menudo reclutan menores de edad)
"Hay varios factores, entre estos la descomposición familiar, tampoco no encuentran nada que hacer y no hay garantías de vida. Por ejemplo, este muchacho va para 17 años y tiene cuarto de primaria y lo que hacía era raspar coca. Al no tener que raspar se unió a la disidencia, pues es lógico que un muchacho a esa edad lo que quiera es tener su plata, su novia y querer salir", cuenta el mismo líder religioso.
Las aulas de clase, al igual que el resto de Miraflores, piden a ayuda a gritos, pero pocos aquí creen que esta llegue algún día. El colegio del casco urbano educa a 420 estudiantes con la ayuda de 6 docentes que intentan realizar su labor en una institución con condiciones mínimas. Ante la mirada de los niños desconfiados, se observan las precarias condiciones de los dormitorios y la ausencia de espacios de recreación, que desaniman hasta los más pequeños.
Los combates cesaron, ya no se vive la zozobra que generaban las tomas guerrilleras, pero aun así la tan prometida semilla de la paz aquí no floreció.