El robo de carga se está convirtiendo en una de las principales fuentes de ingresos ilícitos de los grupos del crimen organizado en Brasil, y algunas de las ganancias que genera son canalizadas a actividades más tradicionales como el tráfico de armas y drogas.
Algunas de las organizaciones criminales más grandes del país, como Amigos de los Amigos (Amigos dos Amigos, ADA), Comando Rojo (Comando Vermelho, CV) y Tercero Comando Puro (TCP), de Río de Janeiro, así como el Primer Comando Capital (Primeiro Comando da Capital, PCC) de São Paulo, han agregado el robo de cargo a su portafolio tradicional de tráfico de drogas, secuestro y extorsión.
Desde más o menos el año 2012, el robo de carga en estas ciudades se ha salido de control. Es una de las prácticas criminales de más rápido crecimiento en el país, donde Río y São Paulo son las ciudades más afectadas. Según informes del gobierno, se calcula que el robo de carga les cuesta a las empresas de Brasil más de US$558 millones al año, informó Strada.
La mayor oleada de casos se ha presentado en el estado de Río de Janeiro, donde al parecer los grupos del crimen organizado ganan aproximadamente US$21 millones al año por el robo de carga. Sin embargo, a pesar de las enormes pérdidas y los perjudiciales efectos para los negocios brasileños, este crimen a menudo es pasado por alto. Si bien no es tan lucrativo como el tráfico de drogas, el robo de carga permite financiar otras actividades criminales.
Productos farmacéuticos, cigarrillos, carne, alcohol y otras bebidas, así como aparatos eléctricos, son las cargas que más frecuentemente están en el blanco de los criminales. En particular, los aparatos eléctricos pueden ser muy lucrativos para los grupos criminales. Por ejemplo, en julio de 2014, un grupo de unas 20 personas que aún no han sido identificadas asaltaron un almacén de Samsung en São Paulo, de donde robaron US$6,4 millones en mercancía. Por otro lado, la carne no es una carga particularmente lucrativa, pero puede venderse fácilmente en el mercado negro.
Un problema nacional
Junto con México, Argentina y Venezuela, Brasil es uno los países más afectados por el robo de carga en Latinoamérica. Según Globo, más de 17.500 casos fueron reportados en todo el país en 2014, el último año en el que se dispone de estadísticas nacionales completas.
Un informe de la empresa de servicios de seguridad logística Freight Watch International dice que São Paulo registró el mayor número de casos en Brasil, con 8.500 robos el año pasado y casi el mismo número en 2014. Sin embargo, Río de Janeiro ha tenido el aumento más significativo en el número de casos. El instituto de seguridad pública del estado (Instituto de Segurança Pública) informó que el número de casos aumentó de 2.619 a 7.225 entre 2010 y 2015. Este es el mayor número de robos de carga en la ciudad desde que el gobierno empezó a recopilar datos en 1992, y sólo el año pasado hubo un aumento del 23 por ciento en los casos.
También ha habido un aumento significativo del robo de carga en la región del Amazonas al noreste del país, donde se presenta aproximadamente un tercio de todos los casos. La región ha llegado a ser conocida como el "centro de robo de camiones en Brasil". Allí, los funcionarios han señalado que el deficiente patrullaje en las carreteras aisladas es lo que ha generado el repunte en los casos. Sin embargo, el aumento de la presencia policial y de las operaciones de seguridad en Río de Janeiro no ha sido suficiente para combatir los altísimos niveles de robo de carga.
Un informe de Globo señala que los casos en Río de Janeiro aumentaron un 11 por ciento más durante el primer trimestre de 2016. Las evidencias sugieren que los poderosos grupos del crimen organizado, la corrupción policial y el empeoramiento de la economía del estado son en gran parte los responsables.
El robo de carga y el tráfico de drogas: un círculo vicioso
Los barrios del norte de Río de Janeiro siguen siendo las zonas más afectadas, particularmente los que se encuentran alrededor de Pedreira y Chapadão, complejos de favelas de bajos ingresos. La ciudad satélite de Duque de Caxias es también una zona con altos índices de robo de carga. Muchos de los incidentes se producen a lo largo de Avenida Brasil, la carretera principal que atraviesa a Río, así como en el tramo metropolitano de la vía Rodovia Presidente Dutra y las carreteras que la intersectan. No es coincidencia entonces que estas áreas estén dominadas por los tres grupos más grandes del crimen organizado en Río, ADA, CV y TCP. En particular, ADA es uno de los grupos que más cargas roba en Río de Janeiro, donde su exjefe Celso “Playboy” Pinheiro Pimenta, según un informe de O Dia, supervisaba personalmente las operaciones hasta que fue asesinado en agosto de 2015.
En la ciudad también operan otros grupos criminales más pequeños especializados en el robo de carga, posiblemente con el consentimiento de los grandes grupos del crimen organizado, los cuales se llevan una tajada. Por lo general, los grupos criminales llevan a cabo los robos de carga en pequeñas bandas, interceptando los camiones que pasan por zonas urbanas con poca presencia policial. En algunos casos, los conductores son retenidos por un período corto hasta que la mercancía es descargada, robada y finalmente entregada a los compradores del mercado negro.
Las autoridades de Río de Janeiro están cada vez más conscientes de que el robo de carga es una fuente importante de financiación de los grupos de narcotraficantes de la ciudad. La venta de cargamentos robados que son difíciles de rastrear, como los cigarrillos y el alcohol, es un flujo de ingresos rápido y fácil que puede ser reinvertido en armas o drogas.
O Dia informó que una banda de Río sustrajo un promedio de US$111.000 en mercancías en cada uno de sus robos. Debido al creciente número de casos, la unidad de robo de carga de la policía de Río de Janeiro (Delegacia de Roubos e Furtos de Cargas, DRFC) ahora sólo investiga los incidentes que superan los US$29.000 en mercancía robada.
Mercados negros, personal infiltrado y policías corruptos
El robo de carga y la venta de bienes robados es facilitado por una amplia red de corrupción y sobornos. Cuenta con empresas en el mercado negro que compran los bienes, empleados corruptos que revelan información confidencial sobre las rutas de transporte y policías cómplices que, o bien son comprados, o bien reciben una parte de las ganancias. En varios casos, agentes de la policía de Río han participado de manera directa en los robos, y posteriormente venden la mercancía robada a los grupos del crimen organizado.
El medio de noticias Jovenpan hizo referencia a las estimaciones de un funcionario de seguridad según las cuales en aproximadamente el 90 por ciento de los casos hay participación de empleados y exempleados de las empresas que son blanco de este delito. Varias fuentes de las empresas de seguridad de carga de Río de Janeiro sugirieron que los conductores de los camiones son a menudo cómplices de las redes de robo de carga.
Los esfuerzos de las compañías transportadoras y del Estado para contrarrestar la oleada de robos no han sido suficientes para solucionar el problema. Las empresas han instalado dispositivos de monitoreo y han empleado a guardias armados, pero, como lo señaló una fuente de una de las compañías, los criminales a menudo están mejor armados.
Las operaciones de seguridad estatales realizadas por las unidades contra el robo de carga como la DRFC en Río tampoco han logrado controlar el problema, a pesar de las incautaciones de bienes robados. Además, los planes para recortar el presupuesto de seguridad de Río de Janeiro en US$ 558 millones no son una buena señal para las actuales operaciones del DRFC. Los altos costos asociados al robo de carga ya han obligado a algunas compañías de transporte a retirarse del negocio.
Dado que la policía ha centrado su atención en la lucha contra el narcotráfico, que hay una amplia infiltración de los grupos del crimen organizado y que la ya insuficiente inversión pública podría sufrir recortes presupuestales, es probable que el problema empeore. Por el momento, la mercancía robada seguirá siendo una fuente de ingresos fácil y rápida para los grupos del crimen organizado en Brasil, que les permitirá financiar la compra de armas y estupefacientes y generará aún más violencia.
* Lloyd Belton es analista político y de riesgo nacional vinculado a la compañía de consultoría S-RM.