InSight Crime acompañó al escuadrón élite de la policía militar de Río de Janeiro, cuando ocupaba una de las favelas más grandes y más violentas de la ciudad, la última operación llevada a cabo dentro del esquema de "pacificación", mientras la Unidad de Policía Pacificadora de Vila Kennedy (UPP) se convierte en la número 38 instalada desde 2008. Sin embargo, dado que la inversión social prometida no se materializa, los críticos apuntan a los recientes brotes de violencia en otras favelas pacificadas como prueba de que un enfoque de seguridad unidimensional no puede tener éxito a largo plazo.
Su lema es "cuchillo en el cráneo". Su logo, estampado a los lados de sus vehículos blindados negros y en todos los uniformes de los oficiales, muestra con orgullo la espeluznante imagen -una calavera con un cuchillo a través de su frente, y una pistola perforando cada mejilla.
Observando la redada del Batallón de Operaciones Especiales de la Policía (BOPE) de Río en Vila Kennedy, en la madrugada del 13 de marzo, cargado con armamento de alto calibre, la palabra "pacificación" parecía algo así como una contradicción.
La tropa, altamente entrenada en guerra urbana, y considerada uno de los escuadrones policiales más eficientes del mundo, fue de una calle a otra, examinando casas, coches y maleza en busca de drogas y armas.
Un tractor del BOPE despejó barricadas de piedras y basura, presumiblemente dejadas para impedir la entrada de las fuerzas de seguridad, mientras helicópteros sobrevolaban la zona.
Vila Kennedy ha sido controlada por la banda criminal más poderosa de Río, el Comando Vermelho, desde los años noventa, mientras que una favela vecina, Vila Alianca, está gobernada por una facción del Tercer Comando Puro, una organización disidente que surgió en los años ochenta. Las dos facciones de pandillas han luchado vehementemente por el control del tráfico de drogas en estas comunidades.
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Un reciente aumento de la violencia entre las dos partes llevó a las autoridades de Río a seguir adelante con la ocupación prevista de Vila Kennedy, la última operación en un plan de pacificación que se ha festejado en todo el mundo. Al plan, bajo el cual la policía militar toma el control de las favelas controladas durante mucho tiempo por el narcotráfico, para dar paso a la instalación de una unidad de policía comunitaria, se le atribuye el logro de una caída del 65 por ciento en las tasas de homicidios en las zonas pacificadas.
La mayoría de los criminales de Vila Kennedy ya habían desaparecido o habían sido capturados antes de la entrada del BOPE -como es habitual en el proceso de pacificación, la fecha de la ocupación militar fue anunciada previamente, y la policía llevó a cabo operaciones durante una semana, en el período previo. Los enfrentamientos entre policías y delincuentes durante este tiempo dejaron seis personas muertas, entre ellas un menor de edad, y cinco personas resultaron heridas, dijo la Secretaría de Seguridad de Río. Un total de 80 personas fueron detenidas, y decenas de armas fueron incautadas, incluyendo granadas, rifles automáticos y pistolas.
Unas pocas horas en la ocupación final, tres presuntos criminales más fueron detenidos en una comunidad vecina y desfilaron delante de la prensa, junto a un rifle de asalto, una pistola y algunas bolsas de marihuana y cocaína.
"Todavía hay drogas y armas aquí", dijo el comandante de la policía, Marcelo Corbage. "Tomará tiempo y la colaboración de la población local para facilitar nuestro trabajo".
Una vez el BOPE considera que la zona está segura -que puede llevar semanas o incluso meses- una Unidad de Policía Pacificadora (UPP) se instalará para proporcionar una vigilancia policial comunitaria permanente, las 24 horas del día.
Ocupación y sin cambio social
Residentes de Vila Kennedy entrevistados por InSight Crime dijeron que estaban satisfechos con la toma, aunque es importante señalar que aquellos que no están contentos con esto por lo general están mucho menos dispuestos a hablar con la prensa.
"Todas las semanas hay enfrentamientos armados sobre la colina", dijo Marley Slixas, de 72 años, quien ha vivido en Vila Kennedy por más de 40 años. "Ahora que la policía ha ocupado, las cosas van a mejorar. Mis hijos solían esconderse por miedo, cuando oían los disparos. Ahora estoy esperando un futuro mejor para ellos".
"Necesitamos esto", dijo Luis Lula, un hombre mayor, sentado con sus amigos en un paso polvoriento cerca de un pequeño supermercado. "La gente va a poder relajarse de nuevo".
Pero una reserva fundamental fue expresada una y otra vez -de que las fuerzas de seguridad por sí solas no pueden lograr un cambio duradero.
"Siempre hemos tenido batallones de la policía en la comunidad", dijo Valmir Cardoso. "El problema aquí no es la falta de policías; el problema es la falta de proyectos sociales para los niños para que no crezcan consumiendo o vendiendo drogas, o haciendo otras cosas malas”.
Sentado en el centro comunitario de Vila Kennedy después de la ocupación militar, el presidente de la asociación de residentes, Jorge Melho, dijo que la favela era una comunidad vibrante, que sufrió una grave escasez de escuelas, puestos de trabajo y asistencia sanitaria. "Nos faltan estas cosas, esa es la realidad de la vida en la favela, y eso genera violencia", dijo. "Remplazar bandas armadas con policía armada no va a resolver nuestros problemas".
"Los jóvenes de aquí son vulnerables; quieren puestos de trabajo, pero si no pueden encontrarlos acaban entrando en el crimen", dijo Brito Rosanede Vianna, un voluntario de un centro comunitario. "Se les ve en la calle chupando su pulgar de una mano y cargando una pistola en la otra- ellos son bebés".
Se suponía que la pacificación era sólo la primera etapa de un proceso que iba a llevar a las favelas servicios públicos adecuados y las iba a integrar a la vida de la ciudad, dijo Theresa Williamson, directora de la ONG brasileño-estadounidense Catalytic Communities, que trabaja en decenas de favelas en todo Río.
"Se dijo que la mejora en la seguridad sería seguida por las mejoras en los servicios básicos como salud, educación y saneamiento", dijo. "Pero estos servicios no se han materializado. En cambio, ha sido el sector privado el que ha llegado, instalando televisión por satélite, por ejemplo, y aumentando drásticamente los precios de los servicios públicos".
El retorno de la violencia
Los críticos apuntan a una serie de estallidos de violencia en las favelas pacificadas desde comienzos del año, como evidencia de que la pacificación sin inversión social sólo puede producir mejoras temporales en la seguridad.
En Rocinha, la favela más grande de Brasil y el lugar en donde opera la UPP más grande de Río, inaugurada en 2012, los tiroteos que ocurrieron durante febrero de este año llevaron al gobierno a enviar un contingente extra de 150 policías.
Mientras tanto, cuatro policías militares han muerto en las favelas pacificadas en lo que va del año, y más de una docena de heridos han resultado de los tiroteos, con varios ataques a estaciones de la UPP. Esto supera los tres muertos durante todo 2013, según la información proporcionada a InSight Crime por la Secretaría de Seguridad. La semana pasada, tres oficiales de la UPP fueron asesinados en una noche en diferentes favelas pacificadas. Una estación de la UPP fue completamente destruida. Incluyendo los ataques en zonas no pacificadas, 20 oficiales de la policía han sido asesinados desde que comenzó el año, informó O Globo durante el fin de semana; el más reciente recibió un disparo en la garganta el sábado, tras un enfrentamiento con dos jóvenes que se desplazaban en una moto.
Las fuerzas de seguridad han lanzado operaciones letales en respuesta. Tras un ataque el mes pasado, que causó la muerte de un oficial en una estación de la UPP en el Complexo do Alemao, una favela en crecimiento en la zona norte de Río de Janeiro, la policía dio de baja a seis presuntos criminales en el bastión del Comando Vermelho, la favela Juramento, mientras realizaba simultáneamente otras operaciones en las zonas controladas por este grupo.
El 15 de marzo, el BOPE volvió a ocupar el Complexo do Alemao y el vecino Complexo da Penha, en un intento por frenar la renovada actividad de las pandillas. A raíz de los ataques de la semana pasada, el gobernador del estado de Río, Sergio Cabral, solicitó la ayuda de las fuerzas federales. "Está claro que los criminales quieren debilitar nuestra política de pacificación y volver a ganar el territorio que por años había estado en manos de los criminales", dijo. "El Estado no dará marcha atrás". El lunes, se confirmó que las tropas federales se desplazarían para ocupar cuatro favelas no pacificadas, las cuales han experimentado recientes brotes de violencia.
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La violencia reciente es "sin duda" una reacción por parte de los criminales a la creciente difusión de las UPP, según el secretario de Seguridad del estado de Río, José Beltrame.
"La facción [de Comando Vermelho] se encuentra atrapada, con mucho menos territorio que el que tenía hace ocho años", dijo. "Por supuesto que va a reaccionar. Es en este momento que tenemos que actuar con firmeza, con racionalidad, dentro de la ley -todo lo que es opuesto a lo que ellos hacen. En este momento no podemos flaquear ( ... ) Si retrocedemos ahora, sería una pérdida incalculable".
Sin embargo, toda la voluntad del mundo no pondría fin al tráfico de drogas, admitió. "Río es un gran consumidor de drogas. Las drogas ingresan a Brasil desde varios lugares", dijo. "Siempre y cuando tengamos el vicio y el dinero, lamentablemente vamos a tener drogas".
"Nunca se esperó que la pacificación fuera un proceso fácil", dijo el analista de seguridad Julia Michaels. "La policía, los residentes de las favelas e incluso los criminales están aprendiendo cómo comportarse con un nuevo conjunto, todavía en evolución, de normas, tanto legales como de la sociedad".
Williamson, la directora de Catalytic Communities, dijo que la llegada de las fuerzas de policía y del mercado sin los servicios sociales sólo podía tener un resultado.
"Usted está forzando lo que ya es uno de los estados más desiguales del mundo para que se convierta en algo aún más desigual, que todo el mundo sabe que genera más crimen y violencia", dijo. "Eso es lo que ahora estamos viendo. La gente está frustrada. No tienen esperanza en el sistema, porque no ha sido entregado lo que se prometió".
La segunda y la tercera fotos, utilizadas en el texto de este artículo, son el trabajo de Bruno Poppe.