Los carteles de la droga en México están reclutando a soldados estadounidenses como sicarios, lo que ilustra tanto la común superposición entre la delincuencia organizada y las fuerzas de seguridad, como la constante militarización del comercio de drogas.
Un nuevo informe de Fox News analiza tres casos recientes de militares de Estados Unidos que ofrecen sus servicios como sicarios y entrenadores militares a los carteles mexicanos.
El 25 de julio, el soldado raso Michael Apodaca de 22 años, recibió una sentencia de cadena perpetua en una corte de El Paso luego de haber sido encontrado culpable de asesinar a un informante de la Agencia de Inmigración y Aduanas (US Immigration and Customs Enforcement Agency - ICE) en 2009 a nombre del Cartel de Juárez.
El caso sigue a la detención de otros dos soldados el año pasado como parte de una operación encubierta de la DEA. Kevin Corley y Samuel Walker ofrecieron entrenamiento militar y armas, robadas al ejército estadounidense, a agentes de la DEA que se hacían pasar por miembros de los Zetas, e incluso entraron en negociaciones para llevar a cabo homicidios y robar cargamentos de droga.
A finales del año pasado, Corley admitió una serie de cargos, mientras que Walker fue declarado culpable de conspiración para cometer homicidio por encargo.
El informe también señala que el reciente ataque a un exabogado del Cartel del Golfo en Southlake, Texas, levanta las sospechas de la participación militar debido a las tácticas profesionales de tipo militar utilizadas.
Análisis de InSight Crime
La actividad pandillera dentro del ejército de Estados Unidos ha sido un problema desde hace algún tiempo, pese a que está más frecuentemente relacionada con las pandillas basadas en ese país, las cuales incluso han presuntamente contratado a miembros de las fuerzas armadas específicamente para recibir, y luego compartir, entrenamiento militar.
La tendencia se refleja regionalmente, con el ejemplo más famoso siendo el de los Zetas en México, cuyos miembros fundadores hicieron parte de una unidad de las Fuerzas Especiales de México.
La yuxtaposición entre la delincuencia y las fuerzas de seguridad no se limita sólo a los militares. En países como Honduras y Brasil, la policía a menudo es contratada como sicarios de los grupos criminales que buscan explotar su entrenamiento militar, o incluso funcionan como bandas criminales propias.
Tampoco es un fenómeno nuevo. En Colombia, las conexiones entre las fuerzas de seguridad y los grupos criminales han sido frecuentes, sobre todo con el movimiento paramilitar y el ahora extinto Cartel Norte del Valle, cuyo liderazgo inicial estaba compuesto casi en su totalidad de exmiembros de las fuerzas de seguridad.