Las autoridades de El Salvador arrestaron a un presunto pastor por dirigir una red de extorsión de la MS13, lo cual, si es cierto, ilustra hasta qué punto las pandillas se han integrado al tejido social de las comunidades donde operan.
El 27 de octubre, la Fiscalía General de El Salvador detuvo al pastor evangélico Pedro Antonio Jiménez De León, además de 28 presuntos miembros de la pandilla MS13, informó Associated Press.
Los fiscales dicen que el pastor organizaba asambleas religiosas en distintos barrios de San Salvador con el fin de recoger el dinero de extorsiones de las pandillas, el cual se hacía pasar como donaciones para la iglesia. Las autoridades también decomisaron dos armas de fuego en la residencia del religioso, y creen que éstas pertenecen a la pandilla.
Según Associated Press, se desconoce si Jiménez es un pastor con sus debidas órdenes, y dos importantes iglesias evangélicas afirman que nunca habían oído hablar de él; sin embargo, muchas iglesias evangélicas en El Salvador operan como pequeños centros de culto barriales.
Jiménez es acusado de pertenecer a un grupo terrorista, informó La Prensa Gráfica. En agosto, la Corte Suprema de El Salvador reclasificó a las pandillas MS13 y Barrio 18 como organizaciones terroristas.
Análisis de InSight Crime
La detención de un presunto pastor por sus nexos con la MS13 refleja el complicado rol que cumplen las pandillas de El Salvador como víctimas y victimarios en sus comunidades. Aunque sus aspiraciones políticas siguen siendo cuestionables, las pandillas siempre se han mostrado a sí mismas como un fenómeno social nacido de la desigualdad y la injusticia.
"Somos un grupo social", le dijo en 2012 a InSight Crime Carlos Lechuga Mojica, alias "El Viejo Lin", líder de Barrio 18. "Consideramos que somos una gran parte de la sociedad. Creemos que el problema es la exclusión social, la discriminación, la falta de educación, la falta de empleo y las desigualdades frente a la ley".
VEA TAMBIÉN: Noticias y perfiles de El Salvador
Sin duda, las pandillas cuentan en sus comunidades con un gran número de personas que no son miembros de las mismas y que realizan pequeñas tareas, como llevar mensajes y servir como vigías. Sin embargo, las pandillas también acuden a la intimidación y la violencia para mantener el control sobre estas mismas comunidades, y la principal fuente de ingresos de las pandillas salvadoreñas proviene sobre todo de la extorsión a los propietarios de almacenes locales.
Este no es el primer caso de un grupo criminal con profundos vínculos sociales y aparentemente infiltrado en la comunidad religiosa. En mayo, las autoridades colombianas arrestaron a un pastor por presuntamente lavar dinero proveniente de las drogas para Los Urabeños en la región de Urabá, al noroeste de Colombia, base de operaciones de la organización criminal más poderosa del país.