Un reciente informe demuestra que las ventas ilegales de alcohol en Latinoamérica representan una próspera industria de contrabando que pocas veces es penalizada.
Según el informe, elaborado por Euromonitor International, el 15 por ciento de las ventas de licor en la región son ilegales. Con un total de ventas anuales de US$4,8 mil millones en América Latina, los posibles ingresos anuales ascienden a US$720 millones.
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México encabeza la lista regional, con 42,5 por ciento de las ventas de licor provenientes de fuentes ilegales. Chile se ubica en el último lugar, con un nivel de consumo de apenas 1,2 por ciento. La diferencia se debe quizá a que el producto interno bruto (PIB) per cápita de Chile es más alto, de aproximadamente US$15.000, mientras que el PIB per cápita de México es de menos de US$10.000.
El principal efecto colateral de este comercio ilegal es la pérdida de unos US$1,7 mil millones de ingresos fiscales. Las ganancias producidas por las ventas ilegales permiten que este comercio se afiance y aumenten la cantidad de ingresos que no se declaran como parte de las economías ilegales.
Análisis de InSight Crime
El contrabando suele ser considerado un delito sigiloso y que no deja víctimas. Pero la falta de controles en la producción y el transporte, junto con las altas ganancias y el creciente mercado, lo hacen un negocio muy atractivo para las organizaciones criminales en expansión.
Es además un crimen que rara vez es enjuiciado. Un estudio anterior de Euromonitor, por ejemplo, ubicaba a Perú a la cabeza de la liga regional de ventas, pues más del 50 por ciento de las bebidas alcohólicas del país procede de fuentes ilegales. A raíz de esto, en el año 2013 se promulgaron nuevas leyes y sentencias con el fin de controlar los diversos mercados de alcohol. Sin embargo, hacia 2016 nadie había sido enjuiciado con base en dicha legislación.
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La destilación ilegal también suele ser pasada por alto. Requiere poca tecnología y es barata, y ya tiene asegurado un mercado para el producto final. Lo mismo ocurre con la adulteración de las bebidas, que consiste en que el producto original es diluido y reenvasado en botellas usadas. Según Lourdes Chavarria, de Euromonitor, en este proceso se utiliza etanol, un aditivo barato y fácil de obtener, cuyo consumo puede producir ceguera y muerte. Y como sucede a menudo, son los consumidores más pobres los que suelen ser las víctimas.
Dado que las ventas regionales de licor aumentarán en más del cinco por ciento y los países latinoamericanos son percibidos como un mercado con muchas probabilidades de expansión, resulta fácil suponer que los actores criminales, tanto grandes como pequeños, estarán descorchando grandes utilidades, y con pocos riesgos, en el futuro cercano.