Las islas frente a las costas de Honduras y Belice, dos de las naciones más pobres de Centroamérica, ofrecen a los narcotraficantes un respiro y una fuente de mano de obra para mover su producto.
Habían ocultado los 31 fardos entre unas maderas desvencijadas. Llevaban tres días acosados por los operativos que la Fuerza Naval hondureña estaba realizando en La Mosquitia, en el Caribe, para encontrar los 775 kilos de cocaína que habían llegado a Caratasca. Las pistas apuntaban a los hermanos Kork Anderson y Antonino Oscarealis Wrist Lucas, originarios de Roatán, enclave principal de las Islas de la Bahía.
Habían ocultado la lancha de dos motores, cada uno de 200 caballos de fuerza y 25 pies de largo en Cayos Vivorillo, una zona marítima con muchos islotes que los narcotraficantes usan para ocultarse. Llevaban ocho barriles de combustible; también dejaron sus identificaciones en casa.
Este es el segundo de tres informes sobre "Narcoislas". Vea el original en Animal Politico aquí.
“Fue un operativo intenso de búsqueda que logró buenos resultados”, dijo el ministro de Defensa, Marlon Pascua, después de la incautación.
Pascua agregó que las drogas iban camino a las Islas de la Bahía, al norte de Honduras y luego, muy probablemente, a Estados Unidos. Pero también sabía que los hermanos probablemente serían liberados y no enfrentarían cargos.
“Normalmente estas personas son puestas en libertad por malos procedimientos”, admitió.
Honduras: El colador
Al igual que en Panamá, los Cayos Vivorillo, con escasa vigilancia policial y militar, son un punto obligado del tránsito caribeño de la droga. En la zona hay más de diez cayos, islotes y bancos de arena ubicados en la provincia de Gracias a Dios, fronteriza con Nicaragua.
Según el gobierno de Estados Unidos, hasta el 80 por ciento de la cocaína que llega a México desde Suramérica pasa primero por Honduras. En los últimos meses los narcotraficantes han cambiado sus rutas para introducir las drogas a Honduras para luego trasladarlas a Estados Unidos. Aquí se forma lo que el Departamento de Estado de Estados Unidos llama el triángulo de la droga: de Colombia a Honduras a México.
La ruta costera esparce las vías de acceso marítimas, y dentro de Honduras no descartan la existencia de minicarteles de la droga en Roatán (la isla más grande), Útila y Guanaja, en el Mar Caribe; y al sur con Nicaragua. Honduras ha pasado de ser un puente de los narcos, a constituirse en un depósito de la droga.
Bajo el pretexto de promover el turismo, las Islas de la Bahía se han quedado sin dueño. La presencia policial está en su mayoría ausente, y gran parte del narcotráfico de drogas que viene por las rutas marítimas, desemboca en ellas sin sufrir ningún tipo de vigilancia como sucede en otras zonas.
Según funcionarios locales, el 90% de la flota pesquera hondureña está concentrado en estas tres islas. Los pescadores han aprendido a canjear en alta mar los mariscos y langostas que pescan por la droga que vienen de Colombia, particularmente de las islas de San Andrés, las islas colombianas de la costa de Nicaragua.
Los pescadores regresan a las Islas de la Bahía sin el pescado, pero con mucha droga. Esta droga es utilizada para pagar los servicios de los traficantes locales, produciendo pequeños pero importantes flujos de droga en el país, y estimulando el turismo y el consumo local.
El esquema se repite en otros países de la región: una zona desatendida, una población olvidada y agitada por la pobreza, y un mercado turístico muy interesante. Según el CEINCO -el Centro de información de las Fuerzas Armadas- hay sectores en La Mosquitia que participan y encubren esta actividad. Pero las autoridades no pueden criminalizar la pobreza.
A su alrededor hay señales de la narcoafluencia. Presuntos narcotraficantes están comprando propiedades en las provincias de Gracias a Dios, Colón, y a lo largo de la costa atlántica de Honduras. Pocos parecen comprobar la procedencia del dinero en efectivo utilizado para comprar estas propiedades, que a menudo son promovidas por las agencias de bienes raíces de Estados Unidos.
Belice: La bisagra
Belice es la bisagra. Con islas ubicadas entre las fronteras de México y Guatemala, se ha convertido en un nido para el cargamento de drogas y de armas que cruzan parte del Río Hondo. Este río atraviesa numerosas islas y cayos en el sureste del país, donde operan otras células de los carteles mexicanos, como la Organización de los Beltrán Leyva. La OBL parece prosperar en lugares como este: también opera en Acapulco y Cancún, en México.
Las operaciones de drogas se centran en las selvas de Petén y Los Cayos -una cadena de 450 pequeñas islas coralinas- donde los grupos criminales trafican droga, personas, armas, madera y animales exóticos.
La turística isla Cozumel, considerada como uno de los 18 puntos de conexión para el envío de drogas a otras partes del país, es un claro ejemplo. La red de Joaquín Guzmán Loera, conocido como “El Chapo” Guzmán, presuntamente está a cargo de este tramo.
Belice parece haber sido tragado por los problemas de sus vecinos. En 2012, hubo 146 asesinatos en un país que sólo tiene una población de 321.115 habitantes -una tasa de homicidios de 44 por cada 100.000 habitantes, el doble de la de México-.
*Este es el segundo de tres informes sobre "Narcoislas" que se produjo como parte de un proyecto del Centro Internacional para Periodistas (International Center for Journalists -ICFJ) para el cual InSight Crime ha colaborado. Vea el original en Animal Politico aquí.