Estados Unidos está experimentando una oleada de migrantes -muchos de los cuales son niños no acompañados- de Centroamérica, a pesar de las condiciones económicas que han generado una reducción en la migración de la región en conjunto. ¿Podrían la inseguridad y el crimen organizado estar detrás de este éxodo del Triángulo del Norte?
Entre 2000 y 2010, la cantidad de migrantes centroamericanos que ingresó a Estados Unidos aumentó en un 50 por ciento, pasando de un poco más de dos millones, a más de tres. Este crecimiento se produjo en el contexto de una caída drástica en la cantidad total de migrantes no autorizados que ingresaron a Estados Unidos entre 2005 y 2010, según el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (pdf), el periodo posterior a la crisis económica de 2008 es considerado un factor clave en esta tendencia a la baja.
A pesar de que el aumento de migrantes centroamericanos fue en contra de los patrones de migración por motivos económicos en la región en general, coincidió ampliamente con un deterioro en la seguridad y con la creciente presencia del crimen organizado en Centroamérica. Esto fue particularmente cierto en los tres países de los que la mayor parte de los migrantes provenía -el llamado "Triángulo Norte" de El Salvador, Honduras y Guatemala.
Un estudio reciente, "Violencia y Migración en Centroamérica" ??(pdf) publicado por El Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés), buscó establecer si la migración estuvo relacionada con las cuestiones de seguridad, haciendo uso de encuestas a lo largo del istmo para analizar la percepción y la experiencia de la población con respecto a la migración, la inseguridad y la corrupción.
Los hallazgos son poco concluyentes, y el informe pone de relieve cómo la existencia de redes migratorias preestablecidas hace que sea muy difícil determinar si el crimen ha actuado como el único factor de impulso. Sin embargo, algunos patrones significativos surgieron del estudio.
La investigación encontró que aunque la violencia en cierta medida incrementó durante la última década en la mayoría de los países -incluyendo una explosión de violencia en Honduras (ver gráfico de homicidios de LAPOP)- El Salvador fue el único país en que las personas reportaron sentir más miedo al crimen. Sin embargo, el estudio también utiliza un "modelo de regresión logística binaria" (ver gráfico LAPOP) para establecer que ser víctima de un crimen o de corrupción tiene un impacto mayor sobre la probabilidad de que un individuo planee migrar, que su percepción de la situación como un problema importante.
De los centroamericanos que deciden migran decenas de miles son menores no acompañados, y quienes trabajan con ellos afirman que existe evidencia anecdótica de que en su caso la inseguridad es la principal motivación.
Se prevé que hasta 60.000 niños migrantes no acompañados entrarán a Estados Unidos en 2014, según fuentes del Departamento de Seguridad Nacional citadas por la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) en un informe (pdf) publicado a finales de 2013. La cifra representa más del doble de los 24.000 que se registraron en 2013, y sigue un patrón de crecimiento rápido, con 13.000 ingresando al país en 2012, luego de que un promedio de 6.800 fueran registrados cada año entre 2004 y 2011.
La mayoría de los niños cruzan la frontera sur del país, y la gran mayoría es de México, El Salvador, Guatemala u Honduras. El aumento de niños migrantes no acompañados de los tres países del Triángulo del Norte ha sido tan fuerte que en 2012 la cifra se acercaba a la cantidad procedente de México, a pesar de que la población combinada del Triángulo del Norte representa alrededor de una cuarta parte de los 120 millones de habitantes de México.
Para David Walding, director ejecutivo del Bernardo Kohler Center -una ONG en Texas que trabaja con migrantes indocumentados- aunque las cifras previstas para 2014 parezcan exageradas, las causas y el carácter urgente del problema no lo son.
"La mayoría de ellos están huyendo de algún tipo de violencia de pandillas, ese es el problema predominante", dijo Walding a InSight Crime.
"Eso es ciertamente lo que vemos con los niños de 15 o 16 años de edad: la presión de las pandillas, ya sea para unirse a ellas o algún tipo de extorsión", dijo.
Según Walding, este es un acontecimiento de los últimos años.
"En el pasado hemos visto más migración impulsada por pobreza, por lo que los niños, en su mayoría hombres, venían aquí [a Estados Unidos] buscando ganar dinero", dijo.
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Otra razón con la que normalmente se explica la migración de niños de Centroamérica es sus familia en Estados Unidos, pero según Virginia Raymond, una abogada de migración con sede en Austin, Texas, este caso también es menos común en la actualidad.
"La razón principal no era reunirse con la familia, sino escapar de la violencia”, dijo Raymond a InSight Crime.
Según Raymond, mientras que la violencia doméstica puede llevar a los niños a las manos de las pandillas y del crimen organizado, ésta no siempre es un factor.
"[La vida en el hogar de] Una de las chicas estaba bien, pero ella fue secuestrada por narcotraficantes", dijo Raymond. "Cuando estaba embarazada, él [uno de los hombres que la secuestró y violó] fue tras ella y quería recuperar a su hijo. "Por lo que la chica dejó Honduras y escapó a Estados Unidos.”
El secuestro, la extorsión, la violación, y el asesinato, son riesgos que estos niños aceptan cuando emprenden su viaje, debido en parte a que han crecido rodeados de este tipo de cosas. A pesar de que Estados Unidos espera que una gran cantidad de estos niños lleguen a sus fronteras, muchos sólo llegan hasta México, antes de ser deportados o víctimas de tráfico sexual o del trabajo forzoso.
Análisis de InSight Crime
Si bien, como el informe LAPOP muestra, es difícil evaluar con precisión cuales son las motivaciones personales detrás de los patrones de migración masiva, está claro que existe un grado de correlación entre el aumento de migrantes centroamericanos que se dirigen a Estados Unidos y la situación de seguridad en sus países de origen.
Como se señaló en el informe de la USCCB, el fuerte aumento de los niños no acompañados desde 2011 coincide con la agresiva entrada de los Zetas a Guatemala. También coincide con el golpe de Estado en Honduras de 2009, que vio al país convertirse en la nación -en tiempos de paz- más violenta del mundo, a medida que el crimen organizado se aprovechaba de la confusión política.
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Sin embargo, como lo demuestran los testimonios de los niños migrantes, son a menudo las pandillas callejeras y no los carteles de la droga, quienes tienen el impacto más directo sobre la vida de la población en general. Las pandillas conocidas como "maras" tienen una fuerte presencia en los tres países del Triángulo del Norte, especialmente en El Salvador, donde en los últimos años han sido responsables de casi la mitad de todos los homicidios del país.
En las zonas controladas por las pandillas, las maras amenazan, golpean y hasta matan, no sólo a sus rivales, sino también a cualquiera que perciban como un desafío a su autoridad. La extorsión y el reclutamiento de niños es rampante. Todo esto puede conducir a la gente a abandonar sus hogares.
Por el contrario, la influencia de los Zetas en Centroamérica está disminuyendo, al tiempo que sus rivales del Cartel de Sinaloa prefieren operar con un perfil más bajo y menos violento en sus actividades en la región. En El Salvador, el crimen organizado y el narcotráfico local prefieren una fachada legítima por encima de la violencia brutal.
En cualquier caso, tanto las pandillas como el crimen organizado ciertamente han contribuido a crear un clima de deterioro en la seguridad, y sin duda, sus víctimas son parte de los miles de migrantes que buscan una nueva vida en Estados Unidos, así sea imposible evaluar con exactitud la proporción que está buscando escapar de la inseguridad. Hasta que los países del Triángulo del Norte no logren comenzar a hacer frente a esta amenaza criminal -algo que actualmente están muy lejos de lograr- es probable que el éxodo continúe.