Si bien Latinoamérica padece el tráfico de todo tipo de especies, una fundación trabaja para salvar a quienes pueden ser las víctimas más lentas de esta práctica: los perezosos.

Hay un gran subregistro del tráfico de estas tranquilas criaturas, pero unos cuantos casos alcanzaron relevancia judicial. En Colombia, el ejemplo más reciente se presentó el pasado mes de abril, cuando un hombre fue arrestado en el departamento de Nariño, al suroeste del país, por la tentativa de vender un perezoso en 3 millones de pesos (US$810).

Y el caso más sonado del país se conoció en 2015, cuando Isaac Miguel Bedoya Guevara, traficante de vida silvestre en el departamento de Córdoba, al norte del país, fue condenado a más de cinco años de prisión por el tráfico de más de 300 perezosos. Se sospecha que Bedoya capturó más de 10.000 ejemplares a lo largo de 30 años.

Bedoya y sus socios operaban de manera sistemática. Por lo general, Bedoya actualizaba los mapas de los nidos de los osos, lo que facilitaba su ubicación. Luego separaba a los oseznos de sus madres, les cortaba las uñas y los vendía a compradores internacionales, entre ellos estadounidenses e italianos.

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Su tierna apariencia y su naturaleza apacible hacen populares a los perezosos como parte del tráfico de mascotas exóticas. En Colombia, los perezosos se extraen principalmente de áreas silvestres y se venden para el tráfico de mascotas. Los conservacionistas estiman que el precio normal de un perezoso en Colombia está entre US$5 y US$187.

El tráfico de perezosos también se extiende a otros países latinoamericanos. En 2019, InSight Crime visitó un controvertido zoológico en Honduras, que albergaba de manera ilegal diversos animales exóticos, incluidos algunos perezosos. Se han denunciado otros casos en PerúPanamá y Brasil.

Pero estas delicadas criaturas no tienen muchas probabilidades de sobrevivir en cautiverio. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), entre 80 y 90 por ciento de los perezosos traficados muere en el cautiverio.

Para contener este tráfico en Colombia, la conservacionista Tinka Plese creó la Fundación Aiunau en el Valle de Aburrá, en las afueras de la ciudad de Medellín. Plese dedicó su vida a detener el tráfico de perezosos después de llegar como turista a Colombia en 1996 y rescatar dos perezosos de 5 meses de edad que habían sido víctimas del tráfico de vida silvestre. Desde entonces, la fundación ha rescatado alrededor de 1.300 animales y ha abierto un segundo centro en Córdoba.

Las actividades de la Fundación Aiunau en Colombia incluyen la rehabilitación de los perezosos para que puedan ser devueltos a la vida silvestre, y el apoyo a las autoridades ambientales que trabajan para detener el tráfico de vida silvestre, además de ofrecer educación a las personas. La organización también fue vital para declarar el 20 de octubre como Día Internacional del Perezoso.

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La Fundación Aiunau no es la única reserva dedicada a la protección de los perezosos. El Santuario del Perezoso, en Costa Rica, opera desde 2002.

Análisis de InSight Crime

El tráfico de perezosos varía bastante de un país a otro, debido principalmente a la acción de las autoridades.

En Colombia, muchas veces se ofrecen los perezosos como mascotas a turistas locales. Según Plese, las cadenas de tráfico de perezosos en el país comienzan principalmente en zonas rurales de la costa Atlántica. “Los organismos de orden público no prestan mucha atención a las zonas rurales”, comenta.

Por otro lado, en Costa Rica es rara la caza furtiva de perezosos para su venta en otros países. De hecho, se considera ilegal la salida de cualquier animal silvestre de Costa Rica, y esta es una normativa que se sigue estrictamente.

En lugar de eso, comenta Rebecca Cliffe, de la Fundación para la Conservación de los Perezosos (Sloth Conservation Foundation), en Costa Rica se capturan perezosos para satisfacer la demanda de los turistas de tener experiencias de encuentros cercanos con los animales.

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Además de mostrar a la gente por qué estas criaturas no pueden ser mascotas, los conservacionistas también destacan la importancia de educar a los viajeros. Cliffe explica que los turistas muchas veces se hacen cómplices involuntarios del tráfico de perezosos, al pagarles a los residentes locales por fotografías con los animales. Como respuesta, Costa Rica lanzó recientemente la campaña “Stop Animal Selfies”.

“Muchas veces se les hace creer a los turistas que el perezoso ha sido rescatado y está recibiendo atención”, señaló la doctora Rebecca Cliffe, de la Fundación para la Conservación de los Perezosos, en conversación con InSight Crime, y explicó que los perezosos son “criaturas solitarias que se estresan fácilmente con el contacto con humanos”.

Cliffe también hizo énfasis en la necesidad de que los medios informativos internacionales dejen de hacer ver atractiva la explotación de los perezosos, al exhibirlos en programas de televisión y en medios similares.

Sin embargo, la lucha contra el tráfico de vida silvestre requiere la colaboración regional para ser efectiva. Se sabe que se despachan perezosos hacia Estados Unidos desde países como Venezuela y Ecuador, donde las leyes de exportación son menos estrictas.

Ya en Estados Unidos, se obliga a los perezosos a reproducirse y se venden las crías dentro del tráfico de mascotas. En varios estados del país norteamericano, como Alabama y Nueva York, es legal tener un perezoso como mascota. La Fundación para la Conservación de los Perezosos informó a InSight Crime que el precio normal de un perezoso en Estados Unidos se sitúa en unos US$5.000.

Pese a todo, Cliffe recalca la importancia de no “villanizar a los traficantes”.

“Estas personas solo tratan de ganarse la vida y alimentar a sus familias”, señaló, y agregó que las ventas de perezosos muchas veces pueden exceder el ingreso promedio semanal de quienes habitan en zonas rurales del país.

Es por esto que Cliffe apunta a la necesidad de crear mayores oportunidades laborales y económicas en las zonas rurales en las que por lo general se capturan los perezosos.

Por otro lado, los perezosos también enfrentan otra amenaza: la destrucción de sus hábitats naturales debido a las prácticas ilegales de deforestación y explotación minera. Solo en los departamentos de Chocó y Amazonas, en Colombia, se destruyen anualmente 90.000 hectáreas de selva tropical, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).

La facilidad con la que se capturan estas lentísimas criaturas, sumada a la pobreza en las regiones rurales que son su hábitat, hace atractivo el tráfico de perezosos y de los delitos ambientales que devastan sus hábitats naturales. Tal como sucede en otros casos de tráfico de flora y fauna, mientras los riesgos sean mínimos y la retribución apetecible, lo más seguro es que se mantenga el tráfico de perezosos.