A principios de septiembre, Mario Zamora, ministro de Seguridad de Costa Rica, anunció una estrategia que involucra a las fuerzas de seguridad, el Ministerio Público y el Organismo de Investigación Judicial. Pero él no tenía como objetivo el narcotráfico o la violencia, su objetivo era el robo de ganado.

El anuncio se produjo dos semanas después de que un agricultor nicaragüense con conexiones en Costa Rica fuera asesinado junto a su hijo cerca de la frontera con Costa Rica, en un aparente acto de venganza por el robo de ganado. En lo que va corrido del año, las autoridades costarricenses han informado del desmantelamiento de cuatro pandillas dedicadas al robo de ganado, un delito que dicen que se ha intensificado en los últimos meses.

No obstante, las autoridades costarricenses no son las únicas preocupadas por esta actividad ilegal que afecta a las comunidades rurales desde el norte de México hasta el sur de Argentina. En julio, la directora de la Policía Nacional de Nicaragua, Aminta Granera, señaló que el crimen creció anualmente, anunciando que más de 100 pandillas de robo de ganado habían sido desmanteladas en los primeros seis meses de 2013.

A falta de un estudio regional integral sobre este fenómeno, es difícil poner un valor en el robo de ganado. Cada año en Bolivia, en un solo departamento, presuntamente se roban hasta un valor de US$2 millones en ganado. En Colombia, en el primer semestre de 2013 casi 1.300 cabezas de ganado fueron robadas –avaluadas en US$1 millón, con base en cifras de años anteriores–.

Adicionalmente, el año pasado se registraron denuncias de un aumento en el robo de ganado en las zonas rurales de toda la región, incluyendo Colombia, Chile y México.

En junio, una investigación realizada por el diario mexicano El Universal destacó que el problema no es sólo el robo, sino también el tráfico de ganado. Con los precios de la carne casi duplicándose entre Guatemala y México, el diario informó un influjo anual de hasta US$30 millones en ganado traficado ilegalmente hacia este último país.

Análisis de InSight Crime

El robo de ganado tiene un largo historial en Latinoamérica y en el siglo XIX fue incluso usado como una forma de protesta rural contra la desigualdad social. Hoy en día en Colombia, todavía es empleado por la insurgencia rural, siendo las guerrillas izquierdistas las que roban el ganado para amenazar a los terratenientes, así como para alimentar a sus tropas y recaudar fondos.

No obstante, en la mayoría de las regiones son pequeñas pandillas las que llevan a cabo esta actividad ilegal, para vender el ganado localmente a mataderos locales o traficar a países vecinos donde los precios son más altos. Por esa razón, el robo se siente a menudo más en donde se encuentran pastizales para ganado en zonas fronterizas, como entre Costa Rica y Nicaragua, y Uruguay y Brasil.

Como evidencia la investigación de El Universal, el robo y el tráfico de ganado también pueden tener lugar a una escala mucho más grande e involucrar a los principales grupos de narcotraficantes transnacionales. Incluso puede ser un primer paso en el camino hacia el crimen organizado transnacional –ya que el conocimiento local y la influencia sobre los funcionarios es fundamental para cualquier tipo de contrabando, el transporte de un producto puede llevar fácilmente a otro–. Tal vez el ejemplo más famoso de esto son Nelson y Javier Rivera –dos ex ladrones de coches y de ganado que terminaron siendo miembros clave de una de las más poderosas redes de narcotráfico de Honduras: los Cachiros–.

Según El Universal, en México el robo de ganado y el narcotráfico han comenzado a fusionarse, en cierta medida. El diario informó que condones llenos de droga habían sido insertados analmente al ganado para su tráfico hacia el norte. En el momento de la publicación, InSight Crime no había recibido una copia de la solicitud del informe en el cual se basa esta afirmación. Sin embargo, en caso de ser cierto, con 1,5 millones de cabezas de ganado mexicano que entran a Estados Unidos cada año, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), esto plantea la cuestión de si tales métodos podrían ser, o haber sido, usados para el transporte de drogas hacia Estados Unidos.

Mientras que el robo de ganado es un problema creciente en muchos lugares de la región, también ha habido algunos casos de éxito en los intentos de combatir esta actividad ilegal. Uruguay ha informado de la reducción de ese delito, anualmente desde el año 2005. En parte, esto se debe a la presencia de la “Bepra” –Brigada Especial para la Prevención y Represión del Abigeato–, brigadas que llevan auriculares para leer chips implantados en las orejas de todo el ganado al momento de nacer, como parte de un sistema nacional de registro en vigor desde 2003.

En Chile también se han reportado resultados positivos en la “guerra frontal” contra el robo de ganado, luego de la introducción en junio de un nuevo sistema nacional de supervisión para el transporte de ganado.

No obstante, Uruguay y Chile son dos de los países menos afectados por la corrupción en la región. En otros lugares existen sistemas de registro, pero han sido socavados por funcionarios corruptos. En un caso en Nicaragua a finales del año pasado, dos alcaldes auxiliares de dos municipios vecinos fueron detenidos por proporcionar documentación falsa para ganado robado. En México existe un problema similar, con El Universal señalando la facilidad con la que los criminales pueden adquirir la documentación necesaria para el transporte de ganado hacia el norte de la región de la frontera guatemalteca. Si el robo de ganado va a ser verdaderamente abordado, entonces, la clave está en hacer frente a esta corrupción en vez de implementar sistemas de monitoreo caros.