Las autoridades de México han incautado cerca de 200 potenciales valiosas obras de arte en un período de seis años, arrojando luz sobre una fuente poco conocida, pero muy lucrativa, de ingresos y lavado de dinero para las redes internacionales de tráfico.
Entre diciembre de 2006 y noviembre de 2012, la Procuraduría General de la República de México incautó un total de 191 obras de arte, incluyendo piezas atribuidas a artistas como José María Velasco y Diego Rivera, informó Proceso. Según las autoridades mexicanas, las obras fueron entregadas al Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAE), debido a que sus antiguos propietarios las habían obtenido ilegalmente.
Aunque el SAE ha catalogado la mayoría de las obras, no han sido autenticadas independientemente por expertos en arte, y la organización no dará ninguna evaluación inicial de su valor potencial en caso de que resulten ser originales. Las obras permanecerán en custodia del gobierno hasta que concluyan las investigaciones y se produzca una acción judicial en contra de sus dueños, momento en el cual se pondrán en subasta.
Análisis de InSight Crime
El robo y la venta de bienes culturales es una forma a menudo ignorada, pero muy lucrativa de tráfico, con el valor del comercio mundial de bienes culturales ilícitos en hasta US$8 mil millones al año, según Inmigración y Aduanas de Estados Unidos. Los países de Latinoamérica, con su rica historia de artefactos precolombinos y religiosos, han tratado de luchar contra el saqueo de bienes culturales, que a menudo son tomados de excavaciones ilegales por parte de trabajadores pobres, y son vendidos a compradores en el mercado negro local o a grupos de traficantes transnacionales. Los altísimos precios del mercado del arte también hacen que sea particularmente vulnerable a las operaciones de lavado de dinero a gran escala.
El tráfico de arte tiene un largo historial en el mundo del crimen organizado, con capos como el jefe paramilitar colombiano Fidel Castaño, conocido por sus extensas colecciones de arte. En México, donde el robo de arte religioso se ha incrementado en aproximadamente un 600 por ciento en las últimas dos décadas, los objetos religiosos robados se han convertido en un blanco especialmente atractivo para los grupos criminales. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura estima que un promedio de 357 objetos culturales son robados y exportados desde México cada año.
La falta de información sobre los propietarios anteriores de las obras de arte mexicanas hace que sea imposible saber si estaban conectados personalmente al robo de arte o si eran coleccionistas que obtuvieron las piezas a través de medios ilegales. Sin embargo, la creciente incidencia de robo de arte en México y el valor potencial de las piezas sugieren que el tráfico de arte puede haberse convertido en otra fuente de ingresos, así como en una posible actividad de lavado de dinero, para los grupos del crimen organizado de México que están en constante evolución.