Casi 100 presos han sido asesinados en Brasil desde el inicio del año, en una muestra de extrema violencia incitada, según se dice, por una guerra de pandillas que se desarrolla en un sistema penitenciario que padece de hacinamiento severo.
El primer día de 2017, 56 reclusos murieron en una revuelta en prisión en la ciudad de Manaos, estado de Amazonas, informó el New York Times, que calificó el disturbio como uno de los más "sangrientos de las últimas décadas".
La violencia se desató presuntamente a raíz de una rencilla entre dos importantes pandillas carcelarias, la Familia del Norte (Família do Norte —FDN—) y el Primer Comando Capital (Primeiro Comando da Capital —PCC—), que han estado compitiendo por el control del lucrativo negocio de la droga en la región del Amazonas.
Cuatro días después, murieron 33 presos en otro disturbio en prisión en el estado de Roraima. La violencia en Roraima parecía relacionada con el motín anterior en Manaos, pues los presos usaron la sangre de los muertos para escribir, "La sangre se paga con sangre".
El 8 de enero se conocieron denuncias de otro incidente fatal en las cárceles, con el asesinato de cuatro presos en la noche en una cárcel de Manaos, lo que suma un número total de 99 reclusos muertos este año, según O Globo.
Aunque tres de los cuatro presos muertos durante el último episodio fueron degollados, el secretario de la administración penitenciaria de Amazonas Pedro Florêncio, declaró que esas muertes no tenían relación con las rivalidades entre pandillas. (Las decapitaciones y otros actos macabros son incidentes comunes en los motines carcelarios en Brasil).
Las denuncias iniciales indicaban que había solo dos guardias en servicio en el momento del motín más reciente, en un centro que alberga alrededor de 300 reclusos que acababan de recibir presos trasladados luego de una masacre aparte en la cárcel. El motivo detrás de la violencia parece haber sido una demanda por mejores condiciones de alojamiento.
Como consecuencia del derramamiento de sangre en el sistema penitenciario, el presidente brasileño Michel Temer ha destacado la necesidad de construir más cárceles para reducir el hacinamiento.
Análisis de InSight Crime
Aunque la brutal violencia parece consecuencia de la reciente guerra de pandillas que se libra actualmente y estremece el panorama criminal en Brasil, las debilidades estructurales y las tasas extremas de sobrepoblación son un terreno fértil para la violencia de pandillas en la cárcel.
El segundo semestre de 2016 asistió al resquebrajamiento de una alianza de dos décadas entre dos de las pandillas más poderosas de Brasil, el PCC y el Comando Rojo, lo que desató una serie de asesinatos en cárceles de estados norteños. La prisión de Roraima, donde hace poco murieron 33 presos ya había sido escenario de un hecho fatal en octubre de 2016, que muchos entendieron como una confirmación de la ruptura. Y ya se ha denunciado anteriormente que la FDN está en el centro de este cambio de alianzas.
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Clarín señaló que la prisión en la que el 1 de enero fueron asesinados 56 reclusos tenía 1.224 presos, aun cuando su capacidad de retención oficial es de 454 —un lúgubre recordatorio de cómo el sistema penitenciario de Brasil con su sobrepoblación y su subfinanciamiento crean condiciones que contribuyen a la violencia en los muros de la cárcel.