Ellos han sido etiquetados como los aficionados más violentos y peligrosos de Latinoamérica, si no del mundo. En Argentina, una red organizada de pandillas manejadas por aficionados, conocida como “barras bravas”, ejerce poder sobre los clubes de fútbol de todo el país, con la ayuda de profundos vínculos políticos y obteniendo grandes sumas de dinero en el proceso.

Lo que antes era sobre el deporte se ha convertido en algo mucho más siniestro, según analistas, sociólogos y los mismos aficionados al fútbol, muchos enojados con la dirección que las barras bravas han tomado.

Violencia honorable

El término “barra brava” fue acogido por primera vez en los años setenta, según José Garriga, un sociólogo argentino que ha pasado más de una década estudiando los grupos.

Al principio eran grupos de aficionados, quienes se organizaban para los partidos para mostrar su lealtad a sus equipos de una manera “alegre” -portando banderas, tocando instrumentos musicales, lanzando fuegos artificiales.

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Más tadelante, durante los años ochenta, “comenzaron a caracterizarse por la violencia”, dijo Garriga, hasta que “se convirtió en lo que los define”.

Eduardo Pérez, de 25 años, pertenecía a la barra brava de un pequeño club de fútbol argentino, Mitre en San Pedro, entre las edades 16 y 23. Participar en peleas fue una parte obligatoria para pertenecer a la barra brava, le dijo a InSight Crime. Ganar la entrada a la barra era una cuestión de atender religiosamente a los partidos, tocando tambores, portando banderas y usando sus puños contra los rivales. A cambio, él conseguiría entradas gratis, y sería invitado a reunirse en los días de partido, cuando las bebidas y la marihuana estarían en casa, dijo.

En estos días, los enfrentamientos entre miembros de las barras bravas son aceptados como parte del juego y las muertes son comunes. Según la organización no gubernamental argentina Salvemos al Fútbol, un promedio de cinco personas murieron al año debido a la violencia relacionada con el fútbol en el país, entre 2000 y 2009. Ese promedio se ha duplicado para los años 2010 y 2014.

Garriga ve las barras y su violencia como cumpliendo una función social. Principalmente formada por jóvenes pobres de “villas” o barrios pobres de Argentina, los miembros de la barra adquieren un sentido de pertenencia a un grupo social fuerte, en la que la violencia denota honor.

“La violencia que practican las barras, la violencia de “El Aguante” es muy prestigiosa”, dijo Garriga. “El que toma parte en las peleas se alimenta de este prestigio”.

El prestigio se lleva de nuevo a la comunidad local. El miembro de la barra brava “consigue favores como una cama en el Hospital Penna, facilita la realización de algún trámite en el CGP local, o es capaz de apretar a alguien que molesta a los vecinos”, dijo a Página 12 en una entrevista el año pasado. “Muchos (…) creen que la violencia los excluye [a los miembros de la barra de su comunidad], y en realidad sucede todo lo contrario”.

Enormes beneficios y vínculos con las drogas

Desde su inicio, las barras fueron apoyadas y financiadas por los clubes de fútbol, al principio sólo con entradas gratis y viajes a los juegos -que siguen siendo los principales beneficios- y más tarde con dinero en efectivo. Pero a medida que la industria del fútbol creció, también lo hicieron los intereses de las empresas y el poder de las barras.

En primer lugar, las barras empezaron a gestionar la venta de entradas y a manejar los esquemas de tiquetes, que se convirtió en una importante fuente de ingresos. También tomaron el control de las zonas de estacionamiento alrededor de los estadios, y los “trapitos” o aparca coches informales, que cuidan los autos parqueados.

Con cientos de miles de personas asistiendo a los partidos de fútbol argentino cada semana, enormes ganancias están en juego. Las ganancias procedentes de los trapitos durante un solo día de partido en el estadio la Bombonera de Buenos Aires, por ejemplo, pueden llegar a 300.000 pesos (unos US$30.000), según La Nación.

En y alrededor de los estadios, las barras también venden mercancía, refrescos, y a veces drogas ilegales. En un caso el año pasado, 170 kilos de cocaína y marihuana, así como de éxtasis, precursores químicos y armas, por un valor de más de US$600.000, fueron decomisados en una propiedad privada de un grupo que se creía que estaba vinculado a una barra en la ciudad de San Martín, provincia de Buenos Aires. Se encontraron más de 150 entradas para los partidos de fútbol junto a las drogas.

“Es una investigación que arrancó por un delito económico y préstamos de plata, que finalmente ha terminado en un gran laboratorio de droga que pudimos descubrir, donde hay relación de barra bravas, armas, droga y otros delitos”, dijo el secretario de Seguridad de Argentina Sergio Berni en ese momento.

Un mes más tarde, un líder de la barra brava de San Martín fue una de las 11 personas arrestadas bajo sospecha de dirigir una red de microtráfico de drogas y de prostitución. Fueron confiscadas armas de fuego, autos caros y miles de dólares.

En Rosario, una ciudad argentina al nororiente del país que se ha convertido en un centro de tráfico de drogas, un líder de una barra brava fue arrestado el año pasado bajo la sospecha de que trabajaba para el principal grupo narco de la ciudad Los Monos. No era la primera vez que el hombre detenido, Emanuel Ferreyra, había entrado en contacto con la ley -en 2004 fue condenado a 14 años de cárcel por liderar un tiroteo en el que murió un niño de tres años de edad, pero se le había concedido libertad condicional.

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Aunque las barras bravas como organizaciones no están trabajando de la mano con bandas argentinas de narcotraficantes, existen relaciones entre ciertos individuos, dijo Garriga. “Algunas de estas relaciones son muy fuertes, hasta el punto de que se podría pensar erróneamente que un miembro de una barra brava trabaja para una banda de traficantes de drogas, pero esto no funciona así”, dijo. “Sin embargo, sin duda, hay miembros de barras bravas que están vinculados a las bandas de narcotraficantes”.

Otras formas de obtener ganancias incluyen manejar las visitas a los estadios para los visitantes extranjeros, y vender dólares del mercado negro en las muchas “cuevas” que han surgido para proveer pesos más baratos, desde que el gobierno de Argentina impuso controles de divisas en 2011.

Estas dos últimas empresas pueden alimentarse mutuamente. El diario argentino La Nación reportó el año pasado un caso en el que los miembros de La Doce, la barra brava del famoso club Boca de Buenos Aires, intercambiaban los dólares que los turistas les habían pagado para entrar al estadio la Bombonera los días de partido, como parte del “Adrenalina Tour”, manejado por la barra.

El dinero en juego ha dado lugar a fuertes luchas internas. Los conflictos dentro de las barras individuales ahora explican la mayor parte de la violencia relacionada con el fútbol, en lugar de las peleas entre barras de diferentes equipos, y la mayoría de los clubes ahora tienen al menos dos facciones rivales de barras bravas.

El exmiembro de barra brava Pérez dijo que muchas barras ya no se preocupan por los partidos.

“Empiezan como una organización para obtener y consolidar el apoyo, pero terminan convirtiéndose en una banda de criminales que no tiene nada que ver con el club y lleva el nombre del club en vano”, dijo. “Al final ni siquiera están interesados en cómo le está yendo al club, sólo en la cantidad de dinero que ellos pueden hacer”.

Control sobre los clubes

Así como el tamaño y el alcance de las barras crecieron en las últimas décadas, de igual manera lo hizo su control sobre el manejo de los clubes de fútbol. Las barras tienen un enorme control sobre quién juega para el club, quién dirige el club, y cuáles son los beneficios y los privilegios que se conceden.

Los directivos del club que no cumplan con las demandas de las barras enfrentan el despido de su cargo o amenazas de daño físico. Estos funcionarios pueden incluir presidentes de los clubes.

Un increíble video publicado en 2012 mostró a Paulo “Bebote” Álvarez, exjefe de la barra brava del gran club Independiente, amenazando al presidente del club, Javier Cantero en la televisión en vivo. Cantero había sido amenazado con frecuencia y ha perdido muchos miembros de su equipo de dirección, desde que asumió el cargo de presidente y le declaró la guerra a las barras el año anterior.

“¡Mentiroso!”, grita Bebote repetidamente mientras persigue a Cantero, con el rostro cubierto por una gorra y una capucha.

“Yo no soy mentiroso” responde Cantero, enfurecido. “El que es mentiroso es la persona que vivía del club, que se quedaba la plata del club”.

Una vez dentro del estadio, Cantero se enfrenta a Alvarez a través de las barras de metal.

“¿Deciles cuánto te llevabas?”, grita el presidente del club. “¡US$42.000 en septiembre! ¡US$ 32.000 en octubre! Se llevaba la plata del club, de los socios, este ladrón!”.

Un periodista argentino, quien ha pasado años investigando la corrupción del fútbol dijo a The Guardian que barras más grandes reciben hasta un 30 por ciento de los pagos de transferencia de los jugadores y un 20 por ciento de los sueldos de los jugadores. El diario no precisa si se pudo comprobar la afirmación.

Vínculos políticos

La barras bravas no podrían ejercer el poder que ejercen sin intrincados vínculos con políticos y la policía.

Los políticos contratan los grupos para aparecer en los partidos, conseguir votos, o exhibir pancartas en los partidos. En un famoso ejemplo, la barra brava del club argentino River Plate desplegó una pancarta gigante que decía “Clarín Miente”, en referencia al periódico opositor Clarín.

Otra pancarta, que exhibió la barra del equipo Rosario Central, declaró “Néstor Vive”, en referencia al ex presidente argentino y exesposo de la  actual presidenta Cristina Kirchner, Néstor Kirchner, quien murió en 2007.

Muchas barras también tienen vínculos con, y reciben financiación de, los sindicatos. Pérez dijo que incluso su pequeña barra -conocida como La Mortadela- recibió dinero de los sindicatos, y que tenía una fuerte influencia sobre el manejo del club.

Este vínculo entre las barras y los sindicatos ha dado lugar a acusaciones de que son un fenómeno peronista, parte del movimiento político proletario fundado por Juan Domingo Perón y continuado por los Kirchner. Garriga dice que esto es falso.

“Todos los partidos políticos tienen algún vínculo con las barras”, dijo. “Cuando lo analizas ves que las barras tienen amplios vínculos políticos con quienquiera que les pague”.

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Estos profundos vínculos políticos son lo que diferencia a las barras bravas de Argentina de los grupos de aficionados organizados en otras partes del mundo, dijo Nicolás Balinotti, un periodista argentino que ha escrito mucho sobre el tema. “Incluso la presidenta (Cristina Kirchner) los ha elogiado”, dijo. “Sin usar las palabras barras bravas habló de su respeto por ellos. Ellos tienen legitimidad y son vistos como parte del espectáculo del fútbol argentino. Esto, más que cualquiera de sus actividades ilegales, significa que es poco probable que desaparezcan en el corto plazo”.

Los vínculos con políticos y los cuerpos de seguridad proporcionan casi total impunidad a las barras bravas por sus crímenes, a lo que contribuye la ineficacia general de la justicia argentina.

“Los que son violentos terminan siendo protegidos por el sistema que debe castigarlos”, dijo Mariano Bergés, un exjuez y cofundador de Salvemos al Fútbol.

Otros críticos, como la defensora del pueblo de Buenos Aires, Graciela Muñiz, son más directos.

“Los barra bravas son mafias organizadas alrededor de negocios que incluyen a dirigentes de clubes, políticos, jueces y policías”, dijo Muñiz en 2012. “Un simple llamado telefónico de un político a un juez es suficiente para archivar un caso”.

*En honor a la Copa Mundial, InSight Crime relata cómo se entrelazan el fútbol y el crimen organizado. Vea otras historias aquí.