Ocho meses después de las primeras acciones en la nueva guerra de Colombia contra el microtráfico, los residentes de las zonas afectadas dicen que los resultados han sido una explosión en el consumo abierto de drogas en las calles, las escuelas y las empresas, mientras que su venta no se ha visto afectada. La historia, en muchos sentidos, ilustra los retos del futuro de gran parte de la región, a medida que enfrenta el aumento del consumo local de drogas.
En junio de este año, la policía declaró como exitosa la ofensiva de dos meses dirigida a atacar los puntos de venta en la calle, conocidos localmente como "ollas", en una operación que marca el inicio de la "guerra total" de Colombia contra el microtráfico.
El presidente colombiano Juan Manuel Santos elogió los resultados y declaró: "(…) la guerra contra el microtráfico (…) no va a parar un solo segundo".
No obstante, las calles de uno de los principales campos de batalla en esta guerra –el centro de Medellín, la segunda ciudad de Colombia– cuentan otra historia.
Las víctimas del aumento en el consumo de drogas en Colombia se encuentran hundidas en las puertas, sillas y canales de la zona de Villa Nueva, que es el epicentro del consumo de drogas duras de Medellín. Andrajosos y con los ojos vidriosos, muchos fuman abiertamente la pasta base de cocaína conocida como "bazuco", otros consumen heroína o huelen pegamento, mientras que todos ajenos tanto para los residentes como para la policía.
"El problema del consumo de drogas y el microtráfico es ahora más visible porque han sacado a los adictos de estas propiedades, las cuales han sellado y han comenzado los procedimientos de incautación; y todos los niños, hombres, mujeres y ancianos están vagando por las calles" dijo Edal Aldniel Yurient Monsalve Bran, residente y líder comunitario, con décadas de experiencia en el trabajo con las comunidades necesitadas de la zona.
"El gobierno ha dicho que están haciendo estas intervenciones, pero ¿cuál es su plan para estas personas?" añadió. "No hay ninguno: tomaron entre 200 y 300 drogadictos de estas propiedades, y los echaron a la calle".
Según los residentes, mientras que la policía incautó y selló las edificaciones usadas alguna vez como ollas, no se ha visto afectado el suministro de drogas para los adictos. Las transacciones se llevan a cabo ahora a través de las puertas cerradas de los edificios en ruinas, con puñados de monedas siendo deslizadas bajo las puertas, recibidas de ciudadanos caritativos, para recibir otra dosis de droga barata.
"Cerraron seis casas de drogas aquí en Barbacoas", dijo otro residente local y también líder comunitario que no quiso ser identificado por razones de seguridad. "Y que espectáculo que fue, con todas las cámaras y el presidente hablando de una gran intervención e inversión, pero si nos fijamos en el problema ahora, sólo se movió un par de calles".
Según el líder comunitario, los residentes de la zona dicen que la policía tiene como objetivo a los consumidores de drogas, pero dejó en paz a los distribuidores y a las pandillas responsables del microtráfico.
"Ellos siguen ahí. Todavía están llevando a cabo sus negocios, haciendo todo lo que hacían antes, y estas personas tienen conexiones –que son las propias autoridades–", dijo.
La policía de Medellín no respondió a las solicitudes de InSight Crime para una entrevista y obtener más información sobre sus operaciones contra el microtráfico. Y no se sabe de investigaciones sobre la corrupción policial en la zona.
A varias cuadras de distancia de Villa Nueva hay un tipo diferente de olla, pero con una historia similar. El Parque del Periodista es una pequeña plaza rodeada de bares y es la principal olla recreativa en el centro de la ciudad. A diferencia de las drogas más duras y los adictos de Villa Nueva, tanto la venta como el consumo de drogas en este lugar se limitan a la marihuana y la cocaína en polvo.
Es un lugar popular de la escena "alternativa" de la ciudad para los jóvenes que buscan algo diferente a lo que ofrece la zona de los económicamente acomodados en el Poblado. Por la noche, una espesa nube de humo de marihuana se cierne sobre el parque, a medida que los distribuidores de droga trabajan entre las multitudes. Esporádicamente aparece la policía, pero sólo para confiscar pequeñas cantidades de drogas a los jóvenes, mientras que los distribuidores se quedan en las sombras viendo.
La gente que regularmente va a este parque dice que el impacto de la operación policial fue breve. Al principio, la presencia de microtraficantes fue esporádica, apareciendo y desapareciendo durante toda la noche. Los suministros también fueron afectados, los clientes del parque dijeron que los distribuidores a menudo se quedaban sin uno u otro de sus productos. No obstante, las dificultades fueron temporales, dicen. En cuestión de meses, fue como si nada hubiera pasado –las mismas caras vendiendo las mismas drogas–.
Análisis de InSight Crime
El gobierno de Santos ha incluido al microtráfico como una de las tres graves amenazas a la seguridad del país, junto con las guerrillas de izquierda y los grupos narcoparamilitares llamados BACRIM (de "bandas criminales"). Y es un problema: Se estima que el 20 por ciento de la cocaína y el 70 por ciento de la marihuana producida en Colombia es consumida actualmente en el país.
El comercio alimenta todos los niveles del hampa colombiana, desde las pandillas que administran las ollas hasta las BACRIM y la guerrilla, que están implicados en la producción de drogas y los servicios al por mayor.
La respuesta del gobierno ha sido el aumento de la retórica militar y las operaciones de seguridad en lo que el jefe de policía José Roberto León Riaño ha descrito como "(…) una lucha frontal e irreversible".
El análisis estadístico de los resultados de la ofensiva inicial de esta lucha, llamada "Operación Corazón Verde" es, a primera vista, impresionante. La policía anunció que durante los dos meses se realizaron 314 allanamientos en los que se decomisaron 780.067 dosis de drogas ilegales y detuvieron a 1.641 personas –entre ellos a 42 líderes de las redes de microtráfico– y cerraron 23 ollas.
Sin embargo, un simple paseo por el centro de Medellín, de día o de noche, pone de relieve las limitaciones de este enfoque. Lo máximo que pueden atribuirse las exitosas incursiones, ataques y redadas es haber desplazado el problema –a veces unos pocos metros nada más–.
Y no se trata sólo de Medellín. La investigación llevada a cabo después de la operación por la Fundación Ideas para la Paz (FIP), un centro de investigación con sede en Bogotá, sugiere que los resultados han sido similares en los otros centros urbanos de Colombia: Bogotá y Cali.
En Bogotá, gran parte de la atención se centró en la zona conocida como el Bronx, el mayor mercado de drogas al aire libre de la ciudad (vea mapa abajo). Durante la operación, el presidente Santos y el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, realizaron una conferencia de prensa desde la zona, como evidencia de un éxito operacional.
No obstante, según la FIP, mientras que la operación ha dado lugar a una limpieza de la zona, y ha conducido a una reducción en el número de niños que la frecuentan, no ha habido un efecto en el volumen de ventas de drogas y en sus precios. Mientras tanto, la captura del principal capo del Bronx, Rigoberto Arias Castrillón, alias "Rigo", ha tenido tan poco impacto que ha continuado ejecutando sus operaciones de narcotráfico desde la prisión.
La investigación de la FIP revela que en las tres ciudades, la mayor parte de los adictos que fueron dispersos durante las operaciones, comenzaron a regresar a los mismos puntos de acceso tradicionales de drogas tan pronto se fueron las autoridades. La mayoría de las ollas se han movido, reorganizado y simplemente volvieron a abrir, lo que sugiere que aunque los vendedores hayan sido arrestados, las redes criminales para las que trabajan permanecen intactas.
Las lecciones son claras: Atacar a los vendedores de drogas y a los consumidores de las calles no ayuda a resolver los problemas del aumento del consumo y la producción de drogas –ambos son desafíos mucho mayores que el cierre de los puntos de venta de drogas, los cuales reabrirán rápidamente, siempre y cuando estén presentes las drogas y los consumidores.
Tampoco se trata de una historia exclusiva para Colombia. Desde Brasil hasta México, Latinoamérica se enfrenta a un aumento alarmante en el consumo de drogas, especialmente los derivados de la cocaína que se encuentran en las ollas. Un informe de la Organización de los Estados Americanos de 2012 dice que la mitad de la cocaína procesada en la región es ahora consumida en Latinoamérica.
Sin embargo, el gobierno sigue adelante con su "guerra total". Inmediatamente después de la conclusión de la Operación Corazón Verde, el Presidente Santos anunció su prórroga con una nueva lista de 25 ollas más que hay que perseguir. Lo que no menciona es que la policía ha identificado unas 3.350 ollas adicionales en todo el país.