A lo largo del istmo, una isla vale más que 1.000 kilómetros de carretera. No es de extrañar entonces que las islas de Panamá tengan poca presencia de las autoridades y sí tengan muchos traficantes.
Un traficante, que sólo puedo identificar como Nico, dice que él ha movido cargamentos de drogas ilegales en cinco ocasiones. Cada vez, ha elegido una isla donde va a almacenar las drogas, cava un hueco y después sale al mar.
Las drogas llegarían por la noche, momento en el que él y otros dos, que sólo habían empacado una chaqueta para el frío, usarían un GPS para que los guiara hasta el lugar en medio del océano en donde harían su trabajo. Las tripulaciones apenas intercambian palabras en el momento en que las drogas pasan de un barco a otro.
Este es el primero de tres informes sobre las "narcoislas". Vea el original en La Estrella, aquí.
Para evitar ser detectados, el viaje de regreso es más lento: tardan 2 horas en recorrer lo que antes les ha tomado 15 minutos. Ahí, vuelven al hueco que ya habían cavado. Los manglares son el lugar perfecto: vacíos y con tierra blanda. Al cabo de unos días, cinco o seis, realizan la misma operación, pero esta vez son ellos quienes pasan la droga al siguiente barco.
“Somos lo que llaman mulas”, explica Nico.
Por cada viaje cobran US$5.000 –diez veces más de lo que pueden ganar con un mes de trabajo en el kiosko del pueblo-.
Miles de islas
En Centroamérica hay más de 100.000 islas y muchas son utilizadas para almacenar cocaína y combustible para los narcotraficantes. Aunque las autoridades han implantado radares que detectan aviones, retenes en todas las carreteras y centenares de controles aduaneros, ninguno de estos controles puede detener las miles de toneladas de cocaína que se estiman que pasan por estas islas en su camino hacia Estados Unidos.
La historia del narcotráfico a través de las islas es antigua. El legendario líder del Cartel de Medellín, Carlo Lehder, compró la isla Norman's Cay, en mitad de las Bahamas, en los años setenta. Casualmente la isla fue bautizada en honor a un pirata inglés que la usó de refugio para traficar ron. En los años ochenta, bajo la presencia de Lehder, la isla llegó a ser el punto de partida de tres de cada cuatro toneladas de la cocaína que se consumía en Estados Unidos.
Para entonces Lehder cobraba US$10.000 a sus amigos del Cartel de Medellín por contratar sus servicios de envío a través de la isla. Cuenta la leyenda que, una vez delatado en 1982, Lehder bombardeó Nassau, la capital de Bahamas, con panfletos desde que decían: “DEA go home” (DEA vete a casa). Algunos de ellos iban acompañados de billetes de US$100.
Cuando Lehder comenzó, nunca imaginó que sería tan sencillo utilizar la isla como soporte logístico para sus actividades ilegales. Desde entonces, otros han seguido su camino, y las narcoislas se han multiplicado: desde San Andrés, el principal punto de salida de la droga colombiana, hasta las Islas del maíz (Corn Islands), el foco caliente de Nicaragua, han replicado el ejemplo. Panamá, Costa Rica, Honduras, Nicaragua y México, lugares de tránsito insular clandestino, dan fe de ello. No obstante, para las autoridades estos pequeños enclaves de arena, manglar y playa siguen un gran desafio.
Panamá: Paraíso de islas
Entre Colombia a Honduras hay más de 580 millas náuticas. Esta cantidad de espacio implica que las lanchas rápidas, conocidas como go-fast, no tienen la necesidad de entrar a las 12 millas de aguas territoriales panameñas. Pero en ésta área “algún punto de reabastecimiento debe haber”, advierte Ramón Nonato López, comisionado de Operaciones del Servicio Aeronaval (SENAN).
El equipo de López es responsable de hacerse cargo de las 1.518 islas que bordean las costas Panamá, lo que parece una misión imposible. La SENAN cuenta con ocho bases navales, ocho helicópteros y 24 embarcaciones que tienen más tareas además de combatir el crimen organizado. También, tienen tareas de detección de pesca ilegal, protección de las áreas protegidas y operaciones de búsqueda y rescate. El gobierno actual prometió instalar 19 radares –10 en el Pacífico y 9 en el Caribe- pero por ahora no ha habido ningún progreso.
Hubo un tiempo en donde los narcos eran los propios dueños de las islas. Rayo Montaño tenía tres, conocidas como 'las tres marías'. A él y a José Nelson Urreg, un colombiano, se las confiscaron y las convirtieron en bases aeronavales de las autoridades panameñas, aprovechando toda la infraestructura que ya estaba armada.
“Las islas son muy vulnerables; la mayoría están solas”, dice Carlos Chavarría, alcalde de Portobelo, en Costa Arriba de Colón, una de las zonas de mayor actividad.
Aún así, Panamá es uno de los países que más incauta drogas en Centroamérica. En lo que va de año se han incautado 14 toneladas de cocaína en Panamá, gran parte de ellas en áreas como estas.
La pobreza es igual a oportunidad
Aunque sólo 47 de las islas de Gunayala están habitadas, hay una isla por cada día del año. Los locales, indígenas Gunas, no cultivan coca ni procesan la droga. Pero una buena parte de los habitantes vive de ella.
Se han visto beneficiados por la geografía: aquella tierra que los conquistadores les usurparon, hoy es la envidia de los piratas modernos, los que buscan un lugar donde esconderse, alejarse o evadir a la policía. Esta región se ha convertido en un enclave imprescindible para el narcotráfico, lejos de la mirada de la policía y rodeada de unos pobladores ansiosos de pescar las migajas que dejan a su paso.
Hace 16 años, las islas fueron declaradas una zona de pobreza extrema. En aquel entonces un kilo de cocaína obtenido en el mar costaba entre US$100 y US$150, 1/20 parte del precio normal. Las islas comenzaron a formar parte del circuito de la droga en Centroamérica. Hoy las autoridades hablan de que han incautado paquetes de billetes de US$100. Intenté entrevistar a un Guna que supuestamente se dedica a transportar droga dentro de la comunidad, pero me pidió US$6.000 por la entrevista.
Aquí las autoridades no manejan cifras pequeñas. Las incautaciones se miden en cientos de kilos. Aunque no poseen la cifra exacta, el comisionado López de la SENAN advierte que es la zona “más caliente” de la parte insular de Panamá. El viaje desde Puerto Obaldía, en la frontera con Colombia, hasta el extremo norte de Gunayala, toma ocho horas en una lancha go-fast. El área está llena de ríos e islas deshabitadas, y se posiciona como un enclave estratégico para ocultarse durante el día, almacenar la droga en sus manglares, o simplemente reabastecerse de gasolina.
Durante mi visita, las autoridades incautaron una lancha con dos personas y diez bultos de cocaína, de entre 25 y 30 kilos cada uno. Al día siguiente, los pescadores de la zona se preparaban para 'pescar' los otros bultos que debieron haber tirado al mar al darse cuenta de que serían capturados. Ellos saben que lo que sea que encuentren va a ser comprado por otras mulas en Costa Arriba.
*Este es el primero de tres reportes sobre las "narcoislas" que fueron producidos como parte de un proyecto del International Center for Journalists (ICFJ, por sus siglas en inglés); con el cual ha colaborad InSight Crime. Vea el original en La Estrella, aquí.