Los carniceros criminales que le han ganado al puerto de Buenaventura la macabra reputación de ser la casa de la tortura de la guerra del narcotráfico en Colombia, parecen reservar una especial crueldad y sadismo para las mujeres de la ciudad. Su trabajo dice mucho acerca de la compleja dinámica entre el conflicto, el crimen y la violencia contra las mujeres en Colombia.
Las historias son escalofriantes. Mujeres y niñas con sus cabezas, extremidades y pechos cortados cuyas partes son exhibidas públicamente, dejadas en bolsas de basura o arrojadas al mar. Mujeres que son violadas, y dejadas muertas con objetos insertados en sus vaginas. Miembros de un grupo armado que cortaron el trasero de una mujer y lo utilizaron en un partido de fútbol.
En 2013, los grupos de monitoreo registraron 13 niñas y mujeres asesinadas –una caída frente a un máximo de 38 en 2011 (aunque las cifras oficiales son más bajas). Pero los feminicidios son sólo el rostro ensangrentado de un problema que va mucho más allá. Las mujeres de Buenaventura dicen que los ciclos de conflicto que ha sufrido la ciudad también han alimentado el abuso sexual y la violencia doméstica, al otorgar una sensación de poder e impunidad a los actores del conflicto: lo que los hombres armados quieren, lo pueden tomar, y nadie tiene el derecho de detenerlos.
El abuso en una zona de guerra
El 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, Buenaventura registró su noveno asesinato de una mujer en 2014. Aunque la policía inmediatamente arrestó a la pareja sentimental de la mujer, la Red Contra Las Violencias Hacia las Mujeres -Buenaventura dio la siguiente declaración:
Los asesinatos de las mujeres no son casuales, no son por intolerancia social, no son equivocaciones, no son una pelea pasional, no es por “colaboradora” e “informante”, no es por ser “brincona” , o porque estaban en el lugar equivocado, des-justificar estas muertes nos acercara a la verdadera razón de la guerra en Buenaventura.
La guerra en Buenaventura implica actualmente una batalla por las rutas de droga en la ciudad y en sus alrededores entre dos híbridos paramilitares-criminales; la organización criminal líder del país, los Urabeños, y sus rivales locales, La Empresa.
Pero los llamados a reconocer las conexiones entre el conflicto y la violencia contra las mujeres son anteriores a la invasión de los Urabeños a la ciudad en 2012. De hecho, para estas mujeres quién está luchando la guerra y por qué la están luchando, es en gran medida irrelevante. Lo importante es lo que la guerra desata en los hombres que la combaten.
"Hay muchos hombres, actores armados legales e ilegales, que aumentan los riesgos a los que se enfrentan las mujeres a causa del poder y el control que representan en la zona", dijo "Luz", quien trabaja con varias organizaciones de derechos de las mujeres en la región y quién no quiso que su nombre real fuera publicado por razones de seguridad.
A veces las mujeres se convierten en víctimas porque sus parejas o familiares se unen a grupos armados, o porque son etiquetadas como colaboradoras por un grupo o por el otro. Otras veces, se debe a los caprichos y deseos de los miembros de los grupos armados.
"[Las mujeres y las niñas] son como objetos sexuales, un pequeño juguete sexual que pueden tener en cualquier momento, porque es la chica más hermosa del barrio, o porque es la virgen del barrio, o porque la chica se comporta de una manera que los grupos armados consideran antisocial”, dijo Luz.
Luz considera que la violencia extrema es tanto un mensaje deliberado que se envía a las comunidades acerca de dónde reside el poder, como un reflejo de la objetivación de la mujer en una sociedad machista.
"[Para los perpetradores] este cuerpo es mi objeto sexual, mi objeto de placer y también se convierte en mi objeto de placer militar", dijo.
Luz está convencida de que la violencia y las reacciones frente a ella también tienen un elemento racial, en una ciudad que es afrocolombiana en cerca de un 90 por ciento.
"Están matando a mujeres negras, y las mujeres negras en el plano social no valen mucho, son mujeres de tercera clase", dijo.
"Liliana", un líder de un grupo de mujeres víctimas local, que tampoco quiso ser identificada, ha sido testigo de cómo las mujeres y niñas de su barrio son víctimas de violación en grupo, tortura y asesinato. Su explicación de la terrible violencia es más simple. "Todo esto se ha convertido en una enfermedad del corazón", dijo.
Las mujeres de Buenaventura dicen que esta violencia ha sido un sello distintivo del conflicto a lo largo de todos los ciclos de la guerra que la ciudad ha sufrido; los diversos conflictos entre la guerrilla y los paramilitares, y las guerras de la mafia libradas por sus sucesores narcoparamilitares.
En el ciclo actual de violencia, La Empresa y las campañas militares de los Urabeños arman a los jóvenes de barrio para controlar territorios en su nombre. Los residentes informan que estos grupos también reclutan niñas y mujeres para utilizarlas como informantes, para explotarlas como prostitutas o para abusar de ellas como “novias colectivas”, a disposición de cualquier miembro del grupo que las quiera.
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"Ellos les dan alcohol, les dan drogas, y abusan sexualmente de ellas", dijo Liliana.
Una vez forman parte de la vida de las pandillas, el daño en sus vidas es a menudo permanente. "Estas niñas, y mujeres también, pierden sus valores, pierden su autoestima", dijo.
Sin embargo, no sólo están en riesgo aquellos que son lo suficientemente grandes para reclutar, e incluso el abuso intrafamiliar de los niños pequeños a menudo se puede rastrear hasta el conflicto.
"Son los miembros de la familia, que están involucrados en grupos armados, los que violan [a las niñas] en la noche, cuando están durmiendo", dijo Luz. "Y la familia lo sabe, pero porque tienen el poder de las armas pueden ir a la casa y hacer lo que quieran".
Cambiando el chip
Los grupos de mujeres en Buenaventura llevan años criticando a las autoridades (pdf) por negar que la violencia contra las mujeres de la ciudad está intrínsecamente vinculada al conflicto armado, y por tratar los casos como asuntos domésticos que se resuelven mejor en privado, o como crímenes pasionales.
Ahora, sin embargo, parece que el mensaje podría estar llegando.
Uno de los avances más significativos que la ciudad ha hecho fue la apertura de una nueva Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, en octubre del año pasado. Dirigido por la Fiscalía General de la Nación, el centro ofrece un servicio integral gratuito para las víctimas de abuso sexual y de la violencia, proporcionado apoyo psicológico y legal, y ayudando a las víctimas a tener acceso a otros servicios, como la atención médica.
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Parte de los nuevos procesos es una evaluación del caso de cada víctima para ver si están conectadas al conflicto.
"Antes, trabajábamos en este tipo de investigaciones de forma aislada", dijo Sandra Carillo, jefe de la Fiscalía General en Buenaventura y la coordinadora de la Unidad de Atención de Víctimas. "Ahora vamos a hacer un análisis del contexto para ver si un caso es efectivamente una situación doméstica, o si tiene algún vínculo con los actores criminales".
Los resultados de las nuevas evaluaciones están por venir, pero hasta el momento Carrillo sigue estando reacia a establecer conexiones más profundas, más allá de aquellas mujeres que están directamente involucradas en el conflicto.
"No podemos decir que la violencia contra las mujeres, por ejemplo, la violencia intrafamiliar o los delitos sexuales, están directamente vinculados a las organizaciones criminales, y en los asesinatos recientes se ha puesto de manifiesto que casi todas las mujeres eran parte de estas organizaciones", dijo.
Aunque el nuevo centro de víctimas y otras medidas han sido ampliamente acogidas por los activistas de los derechos de la mujer, insisten en que si las autoridades quieren hacer progresos reales, entonces las reformas deben ir más allá de lo institucional y también hacerse cargo de actitudes sociales profundamente arraigadas.
"[Muchos investigadores] creen que esto es un problema cultural, un problema de dormitorio, que los hombres son machistas y les gusta golpear y violar a las mujeres, y que a las mujeres les gusta ser golpeadas", dijo Luz. "Ellos no buscan una estrategia de trabajo diferente ni maneras de acercarse a la comunidad; porque "es cultural" entonces no hay nada que se pueda hacer al respecto".
Sin embargo, este también es un problema que las autoridades están empezando a reconocer, según Carrillo, quien dijo que los funcionarios de la Fiscalía General ahora son sometidos a un entrenamiento de sensibilidad sobre la forma de lidiar con estos casos.
"Todos nosotros tenemos que cambiar este chip que tenemos en nuestra cabeza que nos dice que la violencia contra las mujeres son sólo asuntos domésticos o problemas de dormitorio", dijo ella.
Mujeres en la guerra
Mientras la Fiscalía General está tratando de contactar a las víctimas el gobierno colombiano ha decidido enfrentar a los responsables de la violencia en Buenaventura, inundando la ciudad con refuerzos militares y policiales.
Sin embargo, los asesinatos y los desplazamientos masivos en curso, y el descubrimiento de casas de tortura, son señales reveladores de que la batalla de Buenaventura continúa haciendo estragos. Al igual que en guerras anteriores, las mujeres de la ciudad todavía tienen la misma dura elección: someterse a la violencia o poner en riesgo sus vidas, resistiendo sin armas o apoyo.
"Muchas veces, los que se enfrentan a los actores armados sin armas son las mujeres", dijo Luz. "Y una mujer sin un arma tiene mucha más fuerza, más potencia, que un hombre armado".